viernes, 24 de agosto de 2007

Se busca alojamiento



El primer lugar que encontraron las palabras revueltas de mi mente fue la boca de mi estómago. Allí estuvieron alojadas, más o menos, seis años, hasta que mi mujer me sugirió ofrecerlas al éter mediante un espacio virtual –el presente-, viendo que el solo proceso de la escritura no resolvía mucho, pues las palabras dormidas en casa se iban anquilosando, convirtiéndose en un material ferroso en forma de candado. La idea de una bitácora, o sea, lanzar la flecha bien lejos, era el primer paso para romper con un círculo vicioso en el que yo vivía a la fuerza. Nunca tuve vocación de ermitaño; sin embargo, el haber emigrado hacia un país desconocido y haberme quedado ilegal durante un lustro, reciclado en cuidador de ancianos y enfermos terminales, a la par de vivir intensamente todo lo que fuera una novedad –pasa rápido la novedad-, me torció bruscamente el carácter y la extrema confianza en todo. Intuitivamente, fui dejando constancia de mis días en papeles caseros, vaciando el pensamiento para dar lugar a nuevos derroteros, como debe ser mejor para vivir. En realidad, el tiempo asignado por mí para pasar de cuidador de ancianos hacia otra actividad remunerada se extendió más de lo previsto. De manera que estas crónicas, como, por ejemplo, la próxima que aparecerá aquí, versan más sobre el dolor o la melancolía. Ese era un punto peligroso en el que estaba girando mi vida, por lo que el blog dio salida a tal pasado y marcó un punto de arranque, una vez más en todos estos años. Llevé, pues, los textos aparecidos en pantalla, más otros inéditos, a registrar como derechos de autor, por un módico precio de seis euros, en una oficina que incluso está cerca de mi casa. Mi mujer y yo preparamos un volumen de ciento cincuenta páginas, realizando un trabajo de edición y diseño de portada doméstico, cuyo resultado nos hizo felices. El próximo paso será encontrar una editorial, para alojarlo en páginas impresas menos interioristas que las nuestras. Lógicamente, tuve que escribir un prefacio, y esto me tiró en marcha atrás, sacándome lágrimas que se habían quedado atascadas en antiguos procesos de descompresión. Lo importante es que salieron y pude proyectar una visión de futuro. Si el libro nunca llega a las prensas, eso no importa tanto. Lo bueno es que ya hemos sembrado un árbol, literalmente, y terminado un libro en casa.
Falta tener un hijo, lo sé. Ese es un tema que nos ronda y del que daremos noticia por aquí, porque el blog funcionará independiente al camino de la imprenta.

Verano 2007

3 comentarios:

Ivis dijo...

Mucha suerte en esta aventura, amigos, espero poder ver ese libro pronto.

Jorge Ignacio dijo...

Ojalá tu boca sea cierta. El olor a papel, el manoseo, es algo entrañable. Crecí profesionalmente con los últimos linotipos de los periódicos de nuestro país, querida Ivis. Tuve un maestro que me llevó de la mano a ver cómo se hacían las letras de plomo, cómo sonaba un taller de una rotativa a altas horas de la noche. Esa atmósfera no la he podido olvidar, y me entusiasma, claro, la idea del impreso, aunque sé que ahora las máquinas son diferentes. Te enviamos un abrazo desde Barcelona.

Skapada Blog dijo...

Hola Jorge,

He estado trasteando por aquí y di con este post y quería decirte lo siguiente. Publicar es difícil, pero no imposible. Pero si se te trabara el paraguas, existe la posibilidad de autopublicación. Mira este Link www.lulu.com.
Ahi puedes hacer de todo y llegar a publicar y vender tu libro. Claro que te echas arriba toda la pincha... pero cuando ves el libro tuyo te dan ganas de llorar de la emoción. ¡Coño este es mi libro!
Saludos