En la Redacción donde
trabajo tengo dos colegas con suficiente edad y memoria. Fueron víctimas
directas de los “actos de repudio” organizados por el gobierno cubano en 1980. Uno
de los colegas, reprimido por ser gay. El otro por querer marcharse del país. Como
se hace evidente, al final lo logró.
No digamos nombres, solo
que estuvo entre los 10 mil cubanos asilados en la Embajada del Perú,
esperando una negociación con las autoridades de entonces, que son las mismas
de ahora. Le dieron un salvoconducto y lo sacaron de allí, vía Estados Unidos,
en un autobús de la Seguridad del Estado que tenía en su hoja de ruta paradas
en semáforos, donde esperaba la turba enardecida; es decir, los cuerpos represivos,
paramilitares, gente del pueblo, capaces de comerse vivo a un ser humano.
El trauma aún no ha sido
superado, aunque le ha ido muy bien en el exilio, reinventándose como persona
independiente y libre.
El que fue abucheado por
gay, que ya peina canas, tuvo esta mañana un rebrote afectivo. Con un nudo en
la garganta expresó el dolor provocado por las turbas: “Sé lo que es eso”,
dijo, sin más, tratando de enderezar a duras penas una información llegada por
teléfono desde La Habana y que daba cuenta del acto de repudio que están
realizando hoy frente a la vivienda del líder opositor Antonio Rodiles,
arrestado y desaparecido mientras redactamos estas líneas.
Lo peor es involucrar
niños en todo esto.
Yo fui uno de ellos en
1980. Cursaba estudios de secundaria básica. Me llevaron a lanzar huevos a
los que se iban del país, un maestro de la escuela cuyo nombre no recuerdo.
Debo decir honestamente que no lancé nada, me quedé atrás. Y no lo hice por inteligencia
política, sino por inteligencia emocional, como cabe comprender en un niño.
Le hubiera lanzado
huevos –y piedras- a quienes serían mis compañeros de trabajo 33 años más tarde.
También hay que decir
que la gran mayoría de los vejados (hoy en Miami, desde donde escribo) no tiene
en cuenta a esos niños, sino al Estado.
Este es un ejemplo claro
de la importancia de separar el Estado de la Nación.
Mientras ocurre el acto
de repudio a la casa de Rodiles –a golpe puro y duro de la policía política y
reaggetón de fondo con niños bailando-, el sucesor de Fidel Castro (su hermano)
debe estar regresando de Sudáfrica, donde incluso habló en una tribuna a favor
de la paz mundial.
Foto: Arnaldo y su Talismán, artista del pueblo, hoy frente a la casa del opositor pacífico Antonio Rodiles. (Lia Villares)