miércoles, 11 de diciembre de 2013

Actos de repudio


En la Redacción donde trabajo tengo dos colegas con suficiente edad y memoria. Fueron víctimas directas de los “actos de repudio” organizados por el gobierno cubano en 1980. Uno de los colegas, reprimido por ser gay. El otro por querer marcharse del país. Como se hace evidente, al final lo logró.
No digamos nombres, solo que estuvo entre los 10 mil cubanos asilados en la Embajada del Perú, esperando una negociación con las autoridades de entonces, que son las mismas de ahora. Le dieron un salvoconducto y lo sacaron de allí, vía Estados Unidos, en un autobús de la Seguridad del Estado que tenía en su hoja de ruta paradas en semáforos, donde esperaba la turba enardecida;  es decir, los cuerpos represivos, paramilitares, gente del pueblo, capaces de comerse vivo a un ser humano.
El trauma aún no ha sido superado, aunque le ha ido muy bien en el exilio, reinventándose como persona independiente y libre.
El que fue abucheado por gay, que ya peina canas, tuvo esta mañana un rebrote afectivo. Con un nudo en la garganta expresó el dolor provocado por las turbas: “Sé lo que es eso”, dijo, sin más, tratando de enderezar a duras penas una información llegada por teléfono desde La Habana y que daba cuenta del acto de repudio que están realizando hoy frente a la vivienda del líder opositor Antonio Rodiles, arrestado y desaparecido mientras redactamos estas líneas.
Lo peor es involucrar niños en todo esto.
Yo fui uno de ellos en 1980. Cursaba estudios de secundaria básica. Me llevaron a lanzar huevos a los que se iban del país, un maestro de la escuela cuyo nombre no recuerdo. Debo decir honestamente que no lancé nada, me quedé atrás. Y no lo hice por inteligencia política, sino por inteligencia emocional, como cabe comprender en un niño.
Le hubiera lanzado huevos –y piedras- a quienes serían mis compañeros de trabajo 33 años más tarde.
También hay que decir que la gran mayoría de los vejados (hoy en Miami, desde donde escribo) no tiene en cuenta a esos niños, sino al Estado.
Este es un ejemplo claro de la importancia de separar el Estado de la Nación.
Mientras ocurre el acto de repudio a la casa de Rodiles –a golpe puro y duro de la policía política y reaggetón de fondo con niños bailando-, el sucesor de Fidel Castro (su hermano) debe estar regresando de Sudáfrica, donde incluso habló en una tribuna a favor de la paz mundial.


Foto: Arnaldo y su Talismán, artista del pueblo, hoy frente a la casa del opositor pacífico Antonio Rodiles. (Lia Villares)

sábado, 23 de noviembre de 2013

“Ana en el trópico” sobrepasa la transición política





La obra del dramaturgo cubano-americano Nilo Cruz desembarca en Miami de la mano del provocador Carlos Díaz

 Ana en el trópico, del dramaturgo cubano-americano Nilo Cruz, premio Pulitzer de Drama 2003, vuelve a ser noticia en estos días. Después de su exitosa presentación en La Habana con el montaje de Carlos Díaz, director de Teatro El Público, se acaba de presentar en Miami este fin de semana, en la sala Colony, de Miami Beach, con una producción de la empresa FUNDarte. El elenco, también cubano-americano, representaba por sí solo nuestra tragedia nacional. ¿O acaso deberíamos llamarla tragicomedia nacional?
Actores de las dos orillas -algunos legendarios como Lili Rentería, Mabel Roch y Fernando Hechevarría-,  el director de la puesta que vive en Cuba, el dramaturgo, que  escribió el texto originalmente en inglés, y algún crítico de teatro de la isla que pudimos ver en la sala este viernes, más las soluciones visuales de la puesta, de las que haremos referencia inmediatamente, todo esto conformó un estado de ánimo que indica cómo están las cosas, aunque uno nunca sabe si ha sido ,o no, casual.
El texto es un joya de la creación que, para dar saltos en el tiempo y no complicarse con lo que más se ve (la historia de Cuba después de la mal llamada Revolución), se remonta a los torcedores de tabaco asentados a finales del XIX en el sur de Estados Unidos, en Tampa, donde, mucho antes de que existiera la palabra Castro como parte indisoluble de la nacionalidad cubana, ya había una emigración, y con ella, lógicamente, una nostalgia.
Partamos del texto
 Nilo Cruz utiliza la tradicional figura del lector de tabaquería como eje central, pero, yendo más lejos, le incorpora el nexo ruso a través de la figura de Ana Karenina. Ahí sí que no parece casual el personaje literario al ser transferido, como leit motiv ,a todos los personajes femeninos del texto teatral. ¿Sabían los tabaqueros cubanos de Tampa que en el futuro Cuba iba a ser dominada por los rusos?
Esta es una propuesta del dramaturgo con la que, magistralmente, logra una síntesis de nuestra nacionalidad; o sea, de nuestra identidad.
No por casualidad  (se hace necesario emplear esta palabra una y otra vez) el performance que ocurre como preámbulo de la puesta de Carlos Díaz se basa en una vendedora de vasitos de ron, a un dólar, ataviada la muchacha con el típico partó de “nuestros queridos hermanos soviéticos” y una pistola encajada entre los pechos. Llevaba minifalda y un acento cubano-americano. Claramente: una provocación al espectador. El precio del traguito es el riesgo que hay que correr  para hablar directamente con ella. Aseguramos que no había que perdérselo para tener una conexión más exacta con el espectáculo.
Los personajes giran en torno a una empresa privada de torcedores de tabaco que se debate entre la industrialización y la artesanía.
Todo un contexto histórico que cuenta, en este caso, con José Martí, el gran poeta modernista. Lo curioso, repetimos, es que Martí esté mezclado con Tolstoi en lo que sería un anticipo de adónde hemos llegado los cubanos.
La puesta va más lejos
 Carlos Díaz es un especialista en “pervertir” los clásicos. Ya lo hemos visto, también magistralmente, tratar nuestra identidad y nuestra tragicomedia (dentro de la isla, valga repetirlo) en títulos como Calígula (de Camus) y Escuadra hacia la muerte (de Sartre), por solo citar un par. Con Ana en el trópico parece haber pasado, o al menos estar descansando, su atrevimiento de emplazar al régimen castrista con simbolismos que son casi evidencias. Ahora –y es justo y normal- ha ignorado a la dictadura con una pieza que se adelanta a la transición que posiblemente ya esté en curso, valiéndose de un retroceso en el tiempo para obligar a recordar que Estados Unidos estaba en nuestro camino desde mucho antes y que, precisamente por ese país, dejamos de ser colonia de España.
A estas alturas, por muy fuerte que sea la imagen, una bandera norteamericana de grandes dimensiones como telón de fondo del escenario, acompañada por banderitas de mano que se ofrecían en platea, no deja de ser una realidad inobjetable para nosotros: -Al fin y al cabo –dice más o menos el texto- todo el mundo quiere ser norteamericano.
En Miami, después de todo lo que hemos pasado (remueve el sentimiento ver a Lili Rentería encima del escenario), miramos esa bandera como una pieza más de nuestras vidas, con realismo, sin pérdida de la identidad. En La Habana, según se ha podido saber, la policía política no intervino las funciones, y el público reaccionó probablemente con más ilusión que los que estamos del lado de acá.
Hay momentos inolvidables de la puesta –dos horas de reloj, sin aburrir- como la escena de la contradanza que se ejecuta para calibrar un nuevo “puro” llamado Ana Karenina. Y también la escena erótica con la música de fondo de ese clásico de la trova tradicional cubana: ¿Y tú, qué has hecho?
Carlos Díaz –el Almodóvar del teatro cubano- se ha mostrado esta vez recogido, sensible con la dirección de actores, con el casting que mejor no pudo haber sido, con el cruce de sentimientos que pude ocasionar esa misma pregunta (¿Y tú, que has hecho?) en los cubanos de las dos orillas.
El nivel actoral es altísimo y equilibrado, sin los efectismos que usa Díaz habitualmente. Remueve el cuerpo la interpretación de Mabel Roch, pero con ella brillan también Fernando Hechevarría, Alexis Díaz de Villega  y la jovencita Clara González.
Creemos que el director podía prescindir de la escena de la masturbación, un grotesco que echa por tierra el presupuesto estético concebido para este montaje. La tensión entre el personaje de Cheché, el “malo de la película”, interpretado por Osvaldo Doimeadiós, y la joven de la casa ya estaba marcada perfectamente antes de la fatal escena.
Pero bueno, estamos hablando de la excelencia y algo que rompe la concentración se nota mucho.
Casualmente (la verdad, ya no sabemos si las cosas son casuales), este fin de semana había dos obras del mismo dramaturgo en la cartelera de Miami: Ana en el trópico y Hortensia y el museo de los sueños.
Las dos con elencos cubano-americanos.  A partir del montaje de Carlos Díaz –tomamos nota- habrá que decir que somos cubano-americanos. Y valga la redundancia.


Esta reseña fue publicada originalmente en www.cubanet.org

viernes, 22 de noviembre de 2013

Adiós a Estorino


Internet es bueno y malo. Uno se entera de todo. Hoy ha muerto en La Habana, con casi 90 años, Abelardo Estorino, el dramaturgo que llevó a las tablas –porque también dirigió- nuestra idiosincrasia sin guapería, sin facilismo, sin oportunismo.
Lo conocí personalmente porque la vida me llevó a ser cronista de teatro.  Tuve delante, en las oficinas de Teatro Estudio, a una persona que me hizo sentir bien, con todo lo que  podía haberme ninguneado. Yo era un recién graduado y escribía la columna de teatro de Granma, el único periodiquito que quedó en aquellos tristes años de “período especial”. El único diario, con ocho páginas, y, de éstas, siete dedicadas a lo que no fuera cultura y deporte.
La media página que nos quedaba debía compartir espacio con las otras artes. Quiero decir: el teatro era la última carta de la baraja.
Conseguí  colocar a Estorino en tan poco espacio y no porque me lo pidieran, sino porque el señor seguía estrenando y se había aliado –como actriz fetiche- a la gran Adria Santana, que, prematuramente, se fue antes que él.
Hubo una triste e inolvidable época en que parecía que el mundo se iba a acabar y personalidades como Estorino se aferraron a lo mejor que sabían hacer.
Como mismo, unas décadas antes, según me han contado, en los 70, de tantas prohibiciones el sector artístico terminó haciendo orgías, literalmente.
Estorino fue vertical, sobre todo un ser humano amable y dulce.
Su homólogo Pepe Triana  (La noche de los asesinos) marchó a París. Él optó por el insilio.
Se le recodará en la prensa “seria” como el gran dramaturgo. Y en la prensa de “relajo” como el amante de Raúl Martínez.

Nada más que decir. 

Foto de Jorge Ignacio Pérez: La casa vieja, de Estorino, en un montaje de Teatro de Dos

miércoles, 2 de octubre de 2013

Confesante y confesor


El pastor que escribe a cuatro manos denuncias frontales a la dictadura cubana. Taguayabón en la aldea global

El mensajero cubano X no necesitaría presentación, pero vamos a hacerlo. Su perfil es el de un joven de casi 40 años, adicto a las nuevas tecnologías y sin pelos en la lengua. Combate frontalmente al castrismo, con las más eficaces –y sanas- herramientas de trabajo: Un blog y una cuenta de Twitter. Su sueño es “navegar” lo más lejano posible, sin internet en casa.
El pastor bautista Mario Félix Lleonart, junto a su esposa, la también activista Yoaxis Marcheco, está de visita en los Estados Unidos. Hasta Miami ha traído la denuncia constante, abierta, esperanzada al régimen que ha afectado, al menos, a cuatro generaciones y que ahora se arregla para sus últimas afeitadas.
“Estamos dándole palos al mulo caído; no somos héroes”, dice la esposa del pastor, madre de dos niñas de 13 y 5 años.
Salieron del aeropuerto de Santa Clara en un vuelo directo, con advertencias de que la policía política podía molestarlos antes de tomar el avión. Pero eso no sucedió. Parece ser que la dictadura ahora no está enfocada principalmente en los blogueros, sino en las Damas de Blanco que le hacen la oposición dominical a lo largo de la geografía cubana.
La pareja se conoció en la universidad, en los primeros 90, cuando ambos estudiaban en La Habana la carrera de Información Científico Técnica y Bibliotecología, ahora rebautizada con el nombre de Ciencias de la Información. Los dos iban para bibliotecarios, pero la vida, sobre todo su tiempo, les abrió los ojos con las nuevas tecnologías y terminaron de opositores en un pueblo de Camajuaní, nombrado Taguayabón, a 35 kilómetros de Santa Clara.
El pastor puso ese nombre en el mapamundi. Mediante twitts y con su blog Cubano Confesante dispara noticias muy incómodas para el gobierno, como la muerte a golpes del activista villaclareño Juan Wilfredo Soto García, ocurrida en mayo del 2011. Fue Mario Félix quien no solo informó oportunamente sobre el asesinato, sino además dio seguimiento a la noticia.
Confesante, sin lugar a dudas, desgrana su vida con gran facilidad, fascinado por la libertad de expresión que hay en un país democrático. Se declara devoto de la semiótica y en especial de Umberto Eco. Nostálgico de la onda corta –“ya no queda casi nada”, comenta- ahora es fan de las redes sociales digitales.
Dice que el tema religioso cambió en Cuba a partir de 1992, con la influencia sobre el “Comandante” del teólogo brasileño Frei Betto, quien le hizo reestructurar al viejo Castro los términos publicitarios de cara al mundo. Un estado laico, pero no es tan así, puntualiza.
La pareja recuerda cómo fue puesta en prisión domiciliaria cuando la visita del Papa Benedicto XVI, en marzo del 2012.
“Con la llegada de Juan Pablo II en 1998, no hay un antes y un después en el tema religioso en Cuba. Eso es pura imagen. Los religiosos seguimos siendo reprimidos”, comenta el pastor.
¿Y los Pastores por la Paz?
Según palabras del disidente confesante, esos solo buscan notoriedad. Son manipulados, gente joven que quiere ser recibida como héroes en una isla que en realidad no importa a demasiadas personas en el mundo. Una pena.
Mario Félix Lleonart realizó un curso a distancia en una universidad de la Florida y se hizo Máster en Estudios Teológicos. Ahora, junto a su mujer, ejerce el periodismo ciudadano, además de en su blog, en una publicación mensual nombrada El mensajero cubano X, digital e impresa. Se distribuye de mano en mano. Hay activistas muy valientes que lo hacen y son personas anónimas.
¿Y dónde está la imprenta?
La pareja ríe.
“No lo sé. Ni quiero saber”, se adjudica la respuesta el pastor.
Al final nos da un abrazo.
“Que Dios te bendiga”, dice.

Foto del autor. Tomada en la redacción de Cubanet, en Miami
Este texto fue publicado originalmente en www.cubanet.org 

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Fondas de Miami (III)



Vigilantes de la Calle 8

Armando López estaba por llevarme a El Nuevo Siglo, un supermercado donde se puede almorzar. Ayer llovía a cántaros mientras el Ford Fusion de López desembarcaba en ese sitio del que tanto me había hablado. Y tenía razón: aquello no hay que perdérselo de ninguna manera.
Se entra por una puerta de cristal –no es automática - como a cualquier supermercado, y de frente están las cajas, con sus cubanísimas cajeras, bien maquilladas y peinadas, con uniforme azul verdoso; un estilo aplatanado que únicamente los que vivieron en Cuba en el capitalismo conocen. Quiero decir: los pocos que van quedando.
Inmediatamente, a la derecha, corre una barra abierta en la que uno puede apoyar los codos mientras almuerza. Se observa cómo cocinan y se escucha la manera de interrelacionarse las camareras y cocineras, aunque también hay hombres sirviendo o llevando y trayendo platos. Blancos, negros y mulatos, de Santiago, Guantánamo y otras provincias. En fin, la cultura nacional en pleno corazón de la Calle 8, alrededor de lo mejor que identifica a la cultura, eso que llaman gastronomía.
La pizarra, escrita con tiza, muestra una veintena de platos típicos: ternilla, pollo a la plancha o rebozado, hígado encebollado, pata y panza, filete de pescado, bisctec de palomilla, todo guarnecido con arroces y viandas. Todo hecho a la orden.
Además de la barra, están medio escondidas unas mesas altas con banquetas, al lado de la bodega de vinos. El trato, como debe suponerse, es cercano.
Los cubanos nunca comimos mucho pescado, por eso los platos del día “más fuertes” suelen ser los de carne roja. Ese trauma que arrastramos con la carencia ha llevado a que las fondas cubanas de Miami –y hasta en el Publix, que es americano- sirvan una cantidad bárbara. En El Nuevo Siglo -¿se refiere al XXI o al que está por venir con la caída del castrismo en Cuba?- se come felizmente por siete dólares, sin incluir taxes y propina. Vamos a ponerle ocho. Nada caro, si tenemos en cuenta la rica sazón de una ternilla en salsa con arroz blanco y yuca blandita con mojo.
De lo demás no puedo dar fe de paladar. Sí decir que López casi no habló –cosa rara- disfrutando un “buque” de pata y panza en su jugo.
Verlo me recordó los callos en salsa de mi suegra, callos que nunca probé –la salsita sí, con pan- por rechazo tácito a lo que no fuera fibra, bistec, entrecot, masas fritas.
Tal vez con este concepto me esté perdiendo lo mejor.
Pues bien: el postre lo tomamos en la panadería del propio súper, que está escondida al final del “establecimiento”. Nos recomendaron una especie de croissant con crema, que allí se llaman “vigilantes”.
Entre risas y con mucha parsimonia de las panaderas, vinieron a cuento los vigilantes del CDR, otro trauma nacional.


El Nuevo Siglo, Supermarker, 1305 sw 8th st. Miami

domingo, 8 de septiembre de 2013

Si te hubiera querido...



Cachita, no te enfades

Se me hace un nudo en las manos si tengo que escribir de Barcelona. Se lo contaba a una amiga el otro día por chat. Le dije que no es tarea fácil arrancármela, como Toña la Negra se arrancaba la vida cuando cantaba. Aunque la dejé escrita de algún modo muy personal –a Barcelona, quiero decir-, se hace complicado evocarla. Algún nudo que no merezco debe haberse tejido en mi ausencia, o mejor dicho, sin mi autorización.
Las mujeres despechadas – con una sola  basta, decía mi padre, que en paz descanse- se habrán puesto de acuerdo para que Barcelona me dejara el sabor amargo que tengo. Quien me conoce sabe por qué lo digo. Y no es regodeo, por si acaso. Es que allí comenzó todo a madurar, pero de una manera que atormentaba mucho. Llevaba de todo para protegerme, pero estuve tan obnubilado que no atiné a la magia de mi cultura original para guarecerme en ella. Me desboqué con la novedad y, por supuesto, enfermé de desconfianza. Eso no es nada, lo sé; hay quien ha enfermado peor.
Pero vamos al caso: Hasta la llegada de María a mi vida no salió del fondo de una maleta una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que llevaba de Cuba. Incluso, es imperdonable que no sacara a tomar aire a “Cachita” habiéndome regalado la estampilla alguien que es como mi madre; me atrevería a decir que mi propia madre que no me parió. Belén, de quien he hablado en este blog, es una negra de Santiago de Cuba que me cuidó lo suficiente desde niño y ojalá que la vida me permita traerla de visita a Miami.
Belén me dio a “Cachita” como quien no quiere las cosas, sabiendo que mi formación materialista de la vida (marxista-leninista por inducción directa de la dictadura) no me permitía ver más allá de lo que está a la vista. Por eso decía que la novedad hizo de las suyas, mostrándome Barcelona tal cual.  Y yo, de todo eso, faltaría más, compré la noche.
Hasta que un día supe que podía llevar con los ojos cerrados a cualquiera por los bares más increíbles y dejarme la vida entera en esa jornada. Otra manera de arrancarla de uno mismo o de que te la arranquen.
Hasta ese día no emergió la estampita de Belén, que es de plástico y está rajada. Tal vez esto signifique algo. María supo darle la importancia que merece al colocarla en una esquinita de cada una de las habitaciones que tuvimos, porque, hasta que nos casamos, nos mudamos de piso varias veces.
Las cosas comenzaron a mejorar pero yo estaba convencido de que era por María. No fue hasta que aterrizamos aquí en Miami que comencé a atar cabos y caí en la cuenta de que “Cachita” estaba transferida por Belén para hacer marchar las cosas de una manera no tan atormentada o, siendo más exacto, de una manera no tan atormentadora. Al llegar, alguien dijo que habíamos aterrizado en la víspera de “Cachita”, un 7 de septiembre, que a su vez era el día de la Virgen de Regla, patrona de los mares, también una diosa del panteón afrocubano.
¿Y por qué la víspera y no el mismo día?
Es curioso: el vuelo se retrasó un día por razones técnicas, según dijeron los del aeropuerto del Prat. (Nos enviaron a un hotel de Barcelona donde descansamos un poco con los niños antes de tomar un avión trasatlántico). Yo pensé que era para que me tocara el mejor oficial de Miami. Pero parece ser que no era por eso (aunque el agente fue amable).
Era para cerrar un círculo porque al año y un día –o sea, la fecha de “Cachita” pero del año siguiente- aplicábamos para la residencia aquí. Los cubanos saben cómo.
Debo decir, aunque tal vez sea obvio, que “Cachita” está colocadita en un rincón de la máster room, rajada y amarilla como llegó a mis manos a través de Belén. Aunque no estoy del todo seguro si se había rajado dentro de la maleta donde estuvo antes.


Foto del autor, retrato de familia

viernes, 6 de septiembre de 2013

El Padre Conrado frente a Bayly


Sabíamos que es un clérigo fuera de serie, contestatario, incorrecto políticamente (atrevido para lo que en Cuba significa no estandarizarse), luchador por los derechos humanos y, entre otras “actividades”, auxiliador de su parroquia en severas temporadas ciclónicas (la tormenta Sandy de finales del año pasado dejó a Santiago de Cuba en la ruina). Pero jamás contamos con que el Padre Conrado, que viene mucho a Miami, se dejara entrevistar por Bayly. Mucho menos encuadrillado por Bayly y su jovencita mujer. Porque la entrevista tuvo lugar el viernes pasado, de cara al fin de semana, cuando el presentador de Mega TV tiene una sección fija e intimista con su cónyuge.
De Bayly se podría decir cualquier cosa menos que es mal entrevistador. Al Padre Conrado le “regateó” sutilmente el perdón para un pecador que no ha bautizado a su hijo (pidió en cámara al sacerdote que lo hiciera él cuanto antes) y tampoco se ha casado por la Iglesia. Pero más que eso, tratándose de un bisexual que se vanagloria de serlo, que lo expone constantemente en sus programas diarios y luego el viernes se aparece con su bella Lolita (no se llama así su mujer, es por alusión a la novela de Nabokov).
El cura debe saberlo todo de antemano. No creo que, siendo un clérigo tan inteligente que se le ha encarado a una dictadura, no haya estado informado. Es de suponer que el Padre no pueda resistirse a lo mediático. Y bien que hace. Hoy en día, la tele es lo que más funciona para resolver cosas aparentemente insolubles.
Hace poco, la jerarquía católica de la isla lo trasladó de Santiago a Cienfuegos, justo después del ciclón. Es como si le hubieran bajado la categoría. Santiago no solo es la segunda ciudad en importancia, sino la cuna del movimiento UNPACU (Unión Patriótica de Cuba), que en estos momentos está siendo el grupo más temerario de la  oposición.
Claro que se trata de un cura incómodo, pero ya se ve lo libre que es. Habla por teléfono con los medios anticastristas, ayuda a los damnificados con donaciones independientes (Rodiles envió a Santiago paquetes humanitarios que él mismo distribuyó), viaja a Miami y en la “mata” del exilio se entrevista con Bayly, dejándole un hueco en su agenda para bautizar al crío.
Más allá del show, el cura sabe lo que hace. Y la Iglesia en Cuba, ahora aliada del gobierno, parece que también.

Vea el programa en YouTube




viernes, 30 de agosto de 2013

Bacalao con pan



Anoche estuvo Chucho Valdés en el show nocturno de América Tevé, TN3, que conducen los carismáticos Carlos Otero y Omar Moynelo, junto a la no menos atractiva Nadia Rowinsky. La presencia de Chucho, que, en honor a  la verdad, nos tomó por sorpresa, subió el nivel del programa, tan solo por aparecer allí uno de los mejores pianistas de jazz del mundo, ganador de varios premios Grammy e hijo del ilustrísimo Bebo Valdés, fallecido en Málaga hace muy poco tiempo.
El ex director de Irakere accedió a una brevísima entrevista de Moynelo –hace unos 25 años que no nos veíamos, dijo el presentador- en la que se le escaparon suspiros al hablar de su padre, recordarlo e incluso, con lo parsimonioso que es, contar alguna anécdota. La mini entrevista se ilustró con imágenes del reencuentro entre padre e hijo en el documental Calle 54, mérito del cineasta español Fernando Trueba.
No hablaron de política, pero tampoco lo esperábamos. Todos sabemos que Chucho entra y sale del país y le interesa mantener esos vínculos.
Lo curioso es que aparezca en la tele de Miami, porque viajes privados a esta ciudad debe haber tenido muchos. Pero las cosas han cambiado. Miami tiene estos programas de entretenimiento, enfocados principalmente en el mundo cubano, en los que no se habla de política y pueden presentarse allí músicos y actores que viven en la isla.
Yo le dije a mi mujer que esto era impensable 15 años atrás.
De hecho, los propios presentadores eran eso mismo allá, y han trasladado su oficio a los platós del sur de la Florida. Es de suponer que por la amistad entre Chucho Valdés y Carlos Otero, el gran pianista haya salido en ese programa que suele llevar músicos de pésima calidad.
Sentí un poco de pudor al ver a Chucho entre esas coristas de TN3 que bailan tan mal y van semidesnudas, sin que esto último se entienda como mojigatería, sino que no cuadra bien la imagen. Menos mal que no se les ocurrió sacar a la pianista acompañante del programa que, para mi gusto, canta fatal.
Para despedir al gran jazzista, la solución que dieron, con recursos propios, fue acertada: Un tumbao de Bacalo con pan en las manos de Chucho Valdés y una banda acompañante de fondo, la que siempre está en el programa.
Algo breve y emblemático.
Ya ya está.


lunes, 26 de agosto de 2013

Cigarreta


No es que yo quiera castigarte, mi amor; es que prefiero compartir contigo todo esto antes que con otra persona. Mira: Estamos solos. Además, va llover en cualquier momento y se borrará todo tipo de huellas.
Así que comienzo por el principio.
A mí papá lo fueron a buscar y dijo que no, que él se quedaba porque se había enamorado del proyecto revolucionario. También, claro, se había enamorado de aquella mujer muy guapa que luego sería la madre de mi hermana. La trigueña que llegó a la isla atraída precisamente por la revolución, dejando atrás sus raíces, su cultura, su origen europeo. Esa mujer estaba encandilada por los procesos de izquierda latinoamericanos, que en aquel entonces tenía en Cuba el foco mayor. Y se fue hasta mi país, ya te digo, supuestamente a hacer o a formar parte de la revolución.
Mi padre y ella se separaron al poco tiempo de tener a la niña. Ya no estaba tan enamorado de la revolución y comenzaba a sentir miedo del totalitarismo que se había instalado en todos los órdenes de la vida. Pero nunca más saldría de allí. Murió sin ver esto.
Ella, muchos después, desencantada de las izquierdas latinoamericanas y en particular de la corrupción y el totalitarismo que se habían apoderado de todo, pudo escapar en una cigarreta pagando a unos traficantes del sur de la Florida. Y vino para acá, para Miami. Aquí vive todavía, cerca de esta playa.
En síntesis, nuestra historia se resume a un encandilamiento por la revolución, a veces dudo si el encandilamiento fue hacia un dictador.  Se resume a eso y a un profundo mar en el medio y a una embarcación de ida y vuelta que ha ido trayendo nuestra cultura poco a poco, a lo largo de cincuenta y pico de años.
Producto de esto que te cuento, estamos aquí. Los niños, por supuesto, no se enterarán hasta más adelante, pero algún día lo sabrán todo. Mientras tanto, que disfruten.


 Foto del autor


viernes, 16 de agosto de 2013

"Cantos", el pecho apretado


Para lograr postales tan intimistas, el realizador tuvo que crear un rappor antes, o bien disponer de muchísimo tiempo 


El documental Cantos, del realizador Charlie Petersmann, anda dando vueltas por ahí luego de ganar Mención Especial en el Festival  Visions du Réel,  Suiza, de este año. No es el Buena Vista Social Club pero también habla de Cuba. Y lo hace desde una perspectiva absolutamente intimista, lo cual, como mismo retrató Fernando Pérez a esta tierra olvidada en Suite Habana, trasmite el dolor a punta de pala.
El ambiente derruido de viviendas, infraestructuras en Cuba es lugar común a estas alturas. Se ha visto incontables veces –nunca sería demasiado- a través del lente del viajero que, siendo aficionado, suele ser mucho más realista. Y como decíamos arriba, se ha visto a través del prisma de un realizador honesto como Fernando Pérez y de otro con mucho oficio y olfato como lo es Wim Wenders.
Ahora el suizo Charlie Petersmann logra meter una cámara dentro de las mismas casas           que antes se vieron, en medio de ese paisaje de postguerra, el mismo que va durando demasiado tiempo expuesto a las inclemencias del tiempo. La cámara dentro de las viviendas tiene el encanto de mostrar cómo son las personas, cómo esas almas sobreviven en medio de tanta miseria; en no pocos casos, increíblemente, con  humor.
Para lograr postales intimistas, el realizador tuvo que crear un rappor antes, o bien disponer de muchísimo tiempo para rodar “pies” de película y luego cortar hasta quedarse con 75 minutos. Sabemos que en Cuba no es difícil conseguir determinadas entrevistas de corte intimista. Un extrajero en la isla, hasta donde sabemos, es un Dios. La pregunta que uno se hace luego de comprobar –lo sabíamos de antes pero parece que olvidamos-  la absoluta miseria de esa familia que vive en una choza de algún campo intrincado de la isla, es cómo el realizador pudo poner en paz sus emociones luego de convivir allí.
Hay cuatro personajes principales (un niño de algún ambiente marginal, un señor educado de La Habana, una bloguera independiente también de la capital), pero al menos para este cronista el más impactante es el del joven que vive en la choza antes mencionada. Se trata de la generación frustrada, todavía con fuerzas y aparente salud, pero detenida en el tiempo, en la soledad.
Tal vez alguien pueda decir que a eso es a lo que muchas personas de sociedades modernas aspiran, a la pureza del aire, a la austeridad de la vida sin una gota de estrés. En tal caso, mentirían.
Nadie puede aspirar a ver pasar el tiempo frente a unos miserables cacharros de cocina y un techo de yagua que filtra la maravillosa lluvia tropical. Viendo consumirse a sus padres –hueso y tendones son, se ve claramente- con un cigarrillo interminable en la boca.
Incluso, ese personaje es apuesto, fuerte –aunque escuálido- y nadie se explica por qué tiene que sufrir la soledad.
Es un fracasado –se dice que cumplió prisión- a quien el barco, la lancha se le fue entre las manos y nunca más  volvió a intentar la emigración, o lo que es lo mismo en Cuba: el exilio.
Hay otro personaje aleatorio que  -en ese cruce de escenas utilizado por Petersmann para dar los diferentes planos físicos, o sea, el país- pasa a despedirse porque se marcha para siempre, lo único posible en la isla, salvo raras excepciones. Entonces, la cámara capta al niño llorando y diciendo que en Cuba se vive bien. Una mentira, claro, pero sabemos que los niños no mienten.
El pequeño lo que no quiere es tener que enfrentar la distancia.
La otra imagen que uno guardará para siempre es la mirada ingenua de la hija de la bloguera independiente. Esa niña, cuyo padre nunca se menciona, tiene que vivir entre conversaciones de adultos, pero no adultos cualquiera: Son disidentes, o sea, gente triste, maltratada incluso físicamente por el poder.
El poder no se ve el en documental, no hay un policía. Y tampoco haría falta mostrarlo pues sería redundante.
El poder, la opresión, está retratado en la forma de vida, en cada interior, no solo de las viviendas pobres, sino de cada uno de esos personajes que por alguna razón se han dejado fotografiar. De ese misterio tal vez arranque el éxito de la “brutal” puesta en escena. Con ella, el género del docudrama se viste de largo.
Cantos deja el pecho apretado. Tal vez sea una frase hecha pero, cuando se tienen pocas palabras, o mejor dicho, poco espacio para calificar un producto como este, la frase es perfecta.

 En la imagen superior, fotograma de Cantos
Página oficial del documental: http://www.cantos-film.ch/en/
Nota: Esta reseña se publicó originalmente en www.cubanet.org




lunes, 12 de agosto de 2013

El puñetazo todavía duele



Finalmente, aterrizaron ayer en Miami los viejos peloteros de Industriales para celebrar un tope amistoso en algún terreno aún no determinado de esta ciudad. La empresa Somos Cuba, organizadora, tuvo el contratiempo de la cancelación de un terreno de la Universidad Internacional de la Florida (FIU), al parecer porque alguien se quejó de que, entre los visitantes, vienen peloteros que en su día violaron los derechos humanos actuando como cancerberos de los Castro.
Nada nuevo en la capital del exilio cubano: Aquí vive gente de las cuatro generaciones de cubanos  afectados por la dictadura, gente que no está dispuesta a olvidar.
La llegada de Industriales es sin dudas una noticia que, por cierto, no se ha publicado en La Habana. El tráfico de la nostalgia viaja en una sola dirección, de allá hacia acá. El día de la conferencia de prensa sobre la cancelación del terreno de FIU alguien dijo, con toda razón, que el primer partido de este simbólico reencuentro debió realizarse en Cuba, en el estadio Latinoamericano, y no aquí.
Sucede igual con la música, que dejan salir a los artistas de allá pero no dejan entrar a los del exilio, dígase Gloria Estefan, Willy Chirino o Celia Cruz, quien desgraciadamente murió sin volver a pisar su tierra.
Si es sólo una estrategia comercial la llegada de Industriales en Miami –cosa bastante difícil de creer-, sin dudas abre una puerta al tan deseado encuentro de la nación.
Como estaban otorgadas las visas por parte del gobierno norteamericano, los “viejos” peloteros viajaron para presentarse en Tampa los días 23 y 24, pero todavía no hay seguridad de que puedan jugar en Miami.
Se supone que sí, que algún terreno conseguirán, pero al menos la bronca está rodando desde el principio.
Sería ideal que Javier Méndez y Padilla pudieran disculparse, frente a frente, con el exiliado cubano al que agredieron físicamente en Winnipeg, durante la semifinal de los Juegos Panamericanos de agosto 1999.
Ese puñetazo en pleno rostro a un hombre que saltó al terreno con un cartel opositor todavía duele.

Foto: Del perfil de Facebook de mi amigo Jorge Ebro, cronista deportivo de El Nuevo Herald, quien aparece aquí retratado con Armando Capiró, uno de los mejores bateadores de todos los tiempos. La imagen fue tomada ayer en el aeropuerto de Miami.


jueves, 8 de agosto de 2013

Sentir el final es diferente que pensarlo



A  Jorge Luis García Pérez, más cocido como Antúnez, se le anudó la garganta ante la pregunta de una periodista, esta mañana, en la Casa Bacardí, de Miami:
-¿Qué opinión le merece el exilio cubano?
Lo más probable es que esa pregunta rondara su cabeza durante años, pero casi seguro nunca imaginó responderla a 90 millas;  o sea, en la capital propiamente dicha del exilio.
Las cosas han cambiado. Opositores salen de la isla y son recibidos como lo que son, héroes. Son los superhéroes de nosotros que nos fuimos. De carne y hueso, hablando por primera vez ante decenas de periodistas de medios fuertes interesados en su lucha, en sus proyectos, en cómo fue ese presidio político.
¿Por qué, a diferencia de nosotros, éstos eligieron hacer la oposición dentro? Hay que ser muy valientes.
Véase que los valientes también lloran. A Antúnez se le anudó la garganta –tomó aire para seguir y pidió perdón a la periodista- y a su esposa Iris Tamara Pérez, que ha sido arrastrada por las calles de Cuba, golpeada, encarcelada, que sostuvo una huelga de hambre, las lágrimas se le salían a chorros.
Una mujer del público puso sobre la mesa un paquete de pañuelos desechables.
En esas lágrimas iban comprimidos más de cincuenta años de dictadura .-la más larga del mundo todavía ejerciendo-; iban incluidos los muertos en paredón y en el Estrecho de la Florida; iban juntos todos aquellos que, en los 80, fueron vejados, apedreados, expulsados a huevazos del país que los vio nacer. Porque, según el gobierno, aquellos eran “escorias”.
¿Habría alguna “escoria” dentro del público de hoy?
Y también esas lágrimas brotaron por el largo presidio político, que retuvo  -retiene- a tantos opositores cuya lista se haría extensa para este post. El Comandante Huber Matos, viejito, delgado, enjuto, estaba sentado en primera fila. Él fue de los que cumplió  largo cautiverio, por, abiertamente, oponerse a Fidel, a ese anciano terco, déspota, que es el máximo responsable de nuestra tragedia nacional y que aún vive en la otra orilla.
Con lo sucedido hoy, me da la impresión de que estamos llegando al final. Ni siquiera pienso en eso a menudo, pero hoy lo sentí. Sentirlo es diferente.


 Foto del autor



viernes, 2 de agosto de 2013

Fondas de Miami (II)


Para Valia Garzón


La Casita, de la calle 8 con Galiano, es un sitio donde se come bastante bien, casero, y a precio razonable. El ambiente me recuerda alguna cafetería de El Vedado. Tal vez El Potín, salvando las distancias con el delicioso restaurante con terraza que hace esquina (¿existirá?) en Línea y Paseo.
Ahora tengo prácticamente una oficina allí. Mis citas de trabajo y sociales transcurren de frente a una carne ripeada, plátanos maduros y arroz blanco. O Vaca Frita. O tasajo en salsa o frito, todo guarnecido con tostones o yuca con mojo. Y café al final.
El  “cliente” de hoy pidió unas masas de cerdo fritas, arroz blanco y yuca.
Nos pedimos una cerveza antes para licuar de cierta manera todo el tiempo que había transcurrido entre que nos graduamos de la Facultad de Periodismo de La Habana (fue en el 92) y este encuentro en el Miami céntrico. Pero no pudimos conversar mucho porque allí sirven rápido. Hay camareros constantemente sirviendo agua helada y preguntando cómo va todo.
Veintiún años –él se vino directamente aquí y yo había estado largo tiempo en Barcelona- pasaron comprimidos por culpa de la degustación, además de las prisas, porque los dos teníamos más trabajo que hacer.
De Jorge Ebro, cronista deportivo de El Nuevo Herald, siempre me acordé en España. El río que lleva como nombre su apellido es uno de los más importantes de la península. Pero no solo por eso.
Cuidando ancianos en Barcelona siempre salía a colación la Batalla del Ebro, una de las más largas y sangrientas de la Guerra Civil.
La singularidad del apellido hizo que lo llamáramos así durante toda la carrera. Mi tocayo logró escaparse de Cuba –luego de intento fallido en rústica embarcación- a través de México, mintiendo a las autoridades de la prensa insular. Como mismo hice yo un año después. Un viaje profesional, un congreso que nos espera, en fin, nada más lejos de eso.
Le ha ido bien. Tiene un hijo nacido aquí y una mujer espectacular que lo atrapó en el último año de Periodismo, cuando ya nos disponíamos a encauzar una vida “civil”.
Pero ella no vino hoy a almorzar. Prefirió dejarnos solos, como si fuéramos una pareja de novios que necesita hablar.
Ebro no pidió postre. Yo, por supuesto, tampoco. Pedimos café.
A él lo tacho de la lista, mientras sigo esperando otros reencuentros en el mismo lugar, que queda a un tiro de piedra de mi oficina verdadera.




martes, 30 de julio de 2013

¿48 significa algo en la charada?


Seguro que sí, pero la verdad es que no quiero enterarme.
El tiempo pasa veloz, demasiado rápido para haber comenzado una nueva vida en Miami, ciudad que me abrió el corazón y me dio trabajo.
Llegar aquí es como revisitar Cuba tantas veces sean  necesarias.  Aquí está todo el mundo y mucha gente es feliz aquí, y no pocos mueren aquí.
Para mi 48 cumpleaños, la casualidad quiso que muriera Guillermo Álvarez Guedes, seguramente el cómico más grande, más conocido que ha tenido la isla. Los cassettes con sus chistes corrieron de mano. Para los que nunca lo conocimos personalmente –me dijeron hoy que era muy serio-, Álvarez Guedes era una voz que captaba perfectamente la idiosincrasia nuestra, el costumbrismo, incluyendo, por supuesto, la histórica homofobia nacional.
Álvarez Guedes, desde la isla, era Miami, y viceversa. Así que el simbolismo es total si el viejo comediante muere un día como hoy. No porque yo cumpla años, obviamente, sino porque hoy mismo se presentaron en esta ciudad dos jóvenes juristas independientes que hacen la oposición desde adentro.
Con Álvarez Guedes se va una Cuba y con estos juristas comienza a andar otra.
Dinámica natural de la vida o dialéctica de las generaciones.
Me honra la visita hoy en Cubanet –web site donde trabajo- de Laritza Diversent y Veizant Boloy. De la misma manera, siento tristeza por la noticia de que una Cuba ha partido, la más dura, la más triste, a pesar de los chistes. Ha pasado demasiado tiempo.


Foto de Armando López

jueves, 25 de julio de 2013

Trenes españoles, que no sea la nave del olvido


La noticia espeluznante sobre el descarrilamiento ocurrido ayer en los predios de Santiago de Compostela, me hace querer más a España, paradójicamente. Leyendo el suceso me entró dolor, me recorrió de arriba a abajo. Las fatalidades pueden estar en cualquier sitio, pero parece ser que también suelen estar escritas y no las atendemos.
En el viaje inaugural de esa ruta, Madrid-Ferrol, en el mismo tramo siniestrado, el tren saltó más de lo debido al tomar la curva pronunciada que obliga al maquinista a reducir la velocidad antes de entrarle, a reducir bruscamente, en poco tiempo, en poco espacio, de 200 kilómetros por hora a 80. Una barbaridad.
Uno se pregunta si era la primera vez de ese maquinista por la fatal curva, o si un conjunto de cosas ha derivado en el que tal vez sea el peor accidente ferroviario de la historia de España.
Un conjunto de cosas confluyen para que se tenga en cuenta que hay un error de trazado en la vía, según se puede concluir en notas de prensa que avanzan incluso más rápido que la investigación.
¿A quién se le ocurrió que un tren de alta velocidad puede cambiar tantas veces de calidad de vía, desde la construida hoy hasta la vía franquista que se remonta, ya sabemos, a los años 60 ó 70?
Como viví años en España, sé muy bien que el tren de alta velocidad es uno de los pilares políticos, tanto de socialistas como de derechas. Llevar la alta velocidad –inaugurada entre Madrid y Sevilla en la expo universal del 92- a la mayoría de las grandes ciudades españolas es no solo un reto, sino también una inversión, pero, ojo, una inversión delicada.
Como en Cuba –donde el triunfalismo es bandera política-, en España también hay prisas por inaugurar, por construir. Las obras quedan y, por el camino,  muchas veces un montón de irregularidades que van desde beneficios a amigos y parientes hasta caprichos de ingeniería, relacionados con el ya famoso, e internacional, macho ibérico.
¿Ahora quién pagará los platos rotos?
Muy probablemente el maquinista que, atrapado entre los hierros, solicitaba por radio que  no hubiera muertos.
Su cabeza, obviamente, nunca más estará tranquila. Pero los que proyectaron el arriesgado enlace de vías, quienes lo aprobaron a alta velocidad, tal vez deberían comenzar ya a purgar su conciencia.
Ojalá se sea honesto y limpio esta vez, en honor a la memoria de esas casi 80 muertes y decenas de heridos.
El desastre ecológico del Prestige, también ocurrido en Galicia, si no recuerdo mal se cebó con el capitán del barco.
Un pobre hombre, tal vez.


Foto: El presidente del Gobierno Mariano Rajoy, junto al presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, en el lugar del siniestro, 25 de julio de 2013.
LALO R. VILLAR, El País.

viernes, 19 de julio de 2013

Fondas de Miami (I)


El aspecto de pueblo, de pueblo extendido que tiene Miami lleva implícito el sentido gastronómico abierto. Hay cientos de fondas donde –no siempre- por un precio aceptable se puede comer mucho y sabroso. Quiero decir, que sirven así.
Quien escribe, usualmente, paga la completa, almuerza y termina el plato por la noche compartido, porque si algo bueno tiene “el sistema” es que no da vergüenza llevarse las sobras. Todo lo contrario, te la envuelven como señal de amistad.
Tiene lógica que si uno paga y está bueno “arrastre” el manjar.
En las fonditas dispersas en norte y sur de Miami está toda Cuba, en síntesis. Hoy en una marisquería hablamos de Camagüey, la ciudad atravesada por líneas de trenes, señorial, antigua, la villa fundada por los españoles donde –hasta que dejé de visitarla en los 90- había una inmensa cantidad de hoteles per cápita.
-Chiquiticos, pero acogedores- rectificó Maritza, la camarera.
Pensó que le iba a hablar mal de Camagüey, tal vez por la costumbre habanera de mancillar las provincias.
El recuerdo se me disparó hacia los festivales de teatro de Camagüey y sobre eso hablamos. También sobre el Hotel Plaza, donde yo me quedaba.
Estoy conociendo las fondas poco a poco, los mediodías sobre todo. Me lleva el que aparece en la foto, un señor trotamundos (Armando López, por más señas) al que agradeceré siempre estos primeros pasos en la ciudad eterna, no en el sentido de Roma, obviamente, sino en el de las distancias que aquí se traducen en millas.
Siete dólares y pico –del precio de la cerveza de botella ni hablar- respondieron a un arroz amarillo casero, filete de pescado grillé (¡qué manía con la mantequilla, por favor!) y plátanos maduros fritos.
No está mal. Sobre todo por lo pintoresco del lugar. Es una pescadería con fonda que está en la avenida 37 del Nort West y la calle cinco o seis, si no recuerdo mal.
Dice Armando:
-Con esta comida y esa salsa de fondo –se refería a una música para bailar de los ochenta- parece que estamos en México.
Pensé que podría ser, como mismo cualquier otro lugar de Latinoamérica. ¿Pero por qué no la Cuba sencilla y alegre que alguna vez soñamos tener?


Foto del autor

viernes, 12 de julio de 2013

Willy Toledo, el fantoche en su laberinto



Muchos cubanos no toleramos las bufonadas del actor español militante de Izquierda Unida. Reacción espontánea: hierve la sangre.
Que se vaya a vivir a La Habana porque está cansado de España –según sus palabras- intentando cambiar de aire, es la mayor coherencia que exista: Toda Cuba tiene un aire distinto, el de la decadencia.
Ojalá que algún día La Habana goce de la decadencia como Lisboa -tan parecida ciudad-, pero todos sabemos lo difícil que sería mientras la dictadura mantenga su bota, caprichosa y hostil, encima.
Ojalá Willy Toledo vea en La Habana lo duro que es hacer una revolución de claveles –como hace la disidencia pacífica de la isla- con la policía política dando porrazos solo por el hecho de disentir, algo tan natural en su país.
Me pregunto adónde irá a parar con su pésimo histrionismo, que no solo se ve en la pantalla, sino también en su proyecto de abogado del Diablo. ¿Quién lo va a contratar en Latinoamérica? ¿Productores chavistas?
¿Con cuántas libertades –léase garantías- que no tienen los de allí gozará en Cuba?
Ojalá nos alcance el tiempo para presenciar la caída del trampolín de este trasnochado comunista, que ni siquiera ha tomado en cuenta la debacle del sistema, que se burla de las víctimas del estalinismo y de nosotros, víctimas del castrismo.
El juego sucio de uno de los peores actores de la televisión española –fatal en su personaje de profesor de autoescuela- y de quien lo animó a mudarse a La Habana será en breve un callejón sin salida.
Vivir para ver.


miércoles, 10 de julio de 2013

Adiós a Concha García Campoy


Me duele profundamente  cuando alguien de buena fe, con encanto además, sea un elegido del cáncer. Ya sé que le puede tocar a cualquiera, pero uno no deja de recibir el apretón interior de pecho cuando se desayuna con la terrible noticia de que un ser querido ha muerto de repente.
Concha García Campoy, 54 años, acaba de morir en Valencia.
Fue la presentadora de la televisión española que me acompañó cada día en Las mañanas de cuatro, cuando el autor de este blog era un desempleado –no totalmente porque me gusta escribir- y el mundo y sobre todo el tiempo le hacían líos en la cabeza. Ella, con ese saber estar, transmitía desde la pantalla cierta seguridad que al menos a mí me insuflaba optimismo.
Era como la expresión “no todo está perdido”. La misma televisión con sus programas de cotilleo rebasaban mi paciencia, en esa incertidumbre del emigrante que mata poquito a poco,  cuando uno no tiene adónde ir más allá del destino que ni siquiera eligió.
Con ella se relativizaban más fácilmente las cosas, ya digo, por esa seguridad que insuflaba. Además, era hermosa, atractiva, al menos para mí.
Era diferente.
Se hacía respetar.
Se fue a la porra cuando Telecinco compró a Cuatro, o lo que es lo mismo, compró a CNN. Y ahí se acabó la buena televisión, la más seria que había por aquellos 2008, 9 ó 10. Ya ni recuerdo.
Concha pasó a continuación a Telecinco y ahí, al parecer –lo digo porque me fui de España- le avisaron de que tenía leucemia y ella dijo que lucharía con todas sus fuerzas, contando con el cariño de la audiencia.
54 años, ¡manda carajo!
¡Qué injusta es la vida!
Adiós, te recordaré, guapa.


lunes, 8 de julio de 2013

San Fermines en Miami


El Nuevo Herald es un periódico que se las inventa en el aire.
Bajo el epígrafe –tal vez imaginario- de noticias locales, publica en estos días un reportajillo sobre cómo españoles de Miami celebran los San Fermines.
Hablaban de un chupinazo (cohete de arrancada) que tuvo lugar en Brickell –centro de negocios-, en los bajos de un edificio donde está uno de los Cien Montaditos de la ciudad. Es la cadena ibérica de comida para picar que sirven unos bocadillos chiquiticos que te dejan con hambre; eso sí, en cajitas monísimas para llevar.
Pues bien, la  arrancada fue en el de Brickell, con el gerente comercial hablando con la prensa y recordando la importancia de las crónicas de Hemingway sobre los toros que mueren en estas fechas delante de un pueblo enardecido, cada vez más internacional. Todo un hecho cultural único.
-Estamos en conversaciones con el Condado de Miami- más o menos fue así- para que nos permita correr toros en estas calles-, decía una entrevistada española como miembro de un club nostálgico.
O sea, celebrando San Fermines sin toros todavía, pero con toda ilusión.
Las ilusiones son válidas. Lo que tal vez no lo sea tanto es que un periódico que se respete se haga eco de semejante ensoñación.
El día que Delicias de España –este sí es un clásico de la nostalgia en Miami- baje los precios lo creeré.
Mientras, sigo riendo de cómo el Herald en español infla globos buscando noticias de la ciudad.


Foto: José Enrique Zaldívar, Pamplona, esta temporada