Adelantado a la función inaugural de esta noche en L’Auditori, puedo decir que prácticamente desayuné un puré de sustancias extrañas cuando me presenté a las once y media de la mañana como parte de un público selecto –no por refinado- en el ensayo general de Carmina Burana.
A esa hora el cuerpo no es capaz de asimilar totalmente todo lo que le den. Más si, como hice yo, el “respetable” se tiró un poco tarde de la cama. Pero fue una experiencia diferente, supongo, por el estado de ánimo, diferente a la que tendrán por la noche todos en la sala principal de esta importante institución barcelonesa.
Cuando digo “puré” me refiero a lo suave que entró el espectáculo por todos los sentidos –se olía a primavera, a pesar de los siete grados húmedos y grises que había afuera. La Fura dels Baus es un grupo especialista en lograr lo espectacular asumiendo el riesgo de la lucha contra la fuerza de gravedad, utilizando aparatos y mecanicismos en general que no por arriesgados dejan de inspirar confianza. Estamos hablando de un ambicioso montaje de Carlus Padrissa en el que los personajes literalmente vuelan o se sumergen en un estanque de cristal. Una puesta en escena tan sensual –la primavera, repito, es la premisa- que ofrece el desnudo del cuerpo humano en perfectas dosis, planos físicos e ilusionismo.
Pero el gran logro de esta cantata universal, compuesta por el músico alemán Carl Orff, está en la combinación de las imágenes visuales con la presentación in situ de una orquesta sinfónica y un coro.
Hoy en día si alguien quiere ser postmoderno tiene que echarle manos al recurso multimedia, a las proyecciones de imágenes y el ilusionismo cirquero de toda la vida. En este apartado, hay que decir que fue perfecta, primero, la fabricación de las imágenes, y luego la sincronización de éstas con las acciones. El creador quiso tener a la filarmónica dentro de un cilindro de tela traslúcida; la coral a ambos lados, divididos por sexos, y algunos actores que se escapaban al patio de butacas. O sea, también interactividad teatral. Elenco gigante –contando a la orquesta y el orfeón-, dispositivos de imagen –incluyendo el retroproyector-, gigantismos creados con una grúa que unas veces se ve y otras no se ve, y perspectiva en cenital sin que el espectador se mueva de su asiento de platea baja.
¿Cómo lo lograron?
Pues el cilindro es flexible y cambia la perspectiva.
Incluso se aprovecha como ambientación el sonido de los motores que mueven el cilindro. Todo se esconde y todo se descubre a conveniencia.
Habría que elogiar la actuación de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León dirigida por Alejandro Posada. Al Orfeón Pamplonés por el magnífico acoplamiento de su oficio a la magia del espectáculo, y, principalmente, habría que destacar el trabajo audiovisual de Full Animation, la empresa que, como es regular, participa en los montajes esperpénticos de La Fura dels Baus.
Y, faltaría más, la entrega en cuerpo y alma de los solistas del bel canto, todavía a media potencia, pero magníficos interpretativamente a tan tempranas horas. Se estarían reservando para la inauguración oficial en Barcelona, que tendría lugar unas horas después.
Algo además para agradecer sinceramente –como todo aquí- es el subtitulaje de los cantos originales en latín. En Barcelona los han puesto en catalán, y es de suponer que en el resto de España salgan las letras en castellano. Cosa curiosa: no es subtitulaje, sino sobretitulaje, ya que el panel cuelga del techo.
El director Carlus Padrissa ha aprovechado el recurso operático de los cambios de escena en los que queda un margen vacío, algo necesario ya que resultaría imposible esconder el andamiaje pesado de esta obra que transcurre en un acto. Hasta ahí estamos de acuerdo.
Lo que sí noté que el escenario resultó pequeño. Quizá el cilindro –eje central- haya sido proyectado para una sala con mayores dimensiones. Soy curioso y me fijé en que el orfeón estaba abigarrado en los laterales; se ve, por mucho que la propuesta visual se decante por el efecto túnel.
Cuando digo “puré” me refiero a lo suave que entró el espectáculo por todos los sentidos –se olía a primavera, a pesar de los siete grados húmedos y grises que había afuera. La Fura dels Baus es un grupo especialista en lograr lo espectacular asumiendo el riesgo de la lucha contra la fuerza de gravedad, utilizando aparatos y mecanicismos en general que no por arriesgados dejan de inspirar confianza. Estamos hablando de un ambicioso montaje de Carlus Padrissa en el que los personajes literalmente vuelan o se sumergen en un estanque de cristal. Una puesta en escena tan sensual –la primavera, repito, es la premisa- que ofrece el desnudo del cuerpo humano en perfectas dosis, planos físicos e ilusionismo.
Pero el gran logro de esta cantata universal, compuesta por el músico alemán Carl Orff, está en la combinación de las imágenes visuales con la presentación in situ de una orquesta sinfónica y un coro.
Hoy en día si alguien quiere ser postmoderno tiene que echarle manos al recurso multimedia, a las proyecciones de imágenes y el ilusionismo cirquero de toda la vida. En este apartado, hay que decir que fue perfecta, primero, la fabricación de las imágenes, y luego la sincronización de éstas con las acciones. El creador quiso tener a la filarmónica dentro de un cilindro de tela traslúcida; la coral a ambos lados, divididos por sexos, y algunos actores que se escapaban al patio de butacas. O sea, también interactividad teatral. Elenco gigante –contando a la orquesta y el orfeón-, dispositivos de imagen –incluyendo el retroproyector-, gigantismos creados con una grúa que unas veces se ve y otras no se ve, y perspectiva en cenital sin que el espectador se mueva de su asiento de platea baja.
¿Cómo lo lograron?
Pues el cilindro es flexible y cambia la perspectiva.
Incluso se aprovecha como ambientación el sonido de los motores que mueven el cilindro. Todo se esconde y todo se descubre a conveniencia.
Habría que elogiar la actuación de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León dirigida por Alejandro Posada. Al Orfeón Pamplonés por el magnífico acoplamiento de su oficio a la magia del espectáculo, y, principalmente, habría que destacar el trabajo audiovisual de Full Animation, la empresa que, como es regular, participa en los montajes esperpénticos de La Fura dels Baus.
Y, faltaría más, la entrega en cuerpo y alma de los solistas del bel canto, todavía a media potencia, pero magníficos interpretativamente a tan tempranas horas. Se estarían reservando para la inauguración oficial en Barcelona, que tendría lugar unas horas después.
Algo además para agradecer sinceramente –como todo aquí- es el subtitulaje de los cantos originales en latín. En Barcelona los han puesto en catalán, y es de suponer que en el resto de España salgan las letras en castellano. Cosa curiosa: no es subtitulaje, sino sobretitulaje, ya que el panel cuelga del techo.
El director Carlus Padrissa ha aprovechado el recurso operático de los cambios de escena en los que queda un margen vacío, algo necesario ya que resultaría imposible esconder el andamiaje pesado de esta obra que transcurre en un acto. Hasta ahí estamos de acuerdo.
Lo que sí noté que el escenario resultó pequeño. Quizá el cilindro –eje central- haya sido proyectado para una sala con mayores dimensiones. Soy curioso y me fijé en que el orfeón estaba abigarrado en los laterales; se ve, por mucho que la propuesta visual se decante por el efecto túnel.
1 comentario:
Me hubiera gustado ver eso!
Espero que estés bien por allá. Aquí nieva hermoso y abundante!
Besos...
silvita.
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