Se acabó lo que se daba. Ya no veremos cada tarde esos ojos almendrados, puestos por la genética más divertida encima de una sonrisa de campeonato. Ya está bien de relajo en la sobremesa. Relajo, en la amplia gama de familia de palabras, es lo mismo que relajación. Y relajación es constatar cada día que el talento y la belleza acoplados pueden llegar lejos, al menos en la comprensión que los justos tenemos de la vida.
Lourdes Guadalupe –Lupita, como la virgen venerada en México- tiene doble sentido de la esperanza. Aquí en España se bendice al primer nombre. Pero ni los milagros más capaces pudieron salvarla de los desatinos de esta sociedad. No solo lo dio todo, como se dice habitualmente, sino, además, Lourdes ofreció un hilo de comportamiento estable en Fama, ¡a bailar!, el reality show que acaba de finalizar luego de casi medio año en pantalla. Aun soportando –y nunca mejor dicho- el peso de una pareja tan indisciplinada como fue la suya: Jonathan, el joven díscolo que no cree en nada ni en nadie para salir en portadas.
Creo que lo que mantuvo a Lourdes con una sonrisa hasta el final fue la ilusión. Era la ganadora a todas luces de un programa que este año ha optado igual por el cotilleo que por la danza. Pero ella tenía un superobjetivo y vio que esta era su oportunidad. Temperamental, sensual y conquistadora con las poses –elegante también sin ser mujer de un metro ochenta-, su robo de cámaras responde a su fuerza, simplemente a la ilusión. Muy contrariamente a su partener que, con buenas dotes histriónicas y escénicas en general, eligió el camino de la interactividad directa con el televidente.
Y así ganó, en solitario, votado mayoritariamente por las “niñas” de este país.
Esta sociedad está muy jodida. Pero eso ya lo sabemos hace rato. Lo que no acabamos de asimilar bien es que, luego de tantos meses de rigor y vaivenes emocionales, el resultado descanse en manos de la población adolescente enganchada al teléfono móvil. No, esa fórmula sabemos que es rentable pero insulta al telespectador y más aún a una competidora como Lourdes.
Con el paso del tiempo, la cadena Cuatro se ha ido decantando por la frivolidad y ha decepcionado a un montón de gente. No comenzó así. Incluso, este mismo programa ha ido reforzando el show en detrimento de la competición artística. Sabemos que son las leyes del mercado y por tanto no nos queda más que escribir estas humildes notas.
Como nadie sabe para quién trabaja, esta cadena me regaló la alegría de Lourdes durante largos meses, y durante todo este tiempo no dejé de pensar en mi país.
Lourdes, la canaria, la tinerfeña, la insular, la sensual muchacha de origen cubano.
Ella, la danza versátil metida en medio de una selva.
Lourdes Guadalupe –Lupita, como la virgen venerada en México- tiene doble sentido de la esperanza. Aquí en España se bendice al primer nombre. Pero ni los milagros más capaces pudieron salvarla de los desatinos de esta sociedad. No solo lo dio todo, como se dice habitualmente, sino, además, Lourdes ofreció un hilo de comportamiento estable en Fama, ¡a bailar!, el reality show que acaba de finalizar luego de casi medio año en pantalla. Aun soportando –y nunca mejor dicho- el peso de una pareja tan indisciplinada como fue la suya: Jonathan, el joven díscolo que no cree en nada ni en nadie para salir en portadas.
Creo que lo que mantuvo a Lourdes con una sonrisa hasta el final fue la ilusión. Era la ganadora a todas luces de un programa que este año ha optado igual por el cotilleo que por la danza. Pero ella tenía un superobjetivo y vio que esta era su oportunidad. Temperamental, sensual y conquistadora con las poses –elegante también sin ser mujer de un metro ochenta-, su robo de cámaras responde a su fuerza, simplemente a la ilusión. Muy contrariamente a su partener que, con buenas dotes histriónicas y escénicas en general, eligió el camino de la interactividad directa con el televidente.
Y así ganó, en solitario, votado mayoritariamente por las “niñas” de este país.
Esta sociedad está muy jodida. Pero eso ya lo sabemos hace rato. Lo que no acabamos de asimilar bien es que, luego de tantos meses de rigor y vaivenes emocionales, el resultado descanse en manos de la población adolescente enganchada al teléfono móvil. No, esa fórmula sabemos que es rentable pero insulta al telespectador y más aún a una competidora como Lourdes.
Con el paso del tiempo, la cadena Cuatro se ha ido decantando por la frivolidad y ha decepcionado a un montón de gente. No comenzó así. Incluso, este mismo programa ha ido reforzando el show en detrimento de la competición artística. Sabemos que son las leyes del mercado y por tanto no nos queda más que escribir estas humildes notas.
Como nadie sabe para quién trabaja, esta cadena me regaló la alegría de Lourdes durante largos meses, y durante todo este tiempo no dejé de pensar en mi país.
Lourdes, la canaria, la tinerfeña, la insular, la sensual muchacha de origen cubano.
Ella, la danza versátil metida en medio de una selva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario