Vuelve España a una crisis de ingobernabilidad. Quiero
decir: continúa en ella. Ni Rajoy, político sin carisma, va a soltar el cetro fácilmente
-como ya demostró en estos seis meses desde que su partido ganó las elecciones
generales pero no pudo ser presidente otra vez-, ni se van a poner de acuerdo
las otras fuerzas políticas para formar coalición.
Llevan medio año en ello, entre ofertas y plantones, y
descréditos a borbotones. Ahora resulta que el PP, gobernando en funciones y
con cada día más escándalos de corrupción a sus espaldas, ha ganado 14 escaños
y le ha arrebatado el color a Andalucía, la comunidad autónoma que
históricamente se vistió de rojo.
¿Qué ha pasado? ¿Que hace falta ser investigado por
corrupción para ganar? ¿O es que la campaña populista que viene haciendo
Podemos obtuvo un efecto contrario?
Con la victoria este domingo del PP vuelve a situarse por
delante el discurso nacionalista de un país que, según dijo Rajoy al cierre de
la jornada, “es uno de los mejores del mundo y de los mejores de Europa”. Por otro lado, si quedaban dudas de hasta dónde podía calar el populismo de extrema izquierda
en una sociedad tradicionalista como la española, este domingo quedó clara la
respuesta: Contra el pasodoble no hay quien pueda.
Si comparamos el escenario que dejaron las elecciones de
diciembre pasado con las de hoy, cuyos resultados son muy parecidos, quien más
perdió fue el partido morado de Pablo Iglesias, Podemos, que necesitó aliarse
con Izquierda Unida para ir tranquilo al sufragio. Y así y todo volvió a quedar tercero, por detrás del PSOE.
Para quienes teníamos cierta duda de si por fin había
terminado el bipartidismo en las fallidas elecciones de diciembre, hoy también
obtuvimos la respuesta: Sigue en pie.
La vida les ha dado una segunda oportunidad de compartir
gobierno al PP y al PSOE. De hecho, es la única suma posible en estos momentos
entre dos formaciones para alcanzar mayoría y gobernar. No sería un mal
experimento que se vigilaran, desde el poder, los unos a los otros, a ver si de
ahí sale algo definitivamente bueno.
Son los únicos que tienen capacidad de sacar a España del
bache. Suponemos que haya que ser prácticos en estos momentos difíciles en que,
para mal mayor de la Comunidad Europea, Inglaterra los abandona a su suerte.
Ya Podemos merece descansar en paz. O no. A lo mejor
deciden seguir haciendo la puñeta.
Pero lo que se avecina en materia de negociaciones, como
mismo hace seis meses, es una montaña igual o peor. Los políticos están
cabreados. La gente en la calle está cabreada. El rey está cabreado. Los parados
saben que nadie les puede sacar de esta y por eso mismo se están largando del
país.
De ese clima sale el dato de que estas hayan sido las
elecciones generales con menos participación en la historia de la democracia
española.
Repetir las elecciones, sin embargo, ha costado 160
millones de euros, según avanzó en su día el diario El Mundo.
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