lunes, 4 de enero de 2010

La paella, Facebook y el arroz con mango



Nadie sospechaba que los cubanos de una y otra orillas pudiéramos tener a mano el intercambio de noticias en tiempo real, sistema mejorado y sin censuras (al menos oficiales) del correo postal que jamás existió en buenas condiciones.
Para esto hay que tener acceso a internet, claro, y en la isla son muy pocos los que acceden, aunque cada vez me encuentro a más conocidos y amigos por la red. Definitivamente estoy convencido de que internet será el ente público que desmonte toda la farsa de la revolución cubana y dé el golpe de gracia al régimen. No seremos los cubanos quienes rompamos en la calle el muro invisible que nos separa. Unos porque nos marchamos del país, y otros porque no han podido irse, no han querido y no han podido abrir la boca desde allí por las razones de miedo que todos ya conocemos. Excepto, no estaría de más acotarlo, el movimiento blogger alternativo que se juega el pellejo narrando el acontecer cubano sin adornos, y a quienes el gobierno, a falta de argumentos más sólidos, ha dado en llamar mercenarios. Un viejo epíteto, gastado, infantil, injurioso.
¿Entonces todos somos mercenarios?
El caso es que ahora está de moda tener una cuenta en Facebook y ahí es donde se complica –hablando cubanamente- el dominó.
Un país como Cuba que es un pañuelo, donde casi todo el mundo tiene un conocido que conoce a la persona que acabamos de conocer -¡las líneas de conexión cubanas son más complejas que una estructura gramatical castellana!- es caldo de cultivo ideal para las redes sociales en internet. Desde la isla me han solicitado acceso a mi red varios conocidos de la universidad y otros amigos más profundos. Como ya no tengo tanto miedo a decir nada ni a que me lean lo que siento, autorizo la mayoría de las veces la solicitud. ¿Qué puede pasar? ¿Que alguien en Cuba se encuentre con un texto mío que le queme la pantalla del ordenador? ¿Y si no lo acepto como amigo en Facebook pensará que no quiero saber nada de esa persona?
Solucioné este galimatías aceptando a todos, excepto a alguien que me haya hecho daño directamente y al parecer no lo recuerde. De esta manera, sumamos en lugar de restar. Mis textos no van dirigidos expresamente a nadie sino son parte de mi sistema de pensamiento, sistema escrito por razones obvias de oficio. Habrá quien lo lea desde Cuba con respeto, otros con temor, y otros con el pie perfecto para el ataque personal, en el caso este último de los ciberlacayos que hablaba Miriam Celaya en su blog disidente.
No hay que tenerle miedo, por ejemplo, ya que lo escribí sin pensarlo, a esta palabra. Disidente significa que alguien se separa de una doctrina, creencia o partido, según el Larousse. Pero sabemos que en Cuba ese término quema, no solo los labios; también quema los sueños o planes a corto plazo.
Voy a referir un ejemplo concreto y no voy a mencionar nombre porque todavía no estamos a punto de obtener la verdadera libertad de expresión entre cubanos de las dos orillas. El que vive en nuestra querida isla tiene miedo a las represalias, como mismo lo tenía yo cuando vivía allí:
-¿Qué tal, fulano? Te deseo un feliz año nuevo -entré con toda naturalidad.
-Lo mismo para ti. Estoy bien, con mis líos de siempre…el trabajo, los niños…-responde mi amigo.
-Oye, ¿leíste lo que escribí por fin de año? –pregunto con toda naturalidad.
Se crea un vacío. Veo que está escribiendo algo según el icono pequeñito de Facebook, pero luego veo que lo borra. Tarda en responder. No quiero hacerle otra pregunta ni cambiar de tema. Lo dejo pensar. Si cambio de tema se lo pongo fácil. En realidad no quiero provocarlo, sino hablar de nosotros porque tengo en línea a uno de mis mejores amigos de toda la vida y esa oportunidad no quiero perderla, debido a la diferencia horaria y las escasas posibilidades de conexión en la isla. La pausa continúa. ¿Habrá ido al baño? ¿Se habrá cortado la luz? Chequeo el estado de conexión de mi amigo. El sistema me indica que fulano sigue conectado. Continúo esperando.
Por fin se decide a responder. Leo esto, una pregunta:
-Chico, ¿por qué no escribes del metro de Madrid o de la paella?
Me quedo perplejo. Analizo. Pienso mi respuesta. En realidad, en ocasiones sí he escrito sobre esos temas. Este blog tiene muchas anécdotas sobre el metro de Barcelona. Entiendo que es una manera de decirme que le molestan mis temas disidentes, “contrarrevolucionarios”. También me pasa por la mente la posibilidad de que mi amigo me quiera proteger, sugerir que no juegue con esos asuntos ya que todavía mi madre vive en Cuba. ¿O es que quizá mis reflexiones o descargas le quemen la pantalla de su ordenador? ¿Qué prevalece en este caso concreto? ¿El egoísmo o la protección del amigo?
Decido seguir siendo yo mismo, el que intenta superar el miedo cada día aun viviendo a miles de kilómetros de La Habana. Lo consigo. Respondo:
-Coño, fulano, sobre esos temas en concreto ya escribo, pero no todos los días la paella valenciana es noticia.
Siento la tensión en sus manos, en su mente. Es un privilegio acceder a internet donde él está. No quiere perder ese acceso. Lo entiendo. Así que cambio de tema. Nadie revisará su chat de Facebook. Tiene internet en casa. Su ordenador es privado. Que sepa yo, él no es una persona tan importante como para que espíen todos sus movimientos. Recuerdo mi vida en ese mismo lugar. A mí me hubiera resultado incómodo este mismo diálogo. Sin embargo, creo que no hubiera animado a mi amigo a escribir únicamente sobre la paella valenciana.
Con medias tintas no llegaremos jamás a ningún lugar.

(Foto del autor. Tomada en el bar La Bicicleta)

2 comentarios:

Rodrigo Kuang dijo...

Estoy seguro de que a muchos nos pasan cosas similares. Sé de algunos amigos de allá que, si bien piensan igual que yo, o peor, no se arriesgarían jamás a escribirlo sobre algún soporte de internet. Son demasiados años de paranoia. Para nosotros ya no importa, pero ellos siguen viviendo bajo el ojo del Gran Hermano, y se repliegan, a veces justificadamente, otras no.
Yo no sé si tendría un blog y escribiría las cosas que escribo si estuviese allá. No sé si sería como Yoani y Claudia, porque mi padre es militar retirado y un bateo conmigo habría sido demoledor para él y su asociacioncita de combatientes jubilados. En un sistema donde una cuenta con correíto del ministerio de cultura te la cierran por "violar el código de ética" (léase hablar mal del gobierno y que ellos ilegalmente revisen tus cartas personales para verificarlo), no sé si te escribiría lo que te escribo ahora, o si te pediría "Yoyi, no me mandes más artículos de Cubaencuentro.com, que me vas a salar la vida"...
Disculpa al socito de la paella, seguramente la curva no fue a propósito.

Jorge Ignacio dijo...

Ahí está el tema, Rodrigo. A mí no se me ocurriría jamás enviarle artículos de Cubaencuentro.com a mi socito. Lo quise decir fue que no basta con que él se autocensure por razones lógicas, si no que me invitaba a que yo me siguiera autocensurando aun viviendo en democracia. ¡es muy triste!, un abrazo.