Cachita, no te enfades
Se me hace un nudo en
las manos si tengo que escribir de Barcelona. Se lo contaba a una amiga el otro
día por chat. Le dije que no es tarea fácil arrancármela, como Toña la Negra se
arrancaba la vida cuando cantaba. Aunque la dejé escrita de algún modo muy
personal –a Barcelona, quiero decir-, se hace complicado evocarla. Algún nudo que no merezco debe haberse tejido en mi ausencia, o mejor dicho, sin
mi autorización.
Las mujeres despechadas –
con una sola basta, decía mi padre, que
en paz descanse- se habrán puesto de acuerdo para que Barcelona me dejara el
sabor amargo que tengo. Quien me conoce sabe por qué lo digo. Y no es regodeo,
por si acaso. Es que allí comenzó todo a madurar, pero de una manera que
atormentaba mucho. Llevaba de todo para protegerme, pero estuve tan obnubilado
que no atiné a la magia de mi cultura original para guarecerme en ella. Me
desboqué con la novedad y, por supuesto, enfermé de desconfianza. Eso no es
nada, lo sé; hay quien ha enfermado peor.
Pero vamos al caso:
Hasta la llegada de María a mi vida no salió del fondo de una maleta una imagen
de la Virgen de la Caridad del Cobre que llevaba de Cuba. Incluso, es imperdonable
que no sacara a tomar aire a “Cachita” habiéndome regalado la estampilla
alguien que es como mi madre; me atrevería a decir que mi propia madre que no
me parió. Belén, de quien he hablado en este blog, es una negra de Santiago de
Cuba que me cuidó lo suficiente desde niño y ojalá que la vida me permita
traerla de visita a Miami.
Belén me dio a “Cachita”
como quien no quiere las cosas, sabiendo que mi formación materialista de la
vida (marxista-leninista por inducción directa de la dictadura) no me permitía
ver más allá de lo que está a la vista. Por eso decía que la novedad hizo de
las suyas, mostrándome Barcelona tal cual.
Y yo, de todo eso, faltaría más, compré la noche.
Hasta que un día supe
que podía llevar con los ojos cerrados a cualquiera por los bares más
increíbles y dejarme la vida entera en esa jornada. Otra manera de arrancarla
de uno mismo o de que te la arranquen.
Hasta ese día no emergió
la estampita de Belén, que es de plástico y está rajada. Tal vez esto
signifique algo. María supo darle la importancia que merece al colocarla en una
esquinita de cada una de las habitaciones que tuvimos, porque, hasta que nos
casamos, nos mudamos de piso varias veces.
Las cosas comenzaron a
mejorar pero yo estaba convencido de que era por María. No fue hasta que
aterrizamos aquí en Miami que comencé a atar cabos y caí en la cuenta de que “Cachita”
estaba transferida por Belén para hacer marchar las cosas de una manera no tan
atormentada o, siendo más exacto, de una manera no tan atormentadora. Al
llegar, alguien dijo que habíamos aterrizado en la víspera de “Cachita”, un 7
de septiembre, que a su vez era el día de la Virgen de Regla, patrona de los
mares, también una diosa del panteón afrocubano.
¿Y por qué la víspera y
no el mismo día?
Es curioso: el vuelo se
retrasó un día por razones técnicas, según dijeron los del aeropuerto del
Prat. (Nos enviaron a un hotel de Barcelona donde descansamos un poco con los
niños antes de tomar un avión trasatlántico). Yo pensé que era para que me
tocara el mejor oficial de Miami. Pero parece ser que no era por eso (aunque el
agente fue amable).
Era para cerrar un
círculo porque al año y un día –o sea, la fecha de “Cachita” pero del año
siguiente- aplicábamos para la residencia aquí. Los cubanos saben cómo.
Debo decir, aunque tal
vez sea obvio, que “Cachita” está colocadita en un rincón de la máster room,
rajada y amarilla como llegó a mis manos a través de Belén. Aunque no estoy del
todo seguro si se había rajado dentro de la maleta donde estuvo antes.
Foto del autor, retrato de familia
1 comentario:
Hola, no tenía idea que habías dejado Bcn, me tocará leer más acá para ponerme al día, saludos, de momento los posts que voy leyendo siguen teniendo la frescura y la gracia de siempre.
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