Vigilantes de la Calle 8
Armando López estaba por
llevarme a El Nuevo Siglo, un supermercado donde se puede almorzar. Ayer llovía
a cántaros mientras el Ford Fusion de López desembarcaba en ese sitio del que
tanto me había hablado. Y tenía razón: aquello no hay que perdérselo de ninguna
manera.
Se entra por una puerta
de cristal –no es automática - como a cualquier supermercado, y de frente están
las cajas, con sus cubanísimas cajeras, bien maquilladas y peinadas, con
uniforme azul verdoso; un estilo aplatanado que únicamente los que vivieron en
Cuba en el capitalismo conocen. Quiero decir: los pocos que van quedando.
Inmediatamente, a la
derecha, corre una barra abierta en la que uno puede apoyar los codos mientras
almuerza. Se observa cómo cocinan y se escucha la manera de interrelacionarse
las camareras y cocineras, aunque también hay hombres sirviendo o llevando y
trayendo platos. Blancos, negros y mulatos, de Santiago, Guantánamo y otras
provincias. En fin, la cultura nacional en pleno corazón de la Calle 8, alrededor
de lo mejor que identifica a la cultura, eso que llaman gastronomía.
La pizarra, escrita con
tiza, muestra una veintena de platos típicos: ternilla, pollo a la plancha o
rebozado, hígado encebollado, pata y panza, filete de pescado, bisctec de
palomilla, todo guarnecido con arroces y viandas. Todo hecho a la orden.
Además de la barra,
están medio escondidas unas mesas altas con banquetas, al lado de la bodega de
vinos. El trato, como debe suponerse, es cercano.
Los cubanos nunca comimos
mucho pescado, por eso los platos del día “más fuertes” suelen ser los de carne
roja. Ese trauma que arrastramos con la carencia ha llevado a que las fondas
cubanas de Miami –y hasta en el Publix, que es americano- sirvan una cantidad
bárbara. En El Nuevo Siglo -¿se refiere al XXI o al que está por venir con la
caída del castrismo en Cuba?- se come felizmente por siete dólares, sin incluir
taxes y propina. Vamos a ponerle ocho. Nada caro, si tenemos en cuenta la rica
sazón de una ternilla en salsa con arroz blanco y yuca blandita con mojo.
De lo demás no puedo dar
fe de paladar. Sí decir que López casi no habló –cosa rara- disfrutando un “buque”
de pata y panza en su jugo.
Verlo me recordó los
callos en salsa de mi suegra, callos que nunca probé –la salsita sí, con pan-
por rechazo tácito a lo que no fuera fibra, bistec, entrecot, masas fritas.
Tal vez con este
concepto me esté perdiendo lo mejor.
Pues bien: el postre lo
tomamos en la panadería del propio súper, que está escondida al final del “establecimiento”.
Nos recomendaron una especie de croissant con crema, que allí se llaman “vigilantes”.
Entre risas y con mucha
parsimonia de las panaderas, vinieron a cuento los vigilantes del CDR, otro
trauma nacional.
El Nuevo Siglo, Supermarker, 1305 sw 8th st. Miami
1 comentario:
¡Qué hambre me ha dado!! Tengo que caer ir allá a almorzar en cuanto pueda...
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