Internet es bueno y
malo. Uno se entera de todo. Hoy ha muerto en La Habana, con casi 90 años, Abelardo Estorino, el dramaturgo que llevó a las tablas –porque también
dirigió- nuestra idiosincrasia sin guapería, sin facilismo, sin oportunismo.
Lo conocí personalmente
porque la vida me llevó a ser cronista de teatro. Tuve delante, en las oficinas
de Teatro Estudio, a una persona que me hizo sentir bien, con todo lo que podía haberme ninguneado. Yo era un recién
graduado y escribía la columna de teatro de Granma, el único periodiquito que
quedó en aquellos tristes años de “período especial”. El único diario, con ocho
páginas, y, de éstas, siete dedicadas a lo que no fuera cultura y deporte.
La media página que nos
quedaba debía compartir espacio con las otras artes. Quiero decir: el teatro
era la última carta de la baraja.
Conseguí colocar a Estorino en tan poco espacio y no
porque me lo pidieran, sino porque el señor seguía estrenando y se había aliado
–como actriz fetiche- a la gran Adria Santana, que, prematuramente, se fue
antes que él.
Hubo una triste e
inolvidable época en que parecía que el mundo se iba a acabar y personalidades
como Estorino se aferraron a lo mejor que sabían hacer.
Como mismo, unas décadas
antes, según me han contado, en los 70, de tantas prohibiciones el sector
artístico terminó haciendo orgías, literalmente.
Estorino fue vertical,
sobre todo un ser humano amable y dulce.
Su homólogo Pepe Triana (La noche
de los asesinos) marchó a París. Él optó por el insilio.
Se le recodará en la
prensa “seria” como el gran dramaturgo. Y en la prensa de “relajo” como el
amante de Raúl Martínez.
Nada más que decir.
Foto de Jorge Ignacio Pérez: La casa vieja, de Estorino, en un montaje de Teatro de Dos
1 comentario:
Gracias Jorge I. linda despedida.
Publicar un comentario