Fue una suerte que el
gobierno mexicano pusiera los puntos sobre las íes. Un alivio, tan puntual que
ya poco importa lo que suceda con Kate del Castillo y con el “progre” de Sean
Penn
Pocas horas después de
que saliera a la luz la entrevista de Sean Penn con el capo de la droga Joaquín
“El Chapo” Guzmán, algunos colegas en la redacción nos preguntamos si esa
conversación lanzada con orgullo a los cuatro vientos tendría consecuencias negativas
para el actor de Hollywood.
Pasaron las horas y, en
lugar de avizorarse una respuesta, la prensa internacional de diferente signo
promovía, desde diferentes ángulos, la egocéntrica conversación entre un
querido actor de la pantalla grande y un inescrupuloso negociante, prófugo
hasta ese momento, que tiene demasiados muertos detrás como para hacerle
siquiera un guiño.
Algunos periódicos se
apresuraron a “enmendar la plana” recordando que, gracias al viaje secreto de
Penn, fue capturado “El Chapo” Guzmán, pero a nuestro entender –y espero que la
gente no haya perdido su sano juicio con el festín frívolo de las redes
sociales- el punto más importante es el cuestionamiento ético hacia una
persona, Penn, que ha dado la mano a un asesino mundial, ha mostrado la foto
sin vergüenza y tiene en su haber el encuentro “amistoso” con, al menos, dos
políticos dictadores.
Incluso un periódico tan
serio como lo es El País, se atrevió a vender la noticia con un titular
escatológico, El pedo de Sean Penn,
acompañando a un texto engreído que pretendía pasar por simpático.
Si un periódico como El
País tiene la necesidad de utilizar el deleznable suceso como gancho para sus
motores de búsqueda, eso da la medida de cómo va el mundo. Por suerte, El País
tiene de todo y al día siguiente de El
pedo de Sean Penn publicó una pieza esclarecedora firmada por un periodista
mexicano, que, con profundo dolor, explicaba el daño que había hecho la
entrevista de Sean Penn a la prensa de su país. Entre otras cosas, dijo Javier Garza Ramos con sus
palabras, porque la ya famosa entrevista humillaba a los colegas aztecas que se
juegan la vida detrás de la noticia del narcomercado,
precisamente en la misma zona que visitó Penn; se juegan la vida huyendo de los
mismos transportistas del actor.
Pero lo peor vendría
después: El amor profesado, también a los cuatro vientos, entre la actriz Kate
del Castillo y el capo de la droga. Los medios volvieron a hacer “zafra”, sin
importarle el daño que causa la droga en todo el mundo; en fin, sin importarle
los muertos. Como si la historia de Pablo Escobar, tratada hasta el cansancio en
best-sellers y telenovelas,” no bastara.
Fue una suerte que el
gobierno mexicano pusiera los puntos sobre las íes. Un alivio, tan puntual que
ya poco importa lo que suceda con Kate del Castillo y con el “progre” de Sean
Penn.
"Lamentamos mucho
que haya actos de colaboración de cualquier ciudadano con integrantes del
crimen organizado", afirmó en un encuentro con la prensa extranjera el
portavoz de la Presidencia, Eduardo Sánchez, al ser consultado sobre la postura
del Gobierno en este caso. Sánchez también lamentó que, habiendo tenido
información que hubiera facilitado la detención del criminal, la intérprete no
la compartiera y ratificó que la acción de Del Castillo está siendo investigada
por las autoridades.
En estos días, con la
firma de Sean Penn, asistimos a uno de los episodios más lamentables del
intrusismo profesional. Pero es de suponer que a la revista Rolling Stones,
donde salió publicada la entrevista con Guzmán, poco le importe este
pequeñísimo detalle. El tráfico vale más. El de las redes sociales, quise decir.
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