Buscando el Sur, sin miedo (tercera parte)
De regreso a La Habana, entregué en la redacción un texto raro para los estándares de este tipo de viaje. Se esperaba un reportaje, pero mi jefe, el gran maestro Juan Sánchez, publicó la crónica sin problemas, con la promesa que le hice: entregarle en días sucesivos varios textos de temas interesantes que encontré por el camino. Entre ellos, una entrevista con el ermitaño torrero del faro de Maisí.
¿Por qué una crónica y no un reportaje sobre el tema central? Esa pregunta ya no me la hago. Los géneros salen solos porque las emociones los eligen. Lo cierto es que pasé tanto miedo encima de ese trasto que me salió una crónica en la que el protagonista era el camión. Entonces hubo que revisar en los negativos de Tomasito a ver si encontraban una foto del camión. Y sí, había imágenes de ese monstruo rodante que nos tuvo en vilo durante quince días, cargado como iba con todos nosotros, la utilería y los sacos de arroz y las latas de carne rusa, que increíblemente todavía quedaban en algún almacén del país.
Yo había tomado alguna foto al camión, pero no dije nada hasta que buscaran en las tiras de Tomasito, por cortesía con él que era el fotógrafo oficial. Finalmente, decidieron publicar la crónica con cuatro magníficas imágenes suyas en las que había desde planos generales, hasta detalles del público. (Bohemia, 10 de marzo del 2000)
En estos días reviso mis negativos. Me encuentro un fotograma que es un contraplano a un plano de Tomasito. Se ve a un fotógrafo en medio de un teatro al aire libre abarrotado de gente. El fotógrafo está muy cerca del actor con un lente ancho para supuestamente tomarle algún detalle. Me emocioné recordando ese viaje al que asistió un equipo muy completo de periodistas gráficos. Solo nostros dos. Tanto Tomasito como yo éramos, paralelamente, periodistas y fotógrafos. Él estaba en la plantilla de Bohemia como lo segundo y yo como redactor. Nunca he conocido a un fotógrafo de la prensa cubana que tenga inquietudes por escribir, y que además lo haga bien. Excepto Tomasito, cuya absurda muerte en Argentina traspasa las posibilidades de imaginar su final.
Había publicado su primera novela allá y anunciaba en esos días la publicación de otra. Se había colocado como profesor en una universidad de Córdoba, la ciudad austral adonde lo llevó la vida, y había tenido una segunda hija con la valentía que supone comenzar de nuevo a los cincuenta y pico de años. Pero una inyección de analgésico contra la gripe le provocó una reacción alérgica que al final se lo llevó de este mundo.
Tomasito y yo emigramos casi a la par, en el 2001, dejando atrás nuestro trabajo en Cuba que era más que un puesto laboral, porque Bohemia es toda una institución. Es la revista en activo más antigua de Latinoamérica, con una historia riquísima en la memoria colectiva, pero había decaído tanto que daba pena hojearla. Mis razones para marcharme del país son políticas, como también son las razones por las que esa revista pasó de semanal a quincenal y redujo su tirada a menos de la mitad de ejemplares. Bohemia se convirtió en un folleto casi clandestino que apenas se conseguía en los quioscos, y eso es un reflejo de adónde iba entonces el país. Casi diez años después, no me arrepiento lo más mínimo de haber dejado todo.
Tomasito tenía una novia argentina que vivía en Cuba. Me la presentó un día. Se llama Irina. Con ella se casó y los dos se marcharon a Córdoba para establecerse definitivamente. Siempre existirá la coartada seca de que Tomasito se fue de Cuba por amor, pero también hay una verdad que manejará cada cual a conveniencia: Cuba entonces era un país difícil para vivir en todos los aspectos, porque hasta el lado humano se estaba perdiendo con los diferentes tipos de monedas. Hoy está peor el panorama.
Solo espero que los interesados en narrar nuestra Historia no nos manipulen echándole la culpa al bloqueo yanqui.
Foto del autor
Imagen tomada en la Cruzada Teatral de Guantánamo del año 2000.Tomás Barceló es autor de la novela Recuérdame en La Habana (Ediciones del Boulevard, 2005), una historia ambientada en la guerra de Angola, el triste episodio que ha quedado como un trauma en la mente de varias generaciones de cubanos.
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