A Jorge Luis García Pérez, más cocido como Antúnez,
se le anudó la garganta ante la pregunta de una periodista, esta mañana, en la
Casa Bacardí, de Miami:
-¿Qué opinión le merece
el exilio cubano?
Lo más probable es que
esa pregunta rondara su cabeza durante años, pero casi seguro nunca imaginó
responderla a 90 millas; o sea, en la
capital propiamente dicha del exilio.
Las cosas han cambiado. Opositores
salen de la isla y son recibidos como lo que son, héroes. Son los superhéroes
de nosotros que nos fuimos. De carne y hueso, hablando por primera vez ante
decenas de periodistas de medios fuertes interesados en su lucha, en sus
proyectos, en cómo fue ese presidio político.
¿Por qué, a diferencia
de nosotros, éstos eligieron hacer la oposición dentro? Hay que ser muy
valientes.
Véase que los valientes
también lloran. A Antúnez se le anudó la garganta –tomó aire para seguir y
pidió perdón a la periodista- y a su esposa Iris Tamara Pérez, que ha sido
arrastrada por las calles de Cuba, golpeada, encarcelada, que sostuvo una
huelga de hambre, las lágrimas se le salían a chorros.
Una mujer del público
puso sobre la mesa un paquete de pañuelos desechables.
En esas lágrimas iban
comprimidos más de cincuenta años de dictadura .-la más larga del mundo todavía
ejerciendo-; iban incluidos los muertos en paredón y en el Estrecho de la
Florida; iban juntos todos aquellos que, en los 80, fueron vejados, apedreados,
expulsados a huevazos del país que los vio nacer. Porque, según el gobierno, aquellos
eran “escorias”.
¿Habría alguna “escoria”
dentro del público de hoy?
Y también esas lágrimas
brotaron por el largo presidio político, que retuvo -retiene- a tantos opositores cuya lista se
haría extensa para este post. El Comandante Huber Matos, viejito, delgado,
enjuto, estaba sentado en primera fila. Él fue de los que cumplió largo cautiverio, por, abiertamente, oponerse
a Fidel, a ese anciano terco, déspota, que es el máximo responsable de nuestra
tragedia nacional y que aún vive en la otra orilla.
Con lo sucedido hoy, me
da la impresión de que estamos llegando al final. Ni siquiera pienso en eso a
menudo, pero hoy lo sentí. Sentirlo es diferente.
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