jueves, 21 de octubre de 2010
El que repite, gana
Como en el dominó, el juego de mesa cubano por excelencia, se han sucedido tres acontecimientos a nivel mundial que retumban los suelos de la dictadura: Uno es el Premio Nobel de Literatura otorgado a Mario Vargas Llosa, legendario crítico del sistema imperante en la isla; al día siguiente, el Premio Nobel de la Paz para el chino Liu Xiaobo, disidente encarcelado mientras se daba la noticia, y ahora el Sajarov para el opositor Guillermo Fariñas, que también, de cierta manera, se encuentra entre rejas porque su domicilio está permanentemente vigilado en la ciudad de Santa Clara, a 300 kilómetros de La Habana.
La elección a Fariñas, un psicólogo y periodista independiente de 48 años, antiguo militar y ahora incómodo rebelde para los hermanos Castro, se ha ido por encima incluso de la ONG israelí Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio) y la política etíope Birtukan Mideksa, lo cual quiere decir, a los ojos del Parlamento Europeo, que aquella isla remota tan ofendida, manipulada e increíblemente adorada es ahora una prioridad política para el Viejo Continente.
Con algo más del veinte por ciento de sus nativos en el exilio, Cuba ha tenido que esperar veinte años detrás del desplome soviético para entrar en una fase de “posibles cambios”, todo a partir de un punto de giro que sin dudas dio la muerte en prisión del disidente Orlando Zapata Tamayo. Precisamente, a la madre de Zapata le quieren negociar una salida del país en estos momentos para que deje de incomodar al gobierno con sus frecuentes declaraciones a la prensa internacional y al fustigado diarismo disidente.
Guillermo Fariñas, con su imagen escuálida –luego de varias huelgas de hambre en prisión y en su propia casa-, ha sido el promotor de la reciente liberación de decenas de reclusos de conciencia que estaban -y están todavía otros- en las cárceles, cumpliendo largas condenas por manifestarse abiertamente en contra del régimen. Fariñas dijo que solo abandonaba su huelga si liberaban a los más enfermos, y así fue, ganó el pulso, pero en cambio a los reos los expulsaron del país de manera definitiva.
Sin dudas, el Premio Sajarov –en honor al histórico disidente soviético Andrei Sajarov- es un reconocimiento a la desestructurada disidencia cubana, hoy en día protagonizada de puertas hacia adentro por la gran mayoría de la población, pero dicha en voz alta por unos pocos atrevidos. Como es lógico, la prensa oficial de allí callará la noticia o, para contrarrestarla, tratará de desprestigiar al opositor de raza negra, quien ha manifestado muchas veces que no va a claudicar.
Un dato curioso, aunque no de extrañar debido a la paranoia creada por la dictadura en 50 años, es el hecho de que algunos exiliados radicales han señalado a Fariñas como un espía, o simplemente alguien en quien no se debe confiar al cien por cien.
Sea o no un espía, digo yo, lo cierto es que Fariñas ha movilizado a la opinión pública internacional de cara a lo que podría ser el principio del fin de la dictadura. Pero no debemos extrañarnos, el día de mañana, si el derrumbe de esa autocracia lo realiza la propia familia Castro. Es una línea de pensamiento que no se podría descartar, conociendo de antemano la falta de honestidad de esta dinastía.
Foto tomada del portal digital Cubaencuentro, editado en España
Los tiempos han cambiado: Si mi padre, que en paz descanse, se escondía en la cocina para escuchar las noticias en onda corta del extranjero, hoy un disidente como Fariñas atiende a los medios internacionales en el salón de su casa, sin pelos en la lengua.
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