Parecía que todo iba a terminar anteayer si Guillermo Fariñas, disidente cubano en huelga de hambre, subía al avión ambulancia español que lo sacaría definitivamente de la isla. Pero no, increíblemente el opositor, que está al borde de la muerte, decidió no aceptar el trato.
El mundo entero sigue con atención el hilo de vida que le queda a Fariñas de no abandonar su ayuno. Estamos en un punto delicado para la dictadura más larga de la historia de la humanidad. Que recuerde yo -¡no han sido pocas las crisis internas de las que ha salido airoso el castrismo!-, nunca antes la opinión pública internacional había estado tan al tanto de mi país. Quizá lo estuvo al ciento por ciento cuando la llamada crisis de los misiles, pero de eso hace cincuenta años. Entonces, el orbe estaba claramente dividido en dos partes casi proporcionales si hablamos de armamento bélico e ideología. A día de hoy no existe nada de eso.
Sí quedan, sin embargo, los vestigios de un estado totalitario que ha lanzado al exilio a un diez por ciento de su población, ha empobrecido alarmantemente su economía y mantiene recluida en cárceles a sus opositores. Un estado devenido en dinastía tropicalizada, que ahora mismo busca afanosamente artistas en el exterior que quieran amenizar las terribles tardes tórridas de La Habana. Es una vieja técnica la de los macro conciertos al aire libre para entretener al pueblo, garantizarle, digamos, el circo, cuando el pan sigue brillando por su ausencia.
A diferencia de las revueltas históricas protagonizadas en otros países por intelectuales, en Cuba los cambios, el motor de empuje, llegarán de la mano de un sector de la población más cercano a la clase obrera. Obsérvese quiénes encabezan la llamada de atención al exterior. Son seres hasta ahora anónimos. Los intelectuales, una parte, nos hemos marchado del país, y otra continúa en la isla realizando su obra a merced de la censura y la represión, por motivos tan personales que no vale la pena si quiera analizar.
Salvo raras excepciones, la exigua prensa independiente que funciona desde dentro está compuesta por corresponsales que nada tuvieron que ver con el periodismo oficial, o lo que es lo mismo, activistas que no cursaron esta especialidad en las escuelas de altos estudios. Para los que sí ejercimos en los medios permitidos, los disidentes que escriben cada día son unos desconocidos. De este hándicap se vale el estado para desacreditarlos ante los ojos del mundo, enfundándolos en un perfil delictivo prefabricado con el apoyo de las leyes cubanas, que ya se sabe lo arbitrarias que son.
Otra triste realidad es el chantaje al que someten a los corresponsales de los medios internacionales radicados allí. Por razones que van desde lo más personal del reportero mismo hasta la conveniencia de sus jefaturas de permanecer en suelo cubano, el enfoque de muchos reportajes dejan un sabor agrio a los cubanos que leemos esos textos desde el exterior, porque sabemos que ese corresponsal se juega su puesto. Se podrían poner muchos más ejemplos, pero solo voy a citar tres que considero fundamentales por los medios que representan.
El corresponsal de la BBC vive hace muchos años en la isla e incluso fue profesor de la asignatura de Radio en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana. Quien ha reportado desde hace años para el periódico español El Mundo es un cubano que en su día dirigió la sección de Cultura del diario oficialista Juventud Rebelde; y el que emite los despachos para El País, uno de los periódicos más importantes de España, ha hecho su familia en La Habana y está en ese puesto desde que yo trabajaba en Granma, y de esto hace más de diez años. Se podrían citar más, repito. Ahora bien, se me hace sospechosa la neutralidad de estos medios con respecto al tema Cuba porque sé perfectamente cómo se comporta la libertad de movimiento en un país que destina importantes recursos para vigilarlo todo. Al final, si uno quiere quedarse allí, habría que hacerlo sin perder las perspectivas de que trabajamos al ciento por ciento para el gobierno, con más o menos flexibilidad.
El espacio noticioso más objetivo, digamos de más raigambre social, está saliendo del trabajo arriesgado de la disidencia, vía internet, quienes literalmente se juegan el pellejo en cada nota de prensa espontánea. Dice el gobierno que son financiados por la ultraderecha norteamericana y europea, pero esto en principio es discutible, para no decir absolutamente que es una mentira. En esta misma medida, podrían decir que a quien escribe estas líneas también lo subvenciona alguien.
Ya hay doctores de la comunicación estudiando los quehaceres del actual periodismo ciudadano, una corriente alternativa que se ha hecho posible con la llegada de las nuevas tecnologías a manos populares. No es raro que hoy día, en una entrevista de trabajo cualquiera, le pregunten a uno si tiene un blog. En Cuba, aun carente de conexión a la red en la mayoría de los hogares, la verdadera revolución, después de muchos años, se está produciendo desde sectores populares dañados directamente por la represión y el presidio, quienes utilizan las pocas nuevas tecnologías que tienen a su alcance para reseñar sin rodeos lo que a ellos mismos les está sucediendo. Con nombres y apellidos y sin apenas retórica. A ellos hay que sumar el despliegue en la red de algunos jóvenes que se han construido sus blogs y “despachan” casi a diario haciendo peripecias para conectarse al ciberespacio. Por suerte, ambas partes de estos sectores de la población van confluyendo poco a poco.
Pero no nos engañemos: En Cuba todavía la mayoría de la gente no sabe lo que está pasando. Poco se conoce de los opositores, de los que ayunan y de los bloggers contestatarios. Desde fuera, tenemos que estar claros de que esta encrucijada internacional en la que se ha metido el gobierno a nosotros nos quita el sueño cada día pero quienes viven allí ni siquiera están enterados.
Es muy posible que cuando llegue el final de esta pesadilla que nos ha costado tan caro a tres o cuatro generaciones, el cubano de a pie, el que guarda sus energías para sobrevivir cada día, el esperador eterno –o sea, la gran mayoría- se desayune su miserable pan sin saber que es el último pan racionado.
Debido a tan larga espera, nos hemos convertido en escépticos, tanto los que nos fuimos como los que se quedaron allí por las razones que sean. Sin embargo, hoy abrí mi ordenador con la noticia de que a Guillermo Fariñas se le suman dos huelguistas de hambre más. Es muy triste, decepcionante, que unos tengan que quitarse la vida para que otros veamos las luces el final del túnel.
Sí quedan, sin embargo, los vestigios de un estado totalitario que ha lanzado al exilio a un diez por ciento de su población, ha empobrecido alarmantemente su economía y mantiene recluida en cárceles a sus opositores. Un estado devenido en dinastía tropicalizada, que ahora mismo busca afanosamente artistas en el exterior que quieran amenizar las terribles tardes tórridas de La Habana. Es una vieja técnica la de los macro conciertos al aire libre para entretener al pueblo, garantizarle, digamos, el circo, cuando el pan sigue brillando por su ausencia.
A diferencia de las revueltas históricas protagonizadas en otros países por intelectuales, en Cuba los cambios, el motor de empuje, llegarán de la mano de un sector de la población más cercano a la clase obrera. Obsérvese quiénes encabezan la llamada de atención al exterior. Son seres hasta ahora anónimos. Los intelectuales, una parte, nos hemos marchado del país, y otra continúa en la isla realizando su obra a merced de la censura y la represión, por motivos tan personales que no vale la pena si quiera analizar.
Salvo raras excepciones, la exigua prensa independiente que funciona desde dentro está compuesta por corresponsales que nada tuvieron que ver con el periodismo oficial, o lo que es lo mismo, activistas que no cursaron esta especialidad en las escuelas de altos estudios. Para los que sí ejercimos en los medios permitidos, los disidentes que escriben cada día son unos desconocidos. De este hándicap se vale el estado para desacreditarlos ante los ojos del mundo, enfundándolos en un perfil delictivo prefabricado con el apoyo de las leyes cubanas, que ya se sabe lo arbitrarias que son.
Otra triste realidad es el chantaje al que someten a los corresponsales de los medios internacionales radicados allí. Por razones que van desde lo más personal del reportero mismo hasta la conveniencia de sus jefaturas de permanecer en suelo cubano, el enfoque de muchos reportajes dejan un sabor agrio a los cubanos que leemos esos textos desde el exterior, porque sabemos que ese corresponsal se juega su puesto. Se podrían poner muchos más ejemplos, pero solo voy a citar tres que considero fundamentales por los medios que representan.
El corresponsal de la BBC vive hace muchos años en la isla e incluso fue profesor de la asignatura de Radio en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana. Quien ha reportado desde hace años para el periódico español El Mundo es un cubano que en su día dirigió la sección de Cultura del diario oficialista Juventud Rebelde; y el que emite los despachos para El País, uno de los periódicos más importantes de España, ha hecho su familia en La Habana y está en ese puesto desde que yo trabajaba en Granma, y de esto hace más de diez años. Se podrían citar más, repito. Ahora bien, se me hace sospechosa la neutralidad de estos medios con respecto al tema Cuba porque sé perfectamente cómo se comporta la libertad de movimiento en un país que destina importantes recursos para vigilarlo todo. Al final, si uno quiere quedarse allí, habría que hacerlo sin perder las perspectivas de que trabajamos al ciento por ciento para el gobierno, con más o menos flexibilidad.
El espacio noticioso más objetivo, digamos de más raigambre social, está saliendo del trabajo arriesgado de la disidencia, vía internet, quienes literalmente se juegan el pellejo en cada nota de prensa espontánea. Dice el gobierno que son financiados por la ultraderecha norteamericana y europea, pero esto en principio es discutible, para no decir absolutamente que es una mentira. En esta misma medida, podrían decir que a quien escribe estas líneas también lo subvenciona alguien.
Ya hay doctores de la comunicación estudiando los quehaceres del actual periodismo ciudadano, una corriente alternativa que se ha hecho posible con la llegada de las nuevas tecnologías a manos populares. No es raro que hoy día, en una entrevista de trabajo cualquiera, le pregunten a uno si tiene un blog. En Cuba, aun carente de conexión a la red en la mayoría de los hogares, la verdadera revolución, después de muchos años, se está produciendo desde sectores populares dañados directamente por la represión y el presidio, quienes utilizan las pocas nuevas tecnologías que tienen a su alcance para reseñar sin rodeos lo que a ellos mismos les está sucediendo. Con nombres y apellidos y sin apenas retórica. A ellos hay que sumar el despliegue en la red de algunos jóvenes que se han construido sus blogs y “despachan” casi a diario haciendo peripecias para conectarse al ciberespacio. Por suerte, ambas partes de estos sectores de la población van confluyendo poco a poco.
Pero no nos engañemos: En Cuba todavía la mayoría de la gente no sabe lo que está pasando. Poco se conoce de los opositores, de los que ayunan y de los bloggers contestatarios. Desde fuera, tenemos que estar claros de que esta encrucijada internacional en la que se ha metido el gobierno a nosotros nos quita el sueño cada día pero quienes viven allí ni siquiera están enterados.
Es muy posible que cuando llegue el final de esta pesadilla que nos ha costado tan caro a tres o cuatro generaciones, el cubano de a pie, el que guarda sus energías para sobrevivir cada día, el esperador eterno –o sea, la gran mayoría- se desayune su miserable pan sin saber que es el último pan racionado.
Debido a tan larga espera, nos hemos convertido en escépticos, tanto los que nos fuimos como los que se quedaron allí por las razones que sean. Sin embargo, hoy abrí mi ordenador con la noticia de que a Guillermo Fariñas se le suman dos huelguistas de hambre más. Es muy triste, decepcionante, que unos tengan que quitarse la vida para que otros veamos las luces el final del túnel.
Foto del autor.
La Habana Vieja, que según la UNESCO es Patrimonio de la Humanidad, se cae a pedazos ante la mirada atónita de los turistas. El gobierno de la isla ha pretendido maquillar esta imagen pero al cabo de medio siglo parece ser demasiado tarde. Si la comparamos con Lisboa, también decadente y descuidada, a la capital de Portugal la salva que allí no se encarcelan a los opositores políticos.
La Habana Vieja, que según la UNESCO es Patrimonio de la Humanidad, se cae a pedazos ante la mirada atónita de los turistas. El gobierno de la isla ha pretendido maquillar esta imagen pero al cabo de medio siglo parece ser demasiado tarde. Si la comparamos con Lisboa, también decadente y descuidada, a la capital de Portugal la salva que allí no se encarcelan a los opositores políticos.
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