Algo nuevo está ocurriendo. ¿Tenía que fenecer en huelga de hambre un sencillo albañil que reclamaba mejor trato a los prisioneros de conciencia en la isla de Cuba? Me pregunto.
Se ve que sí, que este triste hecho ha removido la atención pública, no sólo en los círculos de exiliados que poblamos el mundo (una larga cifra hay de nosotros), sino también en los comunes y mortales ciudadanos que caminan por la calle en dirección a todas partes, lo mismo a comprar el pan que a recoger a sus hijos en la guardería. ¡Ay, si no fuera por los medios, por la televisión que ha repetido día tras día la imagen de una madre clamando la atención del mundo, vestida de blanco y con un gladiolo en ristre, como fusil!
¡Si no fuera por esos telediarios que compiten entre sí, ahora ocupados de dar a conocer al Planeta que en Cuba se violan los derechos humanos, que se violan pasando por encima de una carta universal, de una carta magna! ¡Si no fuera porque la imagen de Guillermo Fariñas, escuálido y desnutrido, ha dado la vuelta a la manzana de mi casa en Barcelona no sé cuántas veces, ese hombre que ni siquiera es de la capital y a quien no le mueven los chantajes de ninguna clase, prefiriendo morir, sí, morir, antes de claudicar con el ofrecimiento sucio de los generales que lo quieren sacar de las pantallas de los televisores!
Si no fuera por los satélites, por las microondas de este mundo nuestro no hubiera visto lo que vi ayer en pleno centro de Barcelona.
Familias enteras allí, apoyándonos, familias que no podrían dormir tranquilas porque saben que la mejor manera de conservar una democracia es defendiéndola, reactivándola a favor de nosotros, los hijos del Caribe a quienes nadie quiso.
¿Será verdad que nadie nos ha querido y por eso nos han pasado cincuenta años por encima como una planadora, incluyendo a mi padre, a mi abuelo y a mis hipotéticos hijos?
Ayer me fui tranquilo y feliz a casa. Por fin la contramanifestación que teníamos enfrente era minoría. Habría que tener muy poca vergüenza, existiendo un muerto por el medio. La foto de Orlando Zapata Tamayo estaba con nosotros, enmarcada en madera corriente, madera de pino, sin curaciones de ningún tipo, expuesta a la corrosión del viento y la sal. Porque así era el negro que murió: un hombre sencillo.
Por primera vez vi la representación masiva de un partido político español, un partido catalán, con sus voces bilingües alternantes, para que no quede nadie fuera, para que nadie se siente menospreciado. Para, de alguna manera, aliviar a los ofendidos. No creo en la política como solución, de hecho no sé si quieren nuestros votos, pero les estoy agradecido a los de Ciutadans, cuya cabeza más visible es un joven que no supera la treintena de años. Otros partidos no fueron, no estaban, nunca están.
Así que les agradezco a estos, portadores no solo de su estandarte particular –el color naranja es su distintivo-, sino también llevaron la bandera europea y la hicieron ondear.
Esa es una imagen muy fuerte: Esa bandera azul con un círculo de estrellas representa mucho más que una nación.
También hablaron los venezolanos, tan parecidos a nosotros, tan cercanos desde siempre y ahora estupefactos al ver cómo le quieren proyectar el mismo filme que hemos visto. Eso también me gustó, que se “molestaran” en ir, para desmentir un discurso populista de ese presidente-dictador que juega con el petróleo como si estuviera pasando aguas entre las manos. Un venezolano con su bandera coronada y la boca recubierta de cinta aislante es otra imagen que no olvido.
Un miembro del Partido Comunista Catalán, bandera roja en el pecho, se metió dentro de nosotros para desafiarnos. Me pregunto yo: ¿Quién cree que la dictadura de la isla es en esencia comunista?
¿Alguien lo cree?
Estalinista lo es, eso se ha visto y se ha sufrido también. Pero el comunismo ha sido una mascarada que no solo nos afecta a los que allí nacimos, sino además a los “confundidos” que asocian esa ideología con Fidel Castro.
Fidel Castro ha sido siempre un dictador sin principios de ninguna clase.
Pero más temprano que tarde se habrá terminado la coartada para este patriarca otoñal, decadente y tristemente célebre. Soplan vientos de cuaresma, vientos de limpieza profunda que arrastrarán en breve los residuos de esta pesadilla que nos ha tocado vivir.
Una vez más, gracias a todos los españoles, catalanes en concreto, que nos entienden y nos cuidan.
Foto del autor
*Este título, “robado” metafóricamente de una novela del cubano Leonardo Padura, no pretende un sentido bíblico en el post. El fuerte viento de cuaresma que nos acompañó durante toda la manifestación, y que casi nos vuelve locos por ser tan pertinaz, es real.
Se ve que sí, que este triste hecho ha removido la atención pública, no sólo en los círculos de exiliados que poblamos el mundo (una larga cifra hay de nosotros), sino también en los comunes y mortales ciudadanos que caminan por la calle en dirección a todas partes, lo mismo a comprar el pan que a recoger a sus hijos en la guardería. ¡Ay, si no fuera por los medios, por la televisión que ha repetido día tras día la imagen de una madre clamando la atención del mundo, vestida de blanco y con un gladiolo en ristre, como fusil!
¡Si no fuera por esos telediarios que compiten entre sí, ahora ocupados de dar a conocer al Planeta que en Cuba se violan los derechos humanos, que se violan pasando por encima de una carta universal, de una carta magna! ¡Si no fuera porque la imagen de Guillermo Fariñas, escuálido y desnutrido, ha dado la vuelta a la manzana de mi casa en Barcelona no sé cuántas veces, ese hombre que ni siquiera es de la capital y a quien no le mueven los chantajes de ninguna clase, prefiriendo morir, sí, morir, antes de claudicar con el ofrecimiento sucio de los generales que lo quieren sacar de las pantallas de los televisores!
Si no fuera por los satélites, por las microondas de este mundo nuestro no hubiera visto lo que vi ayer en pleno centro de Barcelona.
Familias enteras allí, apoyándonos, familias que no podrían dormir tranquilas porque saben que la mejor manera de conservar una democracia es defendiéndola, reactivándola a favor de nosotros, los hijos del Caribe a quienes nadie quiso.
¿Será verdad que nadie nos ha querido y por eso nos han pasado cincuenta años por encima como una planadora, incluyendo a mi padre, a mi abuelo y a mis hipotéticos hijos?
Ayer me fui tranquilo y feliz a casa. Por fin la contramanifestación que teníamos enfrente era minoría. Habría que tener muy poca vergüenza, existiendo un muerto por el medio. La foto de Orlando Zapata Tamayo estaba con nosotros, enmarcada en madera corriente, madera de pino, sin curaciones de ningún tipo, expuesta a la corrosión del viento y la sal. Porque así era el negro que murió: un hombre sencillo.
Por primera vez vi la representación masiva de un partido político español, un partido catalán, con sus voces bilingües alternantes, para que no quede nadie fuera, para que nadie se siente menospreciado. Para, de alguna manera, aliviar a los ofendidos. No creo en la política como solución, de hecho no sé si quieren nuestros votos, pero les estoy agradecido a los de Ciutadans, cuya cabeza más visible es un joven que no supera la treintena de años. Otros partidos no fueron, no estaban, nunca están.
Así que les agradezco a estos, portadores no solo de su estandarte particular –el color naranja es su distintivo-, sino también llevaron la bandera europea y la hicieron ondear.
Esa es una imagen muy fuerte: Esa bandera azul con un círculo de estrellas representa mucho más que una nación.
También hablaron los venezolanos, tan parecidos a nosotros, tan cercanos desde siempre y ahora estupefactos al ver cómo le quieren proyectar el mismo filme que hemos visto. Eso también me gustó, que se “molestaran” en ir, para desmentir un discurso populista de ese presidente-dictador que juega con el petróleo como si estuviera pasando aguas entre las manos. Un venezolano con su bandera coronada y la boca recubierta de cinta aislante es otra imagen que no olvido.
Un miembro del Partido Comunista Catalán, bandera roja en el pecho, se metió dentro de nosotros para desafiarnos. Me pregunto yo: ¿Quién cree que la dictadura de la isla es en esencia comunista?
¿Alguien lo cree?
Estalinista lo es, eso se ha visto y se ha sufrido también. Pero el comunismo ha sido una mascarada que no solo nos afecta a los que allí nacimos, sino además a los “confundidos” que asocian esa ideología con Fidel Castro.
Fidel Castro ha sido siempre un dictador sin principios de ninguna clase.
Pero más temprano que tarde se habrá terminado la coartada para este patriarca otoñal, decadente y tristemente célebre. Soplan vientos de cuaresma, vientos de limpieza profunda que arrastrarán en breve los residuos de esta pesadilla que nos ha tocado vivir.
Una vez más, gracias a todos los españoles, catalanes en concreto, que nos entienden y nos cuidan.
Foto del autor
*Este título, “robado” metafóricamente de una novela del cubano Leonardo Padura, no pretende un sentido bíblico en el post. El fuerte viento de cuaresma que nos acompañó durante toda la manifestación, y que casi nos vuelve locos por ser tan pertinaz, es real.
5 comentarios:
muy buen articulo , buena metafora ademas de homenajear al Leonardo Padura uno de las grandes escritores que tiene Cuba BRAVO!!
Muy interesante éste artículo! Qué estimulante encontrar a otro americano, como yo, en el viejo continente!
http://lunaalreves.blogspot.com
Mi herma, estoy de acuerdo cien por cien con lo que escribes. Me he pasado la vida tratando de aclarar a los izquierdosos más cándidos que lo que hay en Cuba no es socialismo ni la cabeza de un guanajo, que no es otra cosa sino un capitalismo de estado maltratado y majadero. Ni Marx, ni Lenin, ni nada de clásicos. Stalin sí, bastante, y más vivo que en cualquier otra parte del mundo.
Los que siguen creyendo que Cuba es un bastión del socialismo, una esperanza para la igualdad humana, es que nunca vivieron allí, o aquel sistema corrupto hasta los tuétanos les sirve para vivir cómodamente.
Gracias a la gente de Barcelona por apoyarnos.
Jorge:Como quisiera sentir el optimismo que transmites con esta cronica;pero hoy ,como hace ya algun tiempo, no me creo la historia del "cambio que se avecina".Probablemente mi pesimismo se asiente en la comodidad del emigrante pequeño burgues que ve con ecepticismo lo que pasa en su pais;pero en honor a mi honestidad, no puedo llegar a SENTIR los aires de cambios y levantamiento social que otros anuncian.Demasiada decepcion,demasiada desconfianza,demasiada politiqueria exiliada no me dajan VER lo que quizas tu y otros muchos ya reconozcan como el principio del fin de esta era tan gris en nuestra isla querida.Solo espero estar equivocado y no necesitemos muchos "martires" ni mas dolor para llegar a ver el futuro que Cuba se merece.
Un saludo:ROBERTO
Jorge,
Excelente articulo. Aunque quisiera impregnarme de tu optimismo... y ojala estes en lo cierto, soy pesimista y creo que el final esta muy lejos aun. Estoy mas con lo que opina Roberto.
Un abrazo fuerte
Publicar un comentario