Ha llovido mucho –veintidós años- desde que Pedro Almodóvar estrenó Mujeres al borde de un ataque de nervios, la película que lo llevó a ser considerado un gurú del séptimo arte español, un tipo mimado y rebelde que se permite el lujo de dejar plantada a la Academia nacional de cine.
Mujeres… fue su obra maestra porque, además de su excelente puesta en escena, se atrevió a dibujar desde temprano un panorama social evidente a día de hoy, relacionado con ese matiz dominante que tiene el género femenino en la España al uso: Unas chicas “con temperamento” se imponen en una serie de situaciones, dentro de lo que hubiera sido una típica comedia de enredos si no tuviera el punto de giro que tiene en el papel de los géneros. Ellas se burlan de ellos (¡esos policías atontados que resultan rehenes de las mujeres!) y hacen lo que les da la gana, unidas en ese fabuloso tándem interpretativo de Carmen Maura y María Barranco.
Pero el interés de los roles invertidos no hubiera tenido lugar si la película no fuera española. Esta sociedad, ya se sabe a ciencia cierta, ha pasado del machismo más arcaico al feminismo más caprichoso. Toda esta guerra de los géneros que está sucediendo ahora –por ejemplo con el caso del alcalde de Valladolid- tiene un viso infantil. Ya hace mucho tiempo que se debían haber limado esas asperezas porque vivimos en una sociedad democrática y moderna, donde se permite por ley los matrimonios homosexuales y donde –las veo todos los días- en determinadas líneas de metro de Barcelona, por ejemplo, hay más mujeres conductoras que hombres.
Y conductoras de autobuses, y bomberas, y capitanas de aviones.
Es magnífico que así sea, al menos en un país del denominado primer mundo. Lo que no se pude es seguir arrastrando el rencor de la España Profunda, aquel cabildeo de hombres prácticamente institucionalizado que llevó a este país a adoptar una doble moral. No son pocas las casas españolas donde todavía se les sirve en la mesa a los hombres primero. Se ha quedado, por tradición, aunque luego de los postres y las bromas las mujeres salgan conduciendo su propio automóvil por autopistas de alta velocidad.
En este sentido habría que entender aquel Almodóvar que nos avisó de que esto podía pasar. Lo dijo él, que se crió precisamente en las planicies de La Mancha, o sea, en la España Profunda.
Cuando llegué hace una década me quedé de piedra al enterarme de que el salario de ellas es inferior al de ellos, desempeñando la misma función. “Es tradición”, me dijeron en el año 2001. Por eso, aunque las cosas cambien con las nuevas leyes –sean o no populistas- del PSOE, lo interesante sería trabajar mentalmente en el asunto.
A veces me asombro de cómo reacciona a la defensiva mi mujer, como si yo no fuera dulce y caballeroso con ella. Sin que hubiera pasado nada; es solo una necesidad que tiene, a veces, repito, de reafirmarse. Seguramente habrá escuchado muchas historias machistas en su familia y alrededores y lo lleva impregnado –si se me permite el disparate- en su paquete genético.
El alcalde de Valladolid –que la pifió políticamente con un comentario sexista- se ha disculpado varias veces, pero vemos que el pueblo no terminará hasta enviarlo a la hoguera.
Mujeres… fue su obra maestra porque, además de su excelente puesta en escena, se atrevió a dibujar desde temprano un panorama social evidente a día de hoy, relacionado con ese matiz dominante que tiene el género femenino en la España al uso: Unas chicas “con temperamento” se imponen en una serie de situaciones, dentro de lo que hubiera sido una típica comedia de enredos si no tuviera el punto de giro que tiene en el papel de los géneros. Ellas se burlan de ellos (¡esos policías atontados que resultan rehenes de las mujeres!) y hacen lo que les da la gana, unidas en ese fabuloso tándem interpretativo de Carmen Maura y María Barranco.
Pero el interés de los roles invertidos no hubiera tenido lugar si la película no fuera española. Esta sociedad, ya se sabe a ciencia cierta, ha pasado del machismo más arcaico al feminismo más caprichoso. Toda esta guerra de los géneros que está sucediendo ahora –por ejemplo con el caso del alcalde de Valladolid- tiene un viso infantil. Ya hace mucho tiempo que se debían haber limado esas asperezas porque vivimos en una sociedad democrática y moderna, donde se permite por ley los matrimonios homosexuales y donde –las veo todos los días- en determinadas líneas de metro de Barcelona, por ejemplo, hay más mujeres conductoras que hombres.
Y conductoras de autobuses, y bomberas, y capitanas de aviones.
Es magnífico que así sea, al menos en un país del denominado primer mundo. Lo que no se pude es seguir arrastrando el rencor de la España Profunda, aquel cabildeo de hombres prácticamente institucionalizado que llevó a este país a adoptar una doble moral. No son pocas las casas españolas donde todavía se les sirve en la mesa a los hombres primero. Se ha quedado, por tradición, aunque luego de los postres y las bromas las mujeres salgan conduciendo su propio automóvil por autopistas de alta velocidad.
En este sentido habría que entender aquel Almodóvar que nos avisó de que esto podía pasar. Lo dijo él, que se crió precisamente en las planicies de La Mancha, o sea, en la España Profunda.
Cuando llegué hace una década me quedé de piedra al enterarme de que el salario de ellas es inferior al de ellos, desempeñando la misma función. “Es tradición”, me dijeron en el año 2001. Por eso, aunque las cosas cambien con las nuevas leyes –sean o no populistas- del PSOE, lo interesante sería trabajar mentalmente en el asunto.
A veces me asombro de cómo reacciona a la defensiva mi mujer, como si yo no fuera dulce y caballeroso con ella. Sin que hubiera pasado nada; es solo una necesidad que tiene, a veces, repito, de reafirmarse. Seguramente habrá escuchado muchas historias machistas en su familia y alrededores y lo lleva impregnado –si se me permite el disparate- en su paquete genético.
El alcalde de Valladolid –que la pifió políticamente con un comentario sexista- se ha disculpado varias veces, pero vemos que el pueblo no terminará hasta enviarlo a la hoguera.
Foto tomada de la televisión
Este fin de semana, la televisión pública volvió a pasar Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), excelente manejo de personajes y decorados de Pedro Almodóvar. La cinta parece una obra teatral en varios actos. De hecho, Almodóvar reconoce que, para realizarla, se inspiró en el monólogo La voz humana, del dramaturgo Jean Cocteau.
Este fin de semana, la televisión pública volvió a pasar Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), excelente manejo de personajes y decorados de Pedro Almodóvar. La cinta parece una obra teatral en varios actos. De hecho, Almodóvar reconoce que, para realizarla, se inspiró en el monólogo La voz humana, del dramaturgo Jean Cocteau.
6 comentarios:
Deseo que llegue el día que esa información ya no se transmita genéticamente, pero por desgracia todavía queda bastante tiempo. Tal y como dices, en el 2001 te dijeron que las mujeres cobraban menos por el mismo puesto que un hombre. Bien, nueve después nada ha cambiado.
Tienes razón que lo del alcalde de Valladolid se está pasando de rosca. Pero es que a esta sociedad le encanta meter el dedo en la llaga contínuamente. No sabemos cerrar los temas, me incluyo porque pertenezco a esta sociedad, aunque lucho para no caer en eso.
Creo que es precisamente esta actitud, la de meter el dedo en la llaga constantemente, la que no nos deja avanzar. Cierto es que no se puede cambiar de la noche a la mañana, a pesar de llevar más de 30 años luchando y trabajando por una iguadaldad que nos pertenece sin más. Paciencia amor, nosotras la tenemos y se que tu también, doy creces de ello.
Sabes que me encanta que seas cortes y caballeroso conmigo. Nunca me siento ofendida, todo lo contrario.
Gracias por esta maravillosa crónica.
TQM
Pues yo tenía entendido que es de buena educación servirle primero a la mujer de más edad entre los huéspedes (situación incómoda para las que no saben llevar los años con naturalidad). Luego a todas las damas presentes y luego la ronda masculina. A no ser que haya un ancianito en la mesa, a quien se debe servir primero. Pero tal vez era así sólo en mi casa.
Silvita: aquí en algunas casas se sirve primero a los hombres, quizá por deferencia hacia ese marido que viene cansado del trabajo y es -era- el que lleva el dinero al hogar. Quizá sea por eso, no lo sé bien, pero todavía se estila. De manera que no son los hombres los únicos machitas; la mujer también suele ser machista.
un beso.
Jorge: pues Yo despues de varios años viviendo "FUERA",ahora miro con horror lo primitivamente machista que es,aun hoy, la sociedad cubana a pesar de la FMC y toda la demagogia que le rodea.Un saludo.ROBERTO
Roberto: discrepo contigo: el machismo cubano se puede entender en tanto herencia española, herencia cultural, pero allí no se ven escenas tan arcaicas como aquí. La Federación de Mujeres Cubana (FMC) es una organización masas como otras para controlar a la gente. No tiene nada que ver con la protección a la mujer. Un fuerte abrazo.
En Cuba NO SE VEN escenas arcaicas como aqui,simplemente porque no se publican,no se habla del tema,y la sociedad ve con NORMALIDAD en cualquier sitio como un MACHOTE le pega un "sopapo" a una mujer y no se alarma nadie.Otro asunto es el topico muy "nuestro" de a mas infiel le seas a tu pareja,mas MACHOTE ERES,participe una vez en una reunion del PCC donde se intentaba sancionar a un militante por "aguantar los cuernos que le ponia su mujer" y por otro lado se hacian chistes entre los medicos que estabamos acerca de "cuantas enfermeras te pasate por la piedra en la ultima guardia".Respeto tu opinion,pero tengo la sensacion que en Cuba estamos "en pañales" en lo que a igualdad,violencia de genero y machisno se refiere.
Un abrazo:ROBERTO
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