domingo, 7 de noviembre de 2010

Esos "laicistas agresivos”*...



La sociedad y la política han cambiado mucho, por suerte. ¡Quién iba a decir que un presidente español no iba a hacer acto de presencia en una ceremonia papal, aunque se trate de una visita pastoral y no de Estado! ¡Quién lo iba a decir de una España en la que, hasta hace muy poco, los matrimonios no tenían validez si no pasaban delante de un cura, y la gente, como alternativa, debía viajar a Gibraltar para realizar un enlace civil!
¡Y quién iba a pensar si quiera que en este mismo país se pudieran unir oficialmente los homosexuales, amparados por la constitución!
Pero de todas maneras, aquí siempre hubo, hay y habrá un doble juego, antes oculto y ahora abierto de par en par. Un partido conservador y profundamente católico como es el que está ahora en la oposición y otro populista y liberal, que concluye un segundo mandato en los próximos años. En el medio, una monarquía católica, apostólica y romana –los jefes de Estado, en realidad-, aunque permisiva con tal de que la dejen tranquila hacer su papel.
Ahí estaban “nuestros” reyes esta mañana dentro de la Sagrada Familia, tranquilitos y sin decir ni pío, ya que el protagonista absoluto hoy en Barcelona fue Benedicto XVI, que dejó finalmente santificada una obra maestra de la arquitectura regional. Todo correctísimo, con la liturgia correspondiente y el mensaje de permanencia de la Iglesia dictado en tres idiomas (castellano, catalán y latín), por si acaso.
Para los agnósticos como yo, había dos opciones esta mañana: Tomarnos el domingo como uno cualquiera u observar por la televisión los tiros de cámaras y el acabado del interior de esta construcción, parafernalia teatral incluida.
En lo particular, la visita del Papa a Barcelona no me moviliza hasta el lugar de los hechos, pero mi curiosidad periodística me puso, cómo no, frente a la tele, tan pronto abrí los ojos e incluso desde la cama. Sé que hay de todo, como en la Viña del Señor, por mucho que la televisión autonómica , TV3, intente tapar el sol con un dedo, suavizando sus narradores las manifestaciones públicas en contra de esta visita. Hubo parejas de homosexuales besándose en los labios mientras pasaba el Santo Padre; grupos feministas en contra del enfoque de género que ha tenido tradicionalmente la Iglesia y, por supuesto, se pidió cuentas, a viva voz, por los terribles episodios de pederastia cometidos por sacerdotes.
Si desestructuramos la larguísima ceremonia de consagración del edificio de Gaudí, vemos cómo la figura de la mujer queda relegada a un segundo plano, en el acto mismo donde unas monjas limpian la mesa con unos trapos en actitud servil. Las siervas de Dios retiraron el aceite que antes había esparcido el Sumo Pontífice; luego se extendió un mantel y quedaba así inaugurado el altar de la nueva basílica.
Nada de esto es nuevo en la iconografía católica.
Lo que sí resulta novedoso es que el presidente de un país como este enarbole la bandera laica y facilite leyes sociales modernas, entre las que se despenaliza el aborto por voluntad propia. Estamos en el siglo XXI, no podernos olvidarlo. El ecumenismo es conveniente, la pluralidad de criterios y, por supuesto, el respeto a la creencia de los demás.
Hoy me siento más tranquilo al comprobar que vivo en un país donde convergen distintas maneras de pensar, donde, por ley, ninguna es perseguida y mucho menos proscrita. El día de mañana no sé qué podrá pasar, aunque solo espero que los dirigentes del futuro tomen nota y no intenten retroceder.
En el momento en que escribo estas líneas, Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, acaba de entrar en la Catedral de Barcelona para realizar un descanso y almorzar, una crema de verduras de primer plato y un cordero al horno de segundo, según los detalles de TV3. Mi mujer y yo –o sea, esta familia- entramos paralelamente en nuestra cocina a preparar una paella mixta. ¡Que todo sea por la coexistencia pacífica!

Nota: *Así ha tildado el Papa al presiente español José Luis Rodríguez Zapatero.
Foto del autor
El interior de la Sagrada Familia captado dos meses atrás, cuando el altar que hoy se ha inaugurado aún no estaba a la vista

Apostilla (19.30 horas)
Sorpresivamente, el presidente de gobiero, Zapatero, apareció a última hora de la visita papal, en un hangar nuevo de Iberia preparado para la despedida. Todavía no se sabe qué hablaron él y Benedicto XVI. Televisión Española, que trasmitió en directo este momento, no tenía audio del encuentro.
Por otro lado, no parece ser casual que Telecinco, canal privado y de emisión nacional, retransmitiera durante esta tarde íntegramente la teleserie de ficción El Pacto, en la que se aborda el tema del embarazo precoz y la incomunicación familiar. Siete adolescentes quedan encita en un colegio de pago de la clase media alta, en la España de hoy, en medio de tapaderas por parte de la mayoría de los estratos sociales. Un guiño de Telecinco, sin lugar a dudas, que culminó casi en el momento en el que el prelado subía al avión de Iberia en el aeroupuerto del Prat de Llobregat, aquí en Barcelona.


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