lunes, 25 de enero de 2016

El Chapo, el chisme y el trapo






Fue una suerte que el gobierno mexicano pusiera los puntos sobre las íes. Un alivio, tan puntual que ya poco importa lo que suceda con Kate del Castillo y con el “progre” de Sean Penn



Pocas horas después de que saliera a la luz la entrevista de Sean Penn con el capo de la droga Joaquín “El Chapo” Guzmán, algunos colegas en la redacción nos preguntamos si esa conversación lanzada con orgullo a los cuatro vientos tendría consecuencias negativas para el actor de Hollywood.
 Pasaron las horas y, en lugar de avizorarse una respuesta, la prensa internacional de diferente signo promovía, desde diferentes ángulos, la egocéntrica conversación entre un querido actor de la pantalla grande y un inescrupuloso negociante, prófugo hasta ese momento, que tiene demasiados muertos detrás como para hacerle siquiera un guiño.
Algunos periódicos se apresuraron a “enmendar la plana” recordando que, gracias al viaje secreto de Penn, fue capturado “El Chapo” Guzmán, pero a nuestro entender –y espero que la gente no haya perdido su sano juicio con el festín frívolo de las redes sociales- el punto más importante es el cuestionamiento ético hacia una persona, Penn, que ha dado la mano a un asesino mundial, ha mostrado la foto sin vergüenza y tiene en su haber el encuentro “amistoso” con, al menos, dos políticos dictadores.
Incluso un periódico tan serio como lo es El País, se atrevió a vender la noticia con un titular escatológico, El pedo de Sean Penn, acompañando a un texto engreído que pretendía pasar por simpático.
Si un periódico como El País tiene la necesidad de utilizar el deleznable suceso como gancho para sus motores de búsqueda, eso da la medida de cómo va el mundo. Por suerte, El País tiene de todo y al día siguiente de El pedo de Sean Penn publicó una pieza esclarecedora firmada por un periodista mexicano, que, con profundo dolor, explicaba el daño que había hecho la entrevista de Sean Penn a la prensa de su país. Entre otras cosas, dijo Javier Garza Ramos con sus palabras, porque la ya famosa entrevista humillaba a los colegas aztecas que se juegan la vida detrás de la noticia del narcomercado, precisamente en la misma zona que visitó Penn; se juegan la vida huyendo de los mismos transportistas del actor.
Pero lo peor vendría después: El amor profesado, también a los cuatro vientos, entre la actriz Kate del Castillo y el capo de la droga. Los medios volvieron a hacer “zafra”, sin importarle el daño que causa la droga en todo el mundo; en fin, sin importarle los muertos. Como si la historia de Pablo Escobar, tratada hasta el cansancio en best-sellers y telenovelas,” no bastara.
Fue una suerte que el gobierno mexicano pusiera los puntos sobre las íes. Un alivio, tan puntual que ya poco importa lo que suceda con Kate del Castillo y con el “progre” de Sean Penn.
"Lamentamos mucho que haya actos de colaboración de cualquier ciudadano con integrantes del crimen organizado", afirmó en un encuentro con la prensa extranjera el portavoz de la Presidencia, Eduardo Sánchez, al ser consultado sobre la postura del Gobierno en este caso. Sánchez también lamentó que, habiendo tenido información que hubiera facilitado la detención del criminal, la intérprete no la compartiera y ratificó que la acción de Del Castillo está siendo investigada por las autoridades.
En estos días, con la firma de Sean Penn, asistimos a uno de los episodios más lamentables del intrusismo profesional. Pero es de suponer que a la revista Rolling Stones, donde salió publicada la entrevista con Guzmán, poco le importe este pequeñísimo detalle. El tráfico vale más. El de las redes sociales, quise decir.