martes, 30 de julio de 2013

¿48 significa algo en la charada?


Seguro que sí, pero la verdad es que no quiero enterarme.
El tiempo pasa veloz, demasiado rápido para haber comenzado una nueva vida en Miami, ciudad que me abrió el corazón y me dio trabajo.
Llegar aquí es como revisitar Cuba tantas veces sean  necesarias.  Aquí está todo el mundo y mucha gente es feliz aquí, y no pocos mueren aquí.
Para mi 48 cumpleaños, la casualidad quiso que muriera Guillermo Álvarez Guedes, seguramente el cómico más grande, más conocido que ha tenido la isla. Los cassettes con sus chistes corrieron de mano. Para los que nunca lo conocimos personalmente –me dijeron hoy que era muy serio-, Álvarez Guedes era una voz que captaba perfectamente la idiosincrasia nuestra, el costumbrismo, incluyendo, por supuesto, la histórica homofobia nacional.
Álvarez Guedes, desde la isla, era Miami, y viceversa. Así que el simbolismo es total si el viejo comediante muere un día como hoy. No porque yo cumpla años, obviamente, sino porque hoy mismo se presentaron en esta ciudad dos jóvenes juristas independientes que hacen la oposición desde adentro.
Con Álvarez Guedes se va una Cuba y con estos juristas comienza a andar otra.
Dinámica natural de la vida o dialéctica de las generaciones.
Me honra la visita hoy en Cubanet –web site donde trabajo- de Laritza Diversent y Veizant Boloy. De la misma manera, siento tristeza por la noticia de que una Cuba ha partido, la más dura, la más triste, a pesar de los chistes. Ha pasado demasiado tiempo.


Foto de Armando López

jueves, 25 de julio de 2013

Trenes españoles, que no sea la nave del olvido


La noticia espeluznante sobre el descarrilamiento ocurrido ayer en los predios de Santiago de Compostela, me hace querer más a España, paradójicamente. Leyendo el suceso me entró dolor, me recorrió de arriba a abajo. Las fatalidades pueden estar en cualquier sitio, pero parece ser que también suelen estar escritas y no las atendemos.
En el viaje inaugural de esa ruta, Madrid-Ferrol, en el mismo tramo siniestrado, el tren saltó más de lo debido al tomar la curva pronunciada que obliga al maquinista a reducir la velocidad antes de entrarle, a reducir bruscamente, en poco tiempo, en poco espacio, de 200 kilómetros por hora a 80. Una barbaridad.
Uno se pregunta si era la primera vez de ese maquinista por la fatal curva, o si un conjunto de cosas ha derivado en el que tal vez sea el peor accidente ferroviario de la historia de España.
Un conjunto de cosas confluyen para que se tenga en cuenta que hay un error de trazado en la vía, según se puede concluir en notas de prensa que avanzan incluso más rápido que la investigación.
¿A quién se le ocurrió que un tren de alta velocidad puede cambiar tantas veces de calidad de vía, desde la construida hoy hasta la vía franquista que se remonta, ya sabemos, a los años 60 ó 70?
Como viví años en España, sé muy bien que el tren de alta velocidad es uno de los pilares políticos, tanto de socialistas como de derechas. Llevar la alta velocidad –inaugurada entre Madrid y Sevilla en la expo universal del 92- a la mayoría de las grandes ciudades españolas es no solo un reto, sino también una inversión, pero, ojo, una inversión delicada.
Como en Cuba –donde el triunfalismo es bandera política-, en España también hay prisas por inaugurar, por construir. Las obras quedan y, por el camino,  muchas veces un montón de irregularidades que van desde beneficios a amigos y parientes hasta caprichos de ingeniería, relacionados con el ya famoso, e internacional, macho ibérico.
¿Ahora quién pagará los platos rotos?
Muy probablemente el maquinista que, atrapado entre los hierros, solicitaba por radio que  no hubiera muertos.
Su cabeza, obviamente, nunca más estará tranquila. Pero los que proyectaron el arriesgado enlace de vías, quienes lo aprobaron a alta velocidad, tal vez deberían comenzar ya a purgar su conciencia.
Ojalá se sea honesto y limpio esta vez, en honor a la memoria de esas casi 80 muertes y decenas de heridos.
El desastre ecológico del Prestige, también ocurrido en Galicia, si no recuerdo mal se cebó con el capitán del barco.
Un pobre hombre, tal vez.


Foto: El presidente del Gobierno Mariano Rajoy, junto al presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, en el lugar del siniestro, 25 de julio de 2013.
LALO R. VILLAR, El País.

viernes, 19 de julio de 2013

Fondas de Miami (I)


El aspecto de pueblo, de pueblo extendido que tiene Miami lleva implícito el sentido gastronómico abierto. Hay cientos de fondas donde –no siempre- por un precio aceptable se puede comer mucho y sabroso. Quiero decir, que sirven así.
Quien escribe, usualmente, paga la completa, almuerza y termina el plato por la noche compartido, porque si algo bueno tiene “el sistema” es que no da vergüenza llevarse las sobras. Todo lo contrario, te la envuelven como señal de amistad.
Tiene lógica que si uno paga y está bueno “arrastre” el manjar.
En las fonditas dispersas en norte y sur de Miami está toda Cuba, en síntesis. Hoy en una marisquería hablamos de Camagüey, la ciudad atravesada por líneas de trenes, señorial, antigua, la villa fundada por los españoles donde –hasta que dejé de visitarla en los 90- había una inmensa cantidad de hoteles per cápita.
-Chiquiticos, pero acogedores- rectificó Maritza, la camarera.
Pensó que le iba a hablar mal de Camagüey, tal vez por la costumbre habanera de mancillar las provincias.
El recuerdo se me disparó hacia los festivales de teatro de Camagüey y sobre eso hablamos. También sobre el Hotel Plaza, donde yo me quedaba.
Estoy conociendo las fondas poco a poco, los mediodías sobre todo. Me lleva el que aparece en la foto, un señor trotamundos (Armando López, por más señas) al que agradeceré siempre estos primeros pasos en la ciudad eterna, no en el sentido de Roma, obviamente, sino en el de las distancias que aquí se traducen en millas.
Siete dólares y pico –del precio de la cerveza de botella ni hablar- respondieron a un arroz amarillo casero, filete de pescado grillé (¡qué manía con la mantequilla, por favor!) y plátanos maduros fritos.
No está mal. Sobre todo por lo pintoresco del lugar. Es una pescadería con fonda que está en la avenida 37 del Nort West y la calle cinco o seis, si no recuerdo mal.
Dice Armando:
-Con esta comida y esa salsa de fondo –se refería a una música para bailar de los ochenta- parece que estamos en México.
Pensé que podría ser, como mismo cualquier otro lugar de Latinoamérica. ¿Pero por qué no la Cuba sencilla y alegre que alguna vez soñamos tener?


Foto del autor

viernes, 12 de julio de 2013

Willy Toledo, el fantoche en su laberinto



Muchos cubanos no toleramos las bufonadas del actor español militante de Izquierda Unida. Reacción espontánea: hierve la sangre.
Que se vaya a vivir a La Habana porque está cansado de España –según sus palabras- intentando cambiar de aire, es la mayor coherencia que exista: Toda Cuba tiene un aire distinto, el de la decadencia.
Ojalá que algún día La Habana goce de la decadencia como Lisboa -tan parecida ciudad-, pero todos sabemos lo difícil que sería mientras la dictadura mantenga su bota, caprichosa y hostil, encima.
Ojalá Willy Toledo vea en La Habana lo duro que es hacer una revolución de claveles –como hace la disidencia pacífica de la isla- con la policía política dando porrazos solo por el hecho de disentir, algo tan natural en su país.
Me pregunto adónde irá a parar con su pésimo histrionismo, que no solo se ve en la pantalla, sino también en su proyecto de abogado del Diablo. ¿Quién lo va a contratar en Latinoamérica? ¿Productores chavistas?
¿Con cuántas libertades –léase garantías- que no tienen los de allí gozará en Cuba?
Ojalá nos alcance el tiempo para presenciar la caída del trampolín de este trasnochado comunista, que ni siquiera ha tomado en cuenta la debacle del sistema, que se burla de las víctimas del estalinismo y de nosotros, víctimas del castrismo.
El juego sucio de uno de los peores actores de la televisión española –fatal en su personaje de profesor de autoescuela- y de quien lo animó a mudarse a La Habana será en breve un callejón sin salida.
Vivir para ver.


miércoles, 10 de julio de 2013

Adiós a Concha García Campoy


Me duele profundamente  cuando alguien de buena fe, con encanto además, sea un elegido del cáncer. Ya sé que le puede tocar a cualquiera, pero uno no deja de recibir el apretón interior de pecho cuando se desayuna con la terrible noticia de que un ser querido ha muerto de repente.
Concha García Campoy, 54 años, acaba de morir en Valencia.
Fue la presentadora de la televisión española que me acompañó cada día en Las mañanas de cuatro, cuando el autor de este blog era un desempleado –no totalmente porque me gusta escribir- y el mundo y sobre todo el tiempo le hacían líos en la cabeza. Ella, con ese saber estar, transmitía desde la pantalla cierta seguridad que al menos a mí me insuflaba optimismo.
Era como la expresión “no todo está perdido”. La misma televisión con sus programas de cotilleo rebasaban mi paciencia, en esa incertidumbre del emigrante que mata poquito a poco,  cuando uno no tiene adónde ir más allá del destino que ni siquiera eligió.
Con ella se relativizaban más fácilmente las cosas, ya digo, por esa seguridad que insuflaba. Además, era hermosa, atractiva, al menos para mí.
Era diferente.
Se hacía respetar.
Se fue a la porra cuando Telecinco compró a Cuatro, o lo que es lo mismo, compró a CNN. Y ahí se acabó la buena televisión, la más seria que había por aquellos 2008, 9 ó 10. Ya ni recuerdo.
Concha pasó a continuación a Telecinco y ahí, al parecer –lo digo porque me fui de España- le avisaron de que tenía leucemia y ella dijo que lucharía con todas sus fuerzas, contando con el cariño de la audiencia.
54 años, ¡manda carajo!
¡Qué injusta es la vida!
Adiós, te recordaré, guapa.


lunes, 8 de julio de 2013

San Fermines en Miami


El Nuevo Herald es un periódico que se las inventa en el aire.
Bajo el epígrafe –tal vez imaginario- de noticias locales, publica en estos días un reportajillo sobre cómo españoles de Miami celebran los San Fermines.
Hablaban de un chupinazo (cohete de arrancada) que tuvo lugar en Brickell –centro de negocios-, en los bajos de un edificio donde está uno de los Cien Montaditos de la ciudad. Es la cadena ibérica de comida para picar que sirven unos bocadillos chiquiticos que te dejan con hambre; eso sí, en cajitas monísimas para llevar.
Pues bien, la  arrancada fue en el de Brickell, con el gerente comercial hablando con la prensa y recordando la importancia de las crónicas de Hemingway sobre los toros que mueren en estas fechas delante de un pueblo enardecido, cada vez más internacional. Todo un hecho cultural único.
-Estamos en conversaciones con el Condado de Miami- más o menos fue así- para que nos permita correr toros en estas calles-, decía una entrevistada española como miembro de un club nostálgico.
O sea, celebrando San Fermines sin toros todavía, pero con toda ilusión.
Las ilusiones son válidas. Lo que tal vez no lo sea tanto es que un periódico que se respete se haga eco de semejante ensoñación.
El día que Delicias de España –este sí es un clásico de la nostalgia en Miami- baje los precios lo creeré.
Mientras, sigo riendo de cómo el Herald en español infla globos buscando noticias de la ciudad.


Foto: José Enrique Zaldívar, Pamplona, esta temporada 

viernes, 5 de julio de 2013

Barry Manilow: Hibernatus en la pantalla



El piano man que endulzó las noches de nuestras escuelas al campo, en los ochenta trasnochados, apareció en la tele norteamericana como estrella central de un show que transmitieron anoche desde el Capitolio, en Washington, celebrando el 4 de Julio.
Barry Manilow estuvo y está en nuestro imaginario permanente, mezclado con sambumbia , salsita y arroz con pollo; o siendo exacto: mezclado con agua de chícharos y pescado en lata, que era lo que nos daban en los campamentos.
La memoria, más justa que muchas manifestaciones de la vida misma, tiene al vocalista en un altar, por ser uno de los precursores del primer amor, del besito furtivo en los labios, del agarrao por la cintura que luego, tristemente, desaparecía cuando ella te subía las manos.
A Mandy (1973) no había Dios que se resistiera, ni Diosa, por muy divina. Esa canción solía entrar a altas horas de la noche, precisamente con esa sambumbia que teníamos por ron haciendo olas en la mente –esperándola-, y por supuesto en las pieles de gato de aquel entonces.
Una novia cuyo nombre me reservo debe acordarse de que iba a visitarla atravesando campos solitarios, bajo la luna llena, y de que llegaba antes o cuando estaban poniendo Mandy.
Así era el amor, entonces, de juguetón, terrible también cuando no era correspondido.
De Barry Manilow se sabía que era un rubio narizón con la boquita apretada, pero nada más. Era, además de Mandy, Copacabana, y Copacabana no significaba un lugar a la orilla del mar, sino una conga.
Con la conga dábamos la vuelta al campamento en una especie de orgía, y para finales de la canción ya habíamos corrido a las casas de tabaco y habíamos olvidado Mandy, más que todo porque no hacía falta para nada.
En fin, que Barry Manilow era un espectro divino. O mejor dicho: una voz.

Foto: Barry Manilow anoche en la televisión norteamericana