viernes, 24 de junio de 2011

Verbena de San Juan



Pasará el tiempo y sabré que ha pasado, por mis hijos, por el color de mi piel, por mi memoria que nunca ha dejado de ser colectiva. Mi vida será entonces algo similar a un archivo de imágenes analógicas –con su lectura o interpretación sobre la mesa-; pero cuando llegue ese momento ya no estaremos cerca algunos amigos, por fuerza mayor.
La cercanía que anoche en la verbena pudimos constatar la llevaremos dentro donde quiera que vayamos, o adonde nos lleve el viento, para ser un poco más preciso; pero no será igual. Para cuando nos hayamos ido no habrá ese abrazo cercano hasta la profundidad de la espalda, ese que nos dimos sin saber que el tiempo nos pone ante la presión de volver a emigrar. O de emigrar por primera vez.
Se ven venir tiempos de cambios desde una terraza en lo alto de Barcelona. En esa terraza la puesta de sol es rutina detrás del Tibidado (nuestra montaña mágica y no la de Thomas Mann). Ese espectáculo es mucho más cierto que el día de mañana, cuando nos sorprendamos en cualquier lugar aun queriendo estar aquí, queriendo estar en esta ciudad que nos gusta tanto y por la que hemos andado sin conciencia exacta de su belleza. Pero parece ser que algún día habrá que dejarla atrás, como una vez hicimos con La Habana, con Buenos Aires, con Ciudad México, con Banyoles, con Mendoza, con Santiago, con Aragón.
Nuestros hijos ya no serán de aquí. Pero qué más da.
Tampoco importaría mucho que ellos quieran regresar sin haber conocido este lugar.
No sería un suceso histórico que un forastero señale a Barcelona en un mapa. Pero bien, anoche no fue la última vez ni sería la primera. Fue solo un aviso. En el medio de todo este tiempo -¿diez años?- estaría nuestro álbum de fotos cosido a puntadas ilusorias, pequeñitas, muy barrocas. Nuestro tiempo es como un puzzle que ninguno de nosotros se atrevería a montar otra vez. Es cierto que sí hablamos de esos pedazos no cuando fueron encajando, sino ahora, anoche, en esa terraza o montaña servida con plantas, bebidas y comida. En fin, una fiesta absolutamente sincera para decir que nos queremos marchar de aquí. Con visión de futuro, nada más que por eso.
Al despertarme hoy fue que comprendí todo lo de ayer: visualicé el inevitable álbum de fotos y sentí pena, tristeza, aunque me reconforté pensando que tal vez todo fue una idea suelta en el viento.

Foto del autor

domingo, 19 de junio de 2011

Actores sin personajes



Orestes Pérez Estanquero, Malena Espinosa y Jorge Ferrera exploran las raíces y repercusiones de la diáspora cubana

Muy cerca de una feria de alimentación medieval, en el barrio de Sants, tres actores cubanos retocaban sus actos, simplificando todavía más el tiempo. Digamos que las dos representaciones escénicas –el mercadillo de embutidos de entre los siglos V y XV, y el teatro experimental contemporáneo- cumplían el objetivo de demostrar que todos somos actores, los que vivimos, caminamos y emigramos de un lado a otro.
Esta idea del doble juego –ficción/realidad-, que continúa seduciendo a los creadores, muestra ahora el proceso de la diáspora cubana a través de unos ¿personajes? que coinciden por casualidad en Barcelona. Para la culminación de su tesis doctoral titulada precisamente Actores sin personajes, Orestes Pérez Estanquero, antiguo miembro del emblemático grupo Buendía, ha ideado un espacio escénico interactivo en el que participan tanto el público como dos colegas y compatriotas suyos, en una suerte de jam sesion “de las tablas” donde el factor sorpresa nos obliga a no adelantar los recursos.
Digo “tablas” por utilizar un sinónimo manido de Teatro. En realidad trabajan con el concepto de Teatro Arena; o sea, en el suelo y con la mayor cercanía posible.
La obra se titula Club A Barcelona y está en proceso de montaje. Como lo indica su nombre, tratará de enlazar las vivencias de una y otra orillas a través de la exposición biográfica de Orestes, Malena Espinosa y Jorge Ferrera, quienes se reencontraron, a la vuelta del tiempo y por casualidad, con el mismo punto de partida: En la misma ciudad de destino y con la terrible o noble circunstancia de reinventarse a sí mismos. Gracias al préstamo de lo que han sido sus vidas, a través de la exposición oral, mucha gente –como este que escribe- puede verse representado.
Pero, como ya adelantamos, el director no se conforma con la identidad sobrecogedora. Quiere que el ¿público? también participe.
El primer acto es una trilogía de monólogos que, aunque se dibujan varios planos en profundidad, no se mezclan entre sí. Se trata de las historias supuestamente reales de cada uno de ellos y de cómo llegaron aquí. El segundo es el campo de interrelación, de prestación de servicios, de ayuda sentimental a la profesión, y por esto hacen de directores en los procesos de montaje del otro, el ojo que está afuera y, al mismo tiempo, dentro. El tercer acto entonces tira del espectador, no lo deja marcharse con sus ideas y energías. Lo reclama, lógicamente, con un mínimo guión. Pero cualquier cosa puede suceder.
La obra, que se estrenará a finales de año en un lugar todavía no definido, y que podrá pasar al circuito comercial entrado el venidero, se apoya en el universo cubano, muy marcado por el exilio a partir, sobre todo, de la década de los 90. Más que este particular, sobreviene en un documento académico para uso universal, si se tiene en cuenta que, por tomar solo un ejemplo aleatorio, las innumerables muestras de arte medieval que ocurren aquí a cada rato nos hacen pensar sobre el origen y continuidad de las cosas que nos rodean, incluyendo a gentes y paisajes. Tal vez por esto mismo Club A Barcelona pretenda unirnos, más que separarnos.
Yo lo interpreté así: No es un acto de egocentrismo que alguien me narre su historia personal; es un regalo para todos los otros, los que no nos movemos en el mundo del teatro –de la actuación, quiero decir-, los que reservamos nuestras vidas para entregarla a amantes y psiquiatras.
Malena Espinosa es una antigua profesora de técnicas teatrales en las escuelas cubanas de arte, además de actriz muy completa que ha venido recalando desde Madrid; Jorge Ferrera era el director de Teatro El Puente, un grupo de vanguardia que nació en las aulas del Instituto Superior de Arte de La Habana; y Orestes Pérez Estanquero, natural de Güines, con apariencia guajira, ha sido primer actor, como dijimos, de Buendía, una de las mejores plantillas de Cuba, sin lugar a dudas, dirigida por Flora Lauten.
El destino, la diáspora de la que muchos formamos parte, quiso que se reencontraran en Barcelona. Con la experiencia individual, con respeto, pero sobre todo con ese denominador común tan recurrente como es la lejanía, vuelven a hacer teatro. Quiero decir: Demuestran no haberlo dejado nunca.
Gracias por invitarme a vuestra pequeña sala de la Associació d’ Investigació i Experimentació Teatral de Barcelona. Y por sacarme al actor que llevo dentro.
Aunque, en realidad, queridos amigos, todo lo que dije allí no es ficción.
¿De eso se trata, no?

Foto del autor

viernes, 17 de junio de 2011

Sagar S.L.



Dibujante indignado. Desde Huesca vino a estudiar Bellas Artes a Barcelona y aquí se quedó. ¿Para siempre?

Bajando al Mediterráneo, a la gran ciudad, encontró amigos, novia, talleres de cultura alternativa –algo muy parecido a la contracultura-, barrios especialmente bohemios, con gracia, donde la historia es tan antigua que no alcanzaría el tiempo para dibujarla entera. Su nombre es hindú y su apellido aparece relacionado en el mapa de blasones españoles. Pero todo el que lo conoce, en lugar de utilizar el ilustre Fornies, lo llama simplemente Sagar.
Es un inquieto dibujante de rostros urbanos; cuando viaja en trenes y metros y cuando toma un café en una terraza. Su trabajo sale de todas las partes. Sagar saca su libreta de bolsillo tipo Moleskine, comienza a recoger rasgos y se ensimisma de una manera envidiable. No puede vivir sin dibujar.
Ha perdido el equipaje alguna vez, lo que quiere decir que ha extraviado colecciones de retratos. Su técnica es muy sencilla: Él es la esencia de los pintores de Montmartre pero con la impronta de ser itinerante.
En estas páginas tuvimos noticias suyas cuando trabajaba bajo las órdenes de Javier Mariscal para la película Chico y Rita, codirigida por Trueba. Pero, claro, aunque debe aparecer en los créditos del largometraje, en aquel momento era uno más del ejército de no famosos que ilustraba detrás del telón, los que armaron “el muñeco” y de paso “viajaron” a La Habana en un período astral. En los estudios de Poble Nou nos recibió para mostrarnos el laboratorio de animación de este filme que todavía comienza a andar. Más callado que con aspavientos, así es él.
Ahora dedica parte de su tiempo a poner en sus papeles todo lo relacionado con el movimiento de indignación popular, en plazas grandes de Barcelona, entre los disturbios, los mossos de escuadra y el ambiente de camping citadino del 15 M. Fue seleccionado para una exposición conjunta con más de 200 dibujos sobre estos acontecimientos sociales, colgada en el Centre Artistic de Sant Lluc. El comisario de la muestra, Oscar Guayabero, dijo a la prensa que dibujar exige mucha más participación que fotografiar, más encarnación desde adentro.
Mientras escribo estas líneas, a las once de la mañana, el autónomo Sagar Fornies debe estar impartiendo clases, trabajando en un boceto de La fura dels Baus o recostado a un árbol en los alrededores del Parlament de Catalunya, adonde han ido a parar las manifestaciones populares contra todos los políticos españoles. De ahí se irá a los preparativos de un concierto de jazz –su pasión compartida e integrada en el dibujo- o simplemente a casa. Pero, durante el viaje, en el metro, registrará para siempre la expresión de un viajero. Hará historia, que se verá, o no, en dependencia del destino de su mochila.
Aquí pueden visitarlo.

miércoles, 15 de junio de 2011

Contra todas la banderas



Indignados utilizan la agresión física y verbal

Demasiado malestar, demasiada frustración por los desvíos de fondos públicos, por no poder, como ciudadanos, destinar a nuestra manera las partidas de dinero que luego duermen eternamente en el hormigón armado, en parques insulsos y aeropuertos desmedidos, en áridos proyectos que terminan cambiándose dos, cuatro veces hasta que los consistorios se ponen de acuerdo.
Demasiado correr el tiempo y demasiado estar en alza políticos inoperantes, demagogos. Mucho ha visto pasar por delante esta ciudadanía, la misma que se ha conformado con sus tradiciones, que ha bebido vino a chorros, porque pensaba que la vida era una fiesta y que, en fin, las cosas le iban bien. Largo cúmulo de endeudamiento propiciado por esos mismos políticos a los que hoy piden la cabeza. Nadie se salva de ésta. Ni Artur Mas, persistente, a quien no dejan siquiera demostrar qué quiere hacer; ni un Cayo Lara que, junto a su partido, ha hecho del comunismo una forma de vida material, un subterfugio. Ni Gallardón, sempiterno alcalde de Madrid, asediado antenoche por una turba en el portal de su casa, cuando paseaba al perro.
Esta es la España egoísta, la conspiradora, la del vino, la bota y el jamón. Parece que exista anarquía, pero luego los recuentos indican una mayoría de votos hacia un partido conservador. ¿Qué está pasando? ¿Qué pretenden los antisistemas, los que no dejan acceder al hemiciclo a los parlamentarios elegidos democráticamente, rompiéndoles la crisma en plena vía pública? ¿Cargarse la democracia?
¿Por qué no dejamos de tomar cerveza o vino; por qué no dejamos de comer jamón, de subir a los trenes, de adorar el fútbol, de hacer top less en la playa, de comprar lotería, de asistir a conciertos multitudinarios, de viajar por Europa en caravanas o autocares?
¿Por qué no dejamos de tener una cuenta en el banco y guardamos el dinero debajo del colchón?
¿Por qué no nos dedicamos a denunciar dictaduras reales?
El sistema está montado así, en buena medida, porque nosotros mismos lo permitimos. Es lícito desmontarlo, faltaría más, pero usemos la cabeza en lugar de la fuerza.

Foto de Tejederas, tomada de El País.
En Barcelona, esta mañana, algunos diputados al Parlament catalán han tenido que utilizar un helicóptero para acceder al hemiciclo. Los que entraron a pie recibieron huevazos, empujones e insultos.

lunes, 13 de junio de 2011

Tanda del lunes



Horrores del gulag


Parecía domingo pero en realidad era lunes. Ha sido un despiste proporcionado por la Generalitat de Catalunya, que nos adelantó el día festivo de la Diada nacional, el 11 de septiembre. En fin: todo paralizado en la ciudad.
En casa, igualmente, adelantamos una película programada para un fin de semana. Se trata de The way back, el larguísimo filme de Peter Weir estrenado el pasado año y que en realidad no tuvo mucha publicidad. Al menos este que escribe no recuerda una movida grande. Parece mentira que se haya quedado en el vacío: es un testimonio de primera mano inspirado en las memorias de Slavomir Rawicz, el teniente del ejército polaco que fue apresado por las tropas soviéticas y enviado a un gulag.
Se ha hablado y filmado mucho sobre los campos de concentración nazis, pero menos sobre los horrores cometidos por el otro bando que igualó en crueldad a los alemanes. El filme, en sentido general, es un duro viaje transiberiano de un grupo de siete hombres escapados del campo de exterminio soviético. La fuerza principal de la película descansa en el guión y en las excelentes actuaciones de Jim Sturgess, Ed Harris y Colin Farrell, entre otros, quienes deben encarnar el espíritu de unidad en la larga travesía por los montes helados siberianos, el desierto mongol y las escarpadas colinas chinas. Pero manteniendo la línea marcada por cada personaje, que corresponden a diferentes nacionalidades y circunstancias de la guerra. Dentro de ellos (Colin Farrell), un delincuente ruso exhibe con orgullo sus tatuajes de Stalin y Lenin en su pecho.
Luego de recorrer miles de kilómetros huyendo, en la frontera con Mongolia, éste tránsfuga decide quedarse en la URSS. Corre el año 1941. Los territorios que deben atravesar los otros funcionan bajo la égida del comunismo, de manera que el camino se hace extremadamente largo hasta llegar a la India. Pero lo consiguen, al borde de la muerte.
Con una preciosa historia de amor sugerida –logra escapar de los cánones del cine norteamericano-, el guión no desvía el objetivo, que no es otro que demostrar el falso sentido de equidad y justicia del imperio comunista, hasta dónde pudieron llegar sus poderes expansionistas cuando en principio lo que se postulaba era un ejército de liberación.
Cuando termina la agonía de la fuga, para ese polaco, que tuvo la mala suerte de ser reprimido tanto por soviéticos como por alemanes, comienza una larga espera y un nuevo camino. Cincuenta años años de camino hacia la democracia. El filme concluye, lógicamente, en 1989.
Ya era hora de mostrar en el gran público la otra cara de la moneda. Felicidades a los que se plantearon este desagravio.
Vale la pena ver la película en versión original para no perder los matices de los diferentes idiomas. En España la presentaron, como siempre, con un título comercial, aunque no deja de tener razón en este caso: Camino hacia la libertad.

(Vea el tráiler arriba)

viernes, 10 de junio de 2011

Badalona la vella*




Durante un tiempo pensé que una canción de Serrat podría responder a una deuda personal. “¡Qué bonita es Badalona!”, entonaba el poeta en mi radio nocturna de La Habana, hacia el año 2000, hacia el cambio de siglo y de milenio.
La descubrí en la fonoteca de Radio Rebelde, que era la misma de Radio Taíno, donde yo pasaba la madrugada hablando por teléfono con unos oyentes que parecían no vivir en Cuba, porque estaban relajados y me contaban historias de sexo y amor. Quiero decir: nunca tuve la circunstancia de que alguien gritara ¡Abajo Fidel! Me hubieran destrozado los nervios.

Y hurgando en las cintas viejas encontré esa canción, de las menos populares del rapsoda catalán. La puse inmediatamente y antes de que terminara ya me estaba llamando un oyente para agradecer el rescate de una parte de sus recuerdos. A partir de ese momento, la colocaba cada dos o tres días. Pero entonces no sabía por qué.
Era un programa de corte intimista que no daba cabida a la música salsa. Teniendo en cuenta que alguien cobraba un salario para “monitorear” mis realizaciones, e informar después, y que la producción musical debía contener, al menos, un 60 por ciento de temas nacionales, ¿qué me quedaba para el intimismo noctámbulo?
Los requemados y patrióticos Silvio y Pablito, Noel Nicola, en fin, los de la Nueva Trova, y Joaquín Sabina y Serrat como elementos foráneos.
Entonces, siguiendo la huella de Eduardo Antuña, fundador del programa, me decanté por destacar baladas de los 80, en inglés, inocuas y románticas.
Por supuesto, me llamaron la atención.
Mi escapada de la isla la preparé en silencio durante el año en que realicé ese trabajo de psicólogo informal de la madrugada. Podemos decir que, de cierta manera, dejé colgados algunos oyentes pero de otra parte no. El destino me trajo a vivir a Badalona, la vella, la tradicional, la misma de la canción de Serrat. Esa incluida en la demarcación que ahora gobernará el Partido Popular a partir de un discurso xenófobo.
Pero, ojo: las noticias escuetas y centradas en política no dan cuenta de la belleza del casco antiguo de esta ciudad, de las ramblas al lado del mar, del estilo de pueblo –bien conservado- con sus casas de dos plantas, sus zaguanes cuya normativa han seguido los nuevos propietarios. No se menciona apenas del tren, el primer ferrocarril creado en España para cubrir la ruta Barcelona-Mataró, que pasa en primera línea de mar, casi sobre la arena. En política no hay noticias sobre las playas, los teatros y la todavía viviente fábrica de licor de anís.
¿Y la casa que compró la actriz Margarida Xirgu en la calle Santa Madrona, la mítica representante, intérprete fetiche de los estrenos de Lorca?
Bueno, hay más.
Como toda ciudad –ésta sombreada por la gran Barcelona-, Badalona guarda su historia; no solo en las bibliotecas, sino también en las fachadas del centro, que no es pequeño, no señor. Aunque hay que reconocer que sigue siendo aristocrático. Para disgusto y placer de los que dicen odiar a los burgueses.
Las callejuelas del centro están llenas de tiendas de delicatesen que no salen nunca en los telediarios ni en los periódicos.
¡Quién me lo iba a decir!

Foto del autor
En primera línea de mar, la fábrica de Anís del Mono, uno de los licores más famosos de España. El antiguo inmueble funciona también como museo.
*Del catalán, Vella: Vieja, en castellano.

jueves, 9 de junio de 2011

“Mi hijo se va conmigo”



La foto es rotunda, pero más contundente es la expresión de esta mujer cuando denuncia a través del teléfono cómo trata la dictadura cubana a sus opositores. No le tiembla la voz. Y eso que el acoso ordinario propaga el terror; el tumulto en la puerta, la negación de tu vida, ya no de tus palabras.
Porque este lamentable abuso de poder viene de muy atrás. Lo he visto con mis propios ojos, cuando acorralaron a una familia en la acera de enfrente a mi casa, en 1980. Aquellos rehenes simplemente se marchaban del país, nada más. Estuvieron un mes entero sufriendo el escarnio lanzado desde un altavoz que no dormía. La multitud afuera con los dientes afilados, con piedras en las manos, esperando a su presa como una jauría hambrienta. Entonces, aquella pobre familia decidió no salir a comprar el pan. Ignoro si tenían suministros. Los vi marcharse finalmente bajo una lluvia de escombros, doliéndoles más el menosprecio que el golpe físico. Estarán en Miami o donde sea y no habrán superado el trauma.
Había dejado de pensar en los vecinos a conveniencia. Para amortiguar el exilio hacen falta imágenes nuevas, de otro mar, mejor. Pero volvieron hoy los recuerdos con la foto de esta madre coraje, que también conoce el insulto de sus compatriotas y el golpe físico y el tener que marcharse del país bajo una lluvia de amenazas muy serias. Tuvo el valor de exhumar a su hijo que murió dignamente en una cárcel política, un proceso cruel el de la exhumación. Lo he vivido con mi padre en esa misma isla abandonada a su suerte.
Los restos de mi padre quedaron allí, pero los de Orlando Zapata Tamayo, el negro que cambió su vida por un llamado de atención, deben llegar esta tarde a Miami en una sencilla urna. La dictadura cree que ha ganado la partida de ajedrez, pero Reina Luisa Tamayo, esa madre, ha dicho bien claro que denunciará a los carceleros hasta el último aliento.
Irse con dolor. Irse expulsada. Irse para siempre. Con un hijo muerto.
Esta es la historia de una familia cubana humilde del oriente del país.

Foto AFP

martes, 7 de junio de 2011

Celda 1404


El comandante Huber Matos no pierde la memoria y, a sus 92 años, retaría de nuevo a Fidel

“Yo imaginaba a Fidel un poco más hombre”, deja dicho en una entrevista de la radio universitaria chilena alguien que apostó por la llamada Revolución cubana y, como muchos otros, se sintió engañado por la truculenta epopeya. Con la notable consecuencia de que expresarlo en voz alta le costó veinte años de cárcel. Entonces corrían los primeros tiempos de un proceso de "liberación" en la isla, años en los que imperaba la total anarquía por parte de los barbudos.
Con voz senil y mente lúcida, no duda en comparar a Fidel Castro con Robespierre. Aclara que, si tuviera oportunidad, lo retaría de nuevo a un combate cuerpo a cuerpo.
Matos y Fidel son contemporáneos –el primero un poco mayor- y cada uno cuenta una versión diferente de los hechos. Mientras el dictador se dedica ahora a escribir un blog con reflexiones delirantes sobre los males del capitalismo, quien fuera su cautivo en la celda 1404 del entonces nuevo Combinado del Este no pierde oportunidad para denunciar la traición.
Porque Huber Matos –tercer hombre de la Revolución, según él mismo- se negó a fusilar a mansalva en la provincia de Camagüey, que estaba bajo su mando en 1959. Rencillas personales con los Castro fueron acumulándose en un ánimo de venganza digno de psicoanálisis; por eso, cuando Matos no aprobó los métodos de dirigir en aquel país, fue acusado de sedición y puesto en manos de un tribunal militar que debió gritar “¡Paredón!”. Pero, según su propio relato, un giro en sus palabras de autodefensa hizo que aquellos fiscales en tiempo de guerra no dictaran la pena capital.
Muchos años después, desde la cárcel, el antiguo maestro de enseñanza pública retó a Fidel Castro. El líder absoluto, por descontado, no asistió al duelo y en cambio dio la orden de apachurrar a golpes a Huber. Cuando ya tenía media vida perdida por culpa de un error de apreciación, el desertor del castrismo fue indultado en medio de una campaña internacional de canje de prisioneros.
Todo esto lo contó la noche de este lunes en Chile Ajeno, el programa radial dirigido y conducido por un joven compatriota suyo que, como él, y mucho tiempo después, abandonó la isla. Álvaro de Álvarez, antes presentador, en Cuba, de Radio Rebelde, al final trató de lograr un posicionamiento del viejo guerrillero con respecto a Pinochet. La respuesta de Huber Matos, si bien no justificó las barbaridades cometidas por la tristemente célebre dictadura austral, tampoco la denunció. Con lo fácil que hubiera sido.
Damos por descontado que este cierre de entrevista traerá cola. Una polémica más, casi seguro.

Foto de Jorge Bosch/La Nación
Escuche la entrevista íntegra aquí
Huber Matos salió de la cárcel en Cuba el 21 de octubre de 1979 y escribió su biografía Cómo llegó la noche, publicada por Tusquets en 2002. Es uno de los pocos seres vivos que pudiera explicar qué pasó con Camilo Cienfuegos y sin embargo, en otras entrevistas, dice no saber nada de las extrañas circunstancias de su desaparición en el mar.

lunes, 6 de junio de 2011

Para ti, Lucía



Nunca compartí aquella idea surrealista de mis amigos o conocidos que, desde el ultrasonido, se empeñaban en dar a conocer sus frutos. Me parecía algo tan íntimo que alguien repartiera por las redes sociales una estampita en blanco y negro o a color –según el caso-, con cabida para decodificar, siempre con la indicación al margen del nombre de la criatura:
-Este es Raúl-me dijeron alguna vez.
Pero Raúl no era más que un conjunto de formas abstractas o un claroscuro perfecto con sus medios tonos. En lugar de haber sido realizada al carboncillo, la imagen era una película del vientre de una madre, captada por resonancia magnética. O sea, Raúl era el resultado de ese momento en el que se igualan las frecuencias interna y externa.
También me parecía incorrecto divulgar la imagen de alguien si no se ha pactado antes un consentimiento o si esa persona no está en un lugar público, en el momento de recoger la gráfica. Pero hoy he cambiado de enfoque al ver a mis hijos en sus bolsas y envueltos en líquido amniótico, formados ya, aunque pequeñitos, con sus rasgos faciales a punto de definir, dando volteretas en su mundo tranquilo. Porque María y yo tratamos de no estresarlos en la medida de lo posible, tratamos de comunicarnos con ellos por las noches, antes de dormir, con unas caricias sobre la piel tersa.
Intentamos imaginarlos –a falta de no poder tenerlos en brazos todavía- desde el más grande asombro del ser humano: La capacidad de convertirnos en una familia. Si antenoche armamos uno de los dos moisés y lo colocamos al lado de nuestra cama, tomando medidas más o menos, hoy que pudimos ver a los niños en tercera dimensión -en un viaje indescriptible que pretende adelantar todos los procesos naturales de la gestación-, estamos con el corazón revuelto. Hasta hoy no comprendí lo que sienten los padres en la larga espera del nacimiento. Y será entonces por esto que pude visualizar bien, decodificar perfectamente, sin la ayuda de un puntero, todo el contorno en el rostro de mi hija, de Lucía. Y vi más: Descubrí sus ojos, sus labios, su nariz, mucho antes de que abandone el planeta flotante en el que está ahora.
Como no es posible transmitir, transcribir todo, o al menos una parte de lo que sentí en una esquina de la habitación mirando el monitor, no he tenido más opción que ilustrar el post de hoy con una foto de Lucía, sin su permiso.
Su hermano Marc no quiso esta vez publicidad. Estuvo reticente al ojo escudriñador, que se desplazaba sobre una gelatina aplicada en esa misma zona que sus padres queremos acariciar. El rostro de Marc, al menos hoy, fue fugaz para que el juego de las imaginaciones continúe.

sábado, 4 de junio de 2011

¿Cuál es la democracia real?



Ayer por la tarde fui a comprar al Corte Inglés. No voy casi nunca pero si uno busca algo específico es mejor no dar tantas vueltas. De paso, salí perfumado sin quererlo, ya que las puertas principales están estratégicamente ubicadas en las perfumerías, si es que a ese mejunje de fragancias en el aire se le puede llamar así. Crucé la calle en dirección a la FNAC y atravesé con tentativa la Plaza Catalunya. Tenía curiosidad por ver, luego de quince días, el centro neurálgico de manifestaciones en Barcelona y alrededores, porque hay muchos “protestódromos”.
Constaté que ha tomado el estilo de la homóloga Puerta de Sol, con toldos azules, mayormente, aunque también había una “hemorragia” de casitas de campaña de la marca Quechua, que amablemente distribuye en euros la cadena de tiendas deportivas Decatlón. Mientras un conferencista, micrófono en mano, disertaba sobre el conveniente uso de las energías renovables –también conocida como Fuerza Eólica-, una parejita de enamorados cerveceros mezclaba efluvios por vía oral, sujetando fuertemente la Estrella Damm –lager regional de alta calidad-, en una mano, y en la otra el porro –cigarrillo artesanal aderezado con picadura de tabaco y de cannabis.
Otra chica de estética okupa limpiaba o al menos llevaba los utensilios de limpieza, consistentes en escoba y recogedor. Los ejemplares de diferentes manadas caninas saltaban jugando unos con otros, al tiempo en que sus dueños conversaban tranquilamente, ya sea en medio de la plaza o detrás de los mostradores eventuales que han construido allí. Las pancartas, de toda grafía y color, daban cuenta del apartado del que se ocupan las casetas. Éstas son una especie de consultoría ciudadana que abarca a colectivos, en principio, minoritarios o desfavorecidos. Comissió d' Inmigració, Comissió d' Minusvàlids, etc. En la atención al público estaban rostros de los llamados alternativos, con rastas –melenas engomadas por el polvo- o rasurados del cuero cabelludo. Aunque también, atendiendo, había gente adulta con estética convencional.
Me acordé de una información que había leído por la mañana que hablaba de retirada en la comisión feminista de Puerta del Sol. Parece ser que allí ha habido tocamientos y acciones lascivas por la noche, cuando las activistas dormían. Están en todo su derecho de retirarse. La calle está llena de borrachos y drogadictos. No se deben mezclar a los homeless con los ciudadanos normales. Entonces me percaté de que la acampada en Plaza Catalunya había derivado en una estética okupa, que, como bien se sabe, es una filosofía de vida, y no porque sus promotores y activistas precisamente no tengan techo. Sino que es una manera reivindicativa para que los jóvenes se puedan emancipar sin mayores problemas.
Me acordé de Cuba, por supuesto, donde es bastante normal desde hace al menos medio siglo que viva toda la familia junta, incluyendo a los abueletes a quienes se les quiere mucho. De esa Cuba donde no hay derecho de manifestación pública si el evento no está organizado por el Estado; de esa Cuba que no tiene ni donde amarrar a la chiva, no digamos cervezas buenas asequibles ni casitas de campaña bien preparadas y fáciles de montar. Recordé esa Cuba que se hace eco de las manifestaciones españolas, de la Spanishrevolution, del 15 M, de la Democracia Real, cuando allí lo que menos abunda es la democracia. Ah, pero no todo el mundo está dispuesto a reconocer la manipulación. En principio no están dispuestos porque se les desmonta la plataforma, el piso, el suelo, el peso específico.
Granma, diario oficial confeccionado para once millones de cubanos, publicó en su portada imágenes de la carga policial desmedida de la policía autonómica catalana, pero no ha publicado la estampa idílica que vi ayer, en la que reina la paz, el recreo, el romanticismo por las causas justas, el discurso anticapitalista gritado a todo pulmón, sin que pase nada y sin que se derrumbe El Corte Inglés, que está justo al lado.
Esto sí es democracia. Lo siento por los que se ofendan, pero tengo que decir que el capitalismo es mucho más viable que el comunismo, al menos que el comunismo que viví en primera persona.

Foto del autor
Plaza Catalunya. Durante estos días ha permanecido, de fondo, una publicidad de Hyundai con un texto muy irónico: "¿Todavía piensas que las bestias no aman?"