La emocionante presentación y trayectoria en American Idol de Candice Glover, de 23 años, de Carolina del Sur, dejó en el aire el gustillo al melodrama que tanto adora la sociedad norteamericana, el sueño convertido en realidad, el país de las oportunidades o llámesele simplemente Territorio Universal.
Negra, corpulenta, suereña, aparentemente sin swing, pero con una voz –obviamente, natural- trabajada en las iglesias protestantes en las que, al parecer, los cuerpos vuelan cuando se alcanza determinado punto de entrega.
Y así mismo fue anoche en la final de este programa, que ya va por su 12 temporada: En el escenario estaba servido el contrapunteo entre el Country (una bellísima y triste Kree Harrison lo validaba) y el Rythm and Blues, espírituals o sonido del Sur, como se quiera llamar. Dos países, musicalmente hablando, se enfrentaban. Y también, aunque los norteamericanos cuidan mucho las formas, dos razas se discutían el podio.
Harrison tal vez esperaba un milagro mientras se agarraba fuertemente a las manos negras de Candice Glover. Ese milagro no llegó en el sobre que abrió el fabuloso presentador Ryan Seacrest. Las dos intérpretes eran inigualables en sus respectivos géneros, acompañadas además por un ángel especial pueblerino que bien supieron trabajar los encargados del show de la Fox. Pero quien tenía que decidir, el público, a través de los teléfonos, no contempló ni un ápice de relación emocional. Fue al grano, a la técnica, y con ésta a la dotación natural que se repite poco en este mundo.
Ya lo había dicho anteriormente uno de los jurados del programa, el músico Randy Jackson: -Hacía años que no escuchaba una voz tan espectacular como la tuya-, mirando de frente a Candice Glover.
Y es cierto que se trata de una genialidad, sumándole ese aire de sencillez ancestral que acompaña a ciertos negros norteamericanos.
Candice tuvo que cantar con el alma en un hilo y bajo una lluvia de papelitos de colores que insistían en metérseles dentro de la boca. También bajo la mirada de ese señor omnisciente a quien ella misma dedicó la pieza (I am Beautiful) señalando hacia arriba.
¿Si esto no es fuerza, emoción, sentido de la vida y personalidad, qué nos quedará a los que ni siquiera conocemos el lenguaje?
Su familia disfrutó el triunfo en platea como si estuviera en la iglesia. Brazos en alto, entregada a ese señor.
Pero todos sabemos que, en Estados Unidos, hay muchas Candice. Ella misma se había presentado tres veces a concurso. Y nadie supo verla, ni siquiera el público. Así es la vida. Yo agradezco que al menos algunos talentos no se pierdan en la nada, sobre todo los que, como Candice Glover, trabajan duro y creen en algo intachable.
(Publicado originalmente en www.cubanet.org)
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