domingo, 11 de noviembre de 2007

Marinero en tierra (con permiso de Rafael Alberti)



Una chica rubia cubierta de pecas entró a la tienda a primera hora de la mañana, con una amiga. Hablaban francés entre ellas, aunque se dirigió a mí en correcto castellano.

-Buenos días- me dijo-. Queremos ochenta y dos pilas AA e igual número de las AAA.
-No sé si quedarán tantas aquí. Te doy las que tengo. Si no alcanzan, puedes recorrer todas las ferreterías del barrio- respondí un poco asombrado por el pedido.

Le vendí todas las que tenía. En efecto, no llegaron a la cantidad del pedido. Mientras cobraba en la caja, no pude contenerme y pregunté:

-¿Es para un colegio, verdad?
-No, es para mi hermano y su compañero de viaje. Navegan en uno de los veleros que están fondeados en el puerto. Se van a dar la vuelta al mundo en ochenta días.

Sonreí. Era la primera venta de la mañana, una venta simpática, curiosa. La chica me dejó antes de irse un librito desplegable con toda la información técnica sobre la nave marítima en la que viajaría su hermano. Después de almuerzo, mi curiosidad seguía creciendo y me escapé hasta el muelle a echar un vistazo al velero. Había nueve embarcaciones coloridas amarradas en el canal paralelo al Paseo Colón. Me dio la corazonada de que estaba delante de una gran noticia.

Cuatro días más tarde, en la mañana de hoy, la pereza continuaba rondando mis ánimos, por los mismos motivos insospechados que me tienen lejos de este blog. Abrí un ojo solamente para ver la hora. Eran las once. Mi mujer, disciplinadamente, esperaba despierta una reacción vital de mi parte, cualquiera que le indicara acción, movimiento, despertar de mi letargo silencioso. El edredón que estrenamos hace unos días me sujetaba aun más a la cama, al igual que la sensación tácita de la llegada del invierno. Un domingo, desde que trabajo en el sector del comercio, no lo regalo tan fácil. Con el único ojo abierto por pereza, pesqué el mando de la tele que, a regañadientes, instalé en nuestro dormitorio acto seguido de inaugurar el edredón. Mi mujer desayunaba sola en la cocina. Algo me indicaba que tenía que responder al alba, un poco pasada de hora. Toqué un botón y salió un mar repleto de barcos.

-Mi amor, mira esto- llamé a mi mujer-. Son los veleros de que te hablé.

La televisión local transmitía en directo la salida del Barcelona World Race, en su primera edición, con vistas aéreas, más otras tomadas desde el mar y desde la franja litoral. Las nueve tripulaciones recorrerán 25 mil millas náuticas en embarcaciones monocascos de 60 pies de largo. Me entró escalofríos pensar en la vida a bordo durante dos meses y medio sin tocar tierra. Y yo zozobrando de una debilidad muscular provocada por un resfriado turbulento que cogí en el trabajo, supongo, donde todos mis compañeros fuman la “pipa de la paz” tranquilamente sin enterarse de se nos agotaron las pilas pequeñas.
Abrí el otro ojo para comenzar a dejar atrás la vagancia dominical. Me di cuenta de la relatividad de las cosas cuando un hombre está enroscado en la tibieza de un edredón y otro hace pulso con las olas, orientando las velas que tendrán que aguantar el trajín de ochenta días. El recorrido se realiza de Oeste a Este dejando atrás los cabos de Buena Esperanza, Leewin y Hornos, antes de remontar hacia el Atlántico de regreso a Barcelona.
No es la primera vez que la modorra se apodera de mis fuerzas e incluso de mis ganas de comerme el mundo, dicho esto en un sentido lúdico e imaginario. Desde el calor de la cama, introspectivamente, me prometí volver por estas páginas que me estaban esperando, en honor a los marineros osados y temerarios de todo el orbe. Me queda la ilusión de que mi humilde servicio viaja en el Delta Dore, la nave en la que surca los mares el hermano de la pelirroja -¿o era rubia?- francesa que me dejó sin baterías.
No sé por qué no se nos ocurrió llegarnos hasta el puerto a decirles adiós. Quizá porque era domingo, y estos días son sagrados para mi mujer y para mí, además de que teníamos cuentas pendientes en el ámbito doméstico. Pero estaremos allí a mediados de febrero cuando vuelvan, en la rada mediterránea que tanto nos gusta aunque el agua se vista de invierno. Bon Voyage.



Nota: la regata se puede seguir por Internet desde la página http://www.barcelonaworldrace.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, que sepas que el Delta Dore sigue navegando, va cuarto y .. no se ha quedado sin pilas!