Cierta llamada telefónica ayer me puso al corriente de la vida de un amigo e, incluso, de mi propia vida. Han transcurrido poco menos de dos años desde que nos vimos por última vez. En este lapso de tiempo, él estuvo transitoriamente delicado en el hospital, y yo comencé a trabajar en un mundo nuevo, en un sector por el que jamás había circulado mi imaginación. Lo más curioso e imperdonable de la cuenta final de la llamada, fue darnos cuenta de que ambos vivimos en la misma ciudad.
En dos años, por poco que nos esforcemos en ganarle tiempo al tiempo, transcurren muchas cosas, más en un país como éste desde donde escribo, en el que la competencia interpersonal suele ser tan abrumadora como solapada. Anoche realicé por fin la llamada que tenía marcada hace largos meses en mi agenda personal. Su voz se notaba sorprendida, y la mía trataba de mantener un acento tranquilo y natural. No fue posible lograrlo. Estábamos sujetos a pasar revista en el transcurso de una conversación que no podía durar mucho, porque se atravesaba la hora de cenar.
Algo, sin embargo, nos ahorró palabras. Y fue el hecho de que mi amigo sabía más de mi vida que viceversa, gracias a la lectura de este blog. Le advertí que no tomara todo lo que escribo al pie de la letra, a lo que me respondió que ya había restado lo que le parecía sospechoso de fabulación.
La blogosfera , en poco tiempo, dejará sin empleo a los periodistas de medios tradicionales de difusión. De no ser que estos se reciclen en bloggers. Confieso que durante un año he vertido en estas páginas reflexiones que me vienen a la cabeza mientras viajo en el metro. Ideas o sensaciones traducidas al lenguaje escrito para que no se queden rumiando en la memoria, y así, como bien se dice popularmente, curarme en salud.
No creo que me haya curado en salud, debido a que el alcance tecnológico en manos de un inmenso número de seres que habitamos este planeta hace que la información vaya por delante de nuestras posibilidades de análisis. Es demasiado amplio el cúmulo de noticias que hoy, aquí, se puede encontrar, por ejemplo, con respecto a la nación cubana. La blogosfera “del patio” es tan diversa que no da el tiempo físico para recrearnos en todos los perfiles, en los documentos históricos. Ya sean de arte, farándula o política regional.
El blog cubano más visitado en estos momentos es el que realiza dentro de la isla Yoani Sánchez. El periódico El País le ha otorgado el Premio Ortega y Gasset en un apartado de comunicación digital. Sin restarle méritos a Yoani –una chica joven a la que imagino de un lado para otro de La Habana con un pen drive buscando una conexión a Internet-, me gustaría recordar que su obra es posible porque el gobierno cubano no ha querido eliminarla, anular la obra y de paso a ella misma. La dejan andar y no sé bien por qué. Tengo mis sospechas, aunque no las vierta porque me parecen pantanosas.
Allí se sabe dónde vive cada cual y a qué hora se acuesta y con quién al lado. Con acusarla de propaganda enemiga ya tendría el gobierno un pretexto para “empapelarla”. Su obra, perfectamente ajustada al ánimo básico de un blog, que es el intimismo, la economía de palabras, es hija también es estos tiempos. De la era cibernética en el ámbito de las comunicaciones. Lo que ella está realizando en su blog digital, tiene un paralelismo, por ejemplo, en el diario que en sus días escribió Wendy Guerra y que solo ahora publicó, quince años más tarde. Anotaciones a partir de un sentimiento y de la propia observación.
El problema de Cuba, por lo tanto, sigue estando en pie, y continúa generando en los que nos fuimos un sentimiento de culpa simplemente por haber escapado. Quien escribe estas palabras intenta abstraerse del asunto e incorporarse a un mundo nuevo. Este mismo siente impotencia al corroborar que vivíamos dentro de una dinastía sin apenas pensar en ello. Quiere olvidar algunas cosas y no puede. Viaja en un metro camino a su trabajo y se encuentra en el asiento de enfrente a una mujer con un diario desplegado, en cuyos titulares lee: Retrato en blanco y negro. La Cuba de Raúl.
Su país es objeto del sensacionalismo periodístico.
El nombre de su país, leído, escuchado sin querer, le saca de su rutina y le lleva a andar minutos, horas, días de tristeza y melancolía.
Nota: La descarga la escribo ahora para que no recaiga próximamente sobre los oídos de mi amigo “perdido” en la ciudad, ya que por fin hemos quedado para vernos. ¿La fecha del encuentro? Esta primavera.
En dos años, por poco que nos esforcemos en ganarle tiempo al tiempo, transcurren muchas cosas, más en un país como éste desde donde escribo, en el que la competencia interpersonal suele ser tan abrumadora como solapada. Anoche realicé por fin la llamada que tenía marcada hace largos meses en mi agenda personal. Su voz se notaba sorprendida, y la mía trataba de mantener un acento tranquilo y natural. No fue posible lograrlo. Estábamos sujetos a pasar revista en el transcurso de una conversación que no podía durar mucho, porque se atravesaba la hora de cenar.
Algo, sin embargo, nos ahorró palabras. Y fue el hecho de que mi amigo sabía más de mi vida que viceversa, gracias a la lectura de este blog. Le advertí que no tomara todo lo que escribo al pie de la letra, a lo que me respondió que ya había restado lo que le parecía sospechoso de fabulación.
La blogosfera , en poco tiempo, dejará sin empleo a los periodistas de medios tradicionales de difusión. De no ser que estos se reciclen en bloggers. Confieso que durante un año he vertido en estas páginas reflexiones que me vienen a la cabeza mientras viajo en el metro. Ideas o sensaciones traducidas al lenguaje escrito para que no se queden rumiando en la memoria, y así, como bien se dice popularmente, curarme en salud.
No creo que me haya curado en salud, debido a que el alcance tecnológico en manos de un inmenso número de seres que habitamos este planeta hace que la información vaya por delante de nuestras posibilidades de análisis. Es demasiado amplio el cúmulo de noticias que hoy, aquí, se puede encontrar, por ejemplo, con respecto a la nación cubana. La blogosfera “del patio” es tan diversa que no da el tiempo físico para recrearnos en todos los perfiles, en los documentos históricos. Ya sean de arte, farándula o política regional.
El blog cubano más visitado en estos momentos es el que realiza dentro de la isla Yoani Sánchez. El periódico El País le ha otorgado el Premio Ortega y Gasset en un apartado de comunicación digital. Sin restarle méritos a Yoani –una chica joven a la que imagino de un lado para otro de La Habana con un pen drive buscando una conexión a Internet-, me gustaría recordar que su obra es posible porque el gobierno cubano no ha querido eliminarla, anular la obra y de paso a ella misma. La dejan andar y no sé bien por qué. Tengo mis sospechas, aunque no las vierta porque me parecen pantanosas.
Allí se sabe dónde vive cada cual y a qué hora se acuesta y con quién al lado. Con acusarla de propaganda enemiga ya tendría el gobierno un pretexto para “empapelarla”. Su obra, perfectamente ajustada al ánimo básico de un blog, que es el intimismo, la economía de palabras, es hija también es estos tiempos. De la era cibernética en el ámbito de las comunicaciones. Lo que ella está realizando en su blog digital, tiene un paralelismo, por ejemplo, en el diario que en sus días escribió Wendy Guerra y que solo ahora publicó, quince años más tarde. Anotaciones a partir de un sentimiento y de la propia observación.
El problema de Cuba, por lo tanto, sigue estando en pie, y continúa generando en los que nos fuimos un sentimiento de culpa simplemente por haber escapado. Quien escribe estas palabras intenta abstraerse del asunto e incorporarse a un mundo nuevo. Este mismo siente impotencia al corroborar que vivíamos dentro de una dinastía sin apenas pensar en ello. Quiere olvidar algunas cosas y no puede. Viaja en un metro camino a su trabajo y se encuentra en el asiento de enfrente a una mujer con un diario desplegado, en cuyos titulares lee: Retrato en blanco y negro. La Cuba de Raúl.
Su país es objeto del sensacionalismo periodístico.
El nombre de su país, leído, escuchado sin querer, le saca de su rutina y le lleva a andar minutos, horas, días de tristeza y melancolía.
Nota: La descarga la escribo ahora para que no recaiga próximamente sobre los oídos de mi amigo “perdido” en la ciudad, ya que por fin hemos quedado para vernos. ¿La fecha del encuentro? Esta primavera.
6 comentarios:
Querido Yoyi
Si ese amigo perdido leía tu blog desde hace rato y no te contactó ni siquiera a través de este útil maravilloso llamado querido "blog", no creo que sea en verdad tan cercano a tí. De todos modos cuídate y quizás solamente es otro que no tiene tiempo para nada y la vida se lo traga lentamente como a muchos de los que se fueron con ese sentimiento de "culpa".
un abrazo
otro amigo perdido
Respeto la libertad de opinión y la libertad del silencio. Alguien en este mismo instante pudiera pensar que lo he olvidado con mi ausencia, y no es así. Aquello de "te llevo en el corazón" es tan cursi como profundo. Pero reconozco que andaríamos mejor si nos comunicáramos más a menudo. La vida nos traga, tienes razón, esa es la sensación que percibo. A partir de este impulso provocado por el susto del paso del tiempo, realicé un par de llamadas más. Una de ellas a una persona especial y sensible, antigua compañera de la universidad. Había tenido un hijo cinco años atrás y yo sin saberlo. Ella estuvo a punto de llorar, creo que porque le robé la iniciativa de la llamada. Y nos preguntamos, los dos, por qué tanto tiempo.
Cuídate tú también, amigo perdido. Un abrazo te llegue donde sea que estés.
Entiendo la crítica de tu otro amigo perdido. Pues si, es bastante fácil poner dos líneas aquí mismo y dejar registro del paso por la página y por un momento fugaz de tu día a día. Esta primavera, sin falta, quedamos. O mejor: ¿Qué tal este domingo? Un pajarito me ha dicho que esos locos de las motos descansan un par de semanas...
...y yo que pensé que el tema era "estupefaciéntico"...
Yo soy muy creyente de que "lo que sucede conviene", y si ha pasado tiempo, por ambas partes, no pasa nada, lo importante es el reencuentro.
Le di recuerdos a La Habana de tu parte. Que lo sepas.
Yo no me pierdo. Sigo aquí, leyéndote.
Te echaba de menos, Qst. Casi no me alcanza el tiempo para seguir la serie Intramuros, pero no pienso abandonarla. De alguna manera sentí que me llevabas por allá.Graacias. Ya me contarás cçomo te fue.
Jorgito,
Paso por aquí y veo que en mi ausencia has escrito cositas. Me pongo al día.
Un saludo, yo soy otra perdida a la que el tiempo se le va entre las manos.
Hasta pronto!
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