miércoles, 3 de junio de 2009

En nombre de Freud (IV)


Las performances de encadenamientos a los postes de la luz, metáfora de la represión en la isla, nos dejaron con la duda de si las cosas estaban cambiando. Y en realidad cambiaban, pero no en nuestro patio, sino en tierras tan remotas como la mancha que hacía el campo socialista en el mapa europeo.
Allende los mares.
Pero, claro, si el poder supremo –la extinta URSS- movía sus coordenadas, por qué no iban a moverse las nuestras si todo, o casi todo, llegaba de allí. Nuestro país era una estructura calcada y tropicalizada de la armadura soviética; todo estaba dispuesto de manera que, si caía el “país hermano”, no habría manera de sostener el caribeño. Y entonces veíamos luces de cambios que, como siempre ha sido a lo largo de la historia, las reflejaríamos en primera instancia los intelectuales y pichones de intelectuales. Todo esto era un ambiente del que no se hablaba en público y sí se sentía próximo. Mis condiscípulos compartían el tiempo entre asimilar las novedades políticas y conocer la capital, sus recovecos, el destape verbal en las tertulias íntimas de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC),y, más fuerte todavía, el desarrope total o parcial de las obras de teatro.
Por aquellos días se estrenó La cuarta pared, un título y puesta de Víctor Varela que hacía alusión al espectador como soporte básico de una función escénica. Se hablaba de romper, de transgredir, de penetrar lo hasta entonces intocable, de responder al llamado libertario de muchos, de casi todos nosotros. Dije “se hablaba” sin querer. En realidad era una puesta gutural, absolutamente gestual que se estrenó primero en una sala doméstica – la propia casa del director- con un grupo reducido de público. Hasta que se consiguió subirla a las tablas del Teatro Nacional. Aunque había varios antecedentes de este tipo de representación en Francia y Europa en general, en Cuba , con las condiciones de dominación del individuo y el miedo estatal al metalenguaje que siempre existió y existe, pues era impensable una función así.
Tuve el privilegio de verla en las dos salas, la minúscula y la grande. Ahora que todo ha pasado se puede contar el final. Después de una hora y algo imaginando lo que el autor nos quería informar, incluyendo el parto de un personaje femenino que alumbra por el nudo de la puesta, más o menos, y de gritos desoladores, y claros deseos de expansión, los cinco actores –creo que tres hombres y dos mujeres- se desnudan completamente y se meten dentro del "respetable", con todas sus vergüenzas al aire, quiero decir, al aire viciado de una sala oscura donde todos respiramos el “oxígeno” de la propuesta artística.
Tuve la impresión de asistir por primera vez en mi vida a una sesión de espiritismo, de hipnosis, de psicoanálisis, de reiki, de provocación impúdica, de evasión de la realidad. Todo eso junto. Por las dimensiones estrechísimas de la sala de pruebas, llegué hasta sentir las emanaciones de los cuerpos al pasar junto a mí. O sea: aquella puesta en escena te ofrecía su sudor, para que te dieras cuenta de hasta qué punto es ficticia esa llamada cuarta pared que divide al escenario de las filas de asientos.
La puesta de Varela –otro que se marchó del país un tiempo después- tomaba “prestados” elementos de la danza contemporánea, de la plástica no académica como manifestación metafísica, de la música incidental y del mundo del clown, pues estaba cargada de gags y acciones efectistas. No tengo el dato de cuántos de mis compañeros de la universidad la vieron. Me gustaría saber qué reacción le provocaría este espectáculo en cueros a un joven –por no decir adolescente- que llega a la capital, como decía en otro capítulo, virgen de cuerpo y mente.
Sin embargo, el episodio de La cuarta pared, aunque emergiera a la cartelera oficial, siempre tuvo carácter underground, por su propia naturaleza, por el ataque de los medios de prensa gubernamentales, y por el miedo que daba enfrentarla. Supongo que este evento desamarró lastres en no poca gente. Levantó ronchas en los estratos de poder porque invitaba a revolcar los deseos, que, tarde o temprano, son los resortes que mueven el mundo.

Foto del autor:  "Los sueños prohibidos de Sor Juana", de Pepe Santos, una puesta de los 90. La Habana.

(Continuará...)

7 comentarios:

Silvita dijo...

Yo la ví en la sala minúscula! Como es lógico ya no la recuerdo bien, pero nunca la olvidaré.
Qué estará haciendo Víctor Varela ahora? Y aquella maravillosa actriz que trabajaba con él? No recuerdo su nombre.
Recuerdo el teatrico de la calle Ayestarán, con sus portales siempre llenos de polvo, de hojas secas, todo el tráfico del mundo en aquella avenida estrechita... el parque del caballo en frente, donde alguna vez paró la ruta 17... recuerdos y más recuerdos. La clase de calor que había en aquel teatro del Obstáculo! Y la pizarrita de luces que era un peligro artesanal!
En una puesta de Víctor conocí a mi mejor amiga, ella y su novio salimos conmigo y mi novio, el amor de mi vida... éramos tan jóvenes! Ay, Yoy, niño, me tienes montada en la máquina del tiempo, una bicicleta china con grandes alas blancas.
Lo malo es que ya ni me escribes :(
Un beso y saludos a María!

Silvita dijo...

jaja, emparrillada en la máquina del tiempo! Qué cosas dice una!

Jorge Ignacio dijo...

jajaja, silvita, te escribiré personalmente. muy linda la metáfora de la bicicleta china y el amor de por medio. en realidad, en esta crónica no me refiero a la sala de Ayestarán, sino a la sala de la vivienda de Víctor, que entonces estaba en la calle Calzada entre E y F. Allí se estrenó "La cuarta pared". parece increíble que esas cosas hayan sucedido en Cuba. un beso y hasta pronto.

Silvita dijo...

Ah! No: ahí no estuve.
La sala de Ayestarán me gustaba muchísimo!
Sí, parece increíble, cuántas cosas se dijero, se hicieron, cuánta intensidad en las artes plásticas y el teatro... a veces una se pregunta como la sociedad no se estremeció. Pero nos estremecimos nosotros!
Ahora sé definitivamente el gran privilegio de haber nacido y vivido donde nací y viví, y justo en esa época.
Ahora voy a ver si me has escrito... un beso!

Anónimo dijo...

Sí, amigo. En efecto hablas de la casa en el solar de Calzada donde vivía Maria Elena Boán (la directora de lo que fuera luego Danza Abierta, el más importante de los grupos danzarios en los noventa), entonces mujer de Víctor. Era un cuarto con barbacoa. Abajo se puso "La Cuarta Pared", como antes habían puesto la primera de Víctor, "Los gatos" en la que actuaban Alcibíades Zaldívar y Maria Elena Espinosa, profesores los tres de la entonces Escuela Nacional de Instructores de Teatro. "Los gatos" era un texto salido de un taller de dramaturgia en Teatro Estudio (entonces en la sala Hubert de Blanck todavía), con presentaciones en algunos espacios alternativos como la Casa del Joven Creador y con Carlos Varela cantando un tema en vivo ("Apenas abro los ojos...")
"La cuarta Pared" comenzó siendo también un texto dramático convencional, muy inspirado en Pirandello (Seis personajes en busca de un actor), pero que luego Víctor, en el proceso, fue eliminando los textos hasta dejar una secuencia de acciones y sonidos de dos horas y pico.
Quizás, además de las transgresiones conceptuales, lo que más desató polémica fue el desnudo colectivo en la escena final, en pleno año 87, cuando hasta el momento ese recurso había sido muy tímido en la escena cubana.
Seguramente recordarán que, por la estrechez del lugar, sólo cabían siete espectadores, y que había una lista de meses para ir a ver la obra.
Entre los actores estaba una vez más Alcibíades, además de Baby (Bárbara Barrientos) la actriz por la que creo preguntan más arriba), Tania, Julio y Alexis. Este último, Alexis Díaz de Villegas (entonces alumno de la ENIT, apodado cariñosamente "El Majá", actualmente sigue trabajando en Cuba, lo mismo en teatro - Argos Teatro - que en cine o televisión).
Víctor y Baby, después de vivir y trabajar un tiempo largo en Argentina, se mudaron a Miami.
En Cuba hicieron una versión de La Cuarta Pared, como monólogo de Baby, que todavía presentan como "Monodrama Cuarta Pared 2" y ya, como sí deben saber, en Ayestarán presentaron espectáculos como "Segismundo ex-marqués" (en plena crisis, funciones por la tarde con ventanas abiertas), y luego La Ópera Ciega.
Un abrazo y gracias por recordar aquella época tan particular de nuestro teatro.
- Wichy García Fuentes.

Jorge Ignacio dijo...

Wichy: muy útil y preciso tu comentario. miles de gracias. escribí de memoria, sin documentación. ahora veo que no me alejé mucho de la realidad. no sé por qué no firmaste con el vínculo de tu magníficio blog. un abrazo, hermano.

Rodrigo Kuang dijo...

No hay de qué, hermano. Gracias por lo de magnífico a mi blog tan joven y diletante. Aunque me doy cuenta que cometí una pifia, donde escribí "Seis personajes en busca de un actor", en verdad era "de un autor". Parece que me traicinó el subconsciente con las notas que escribí hace años para "La Octava puerta", en el Buendía, y que sí era una cita pirandelliana sobre personajes buscando a un actor.
Un abrazo para ti.