martes, 24 de agosto de 2010

El viaje de Silvia. Retrospectiva



Puesta en escena de la calle mayor (IV)

Un día fuimos a buscar café a una de las dos tiendas de Nespresso que están en Passeig de Gràcia. La incorporé a una parte de mi ruta citadina, para emboscarla en un plan ordinario y, a la vez, espectacular. Emergimos de la estación de Diagonal que está en el cruce de esta importante avenida con la de Passeig de Gràcia, desde donde se ve, en perspectiva, el ancho y largo de la segunda calle más cara de España (después de la madrileña Preciados). A mí me gustan más Rambla Catalunya y Enric Granados, dos vías también afrancesadas aunque más estrechas, pero Silvia sucumbió ante la belleza urbanística de ese Passeig (Paseo, en castellano) que en sus inicios sirvió para enlazar la antigua ciudad amurallada de Barcelona con el entonces distrito independiente de Gràcia, la villa con personalidad propia que curiosamente hoy se ha convertido en una zona muy alternativa de la gran ciudad, donde se posicionan fuertes movimientos antisistema.
Los cuatro o cinco magnos edificios del Modernismo catalán, afincados en Passeig de Gràcia –los que salen en todas las guías del viajero-, los bancos cruzados hechos con el método loquísimo del trencadís (rotura de azulejos para colocar los fragmentos hasta en los bordes redondos donde no se puede trabajar la piedra), las suntuosas farolas de hierro fundido haciendo dibujos antes de llegar al agarre de la bombilla, el ancho de calle en sí mismo, de acera, los árboles que ofrecen algún color y ,luego, los despampanantes escaparates de las más famosas marcas de ropa de todo el mundo hacen de esta travesía un largo camino hacia el más allá, ese lugar innombrable adonde casi nunca vamos pero transitamos por él.
Nadie aquí aspira a comprar un apartamento en Passeig de Gràcia, aunque haya tenido ese sueño alguna vez. Tampoco es estrictamente necesario en una ciudad en general bien acondicionada y con excelente sistema de transporte, bien comunicada por sus cuatro puntos cardinales y con accesibilidad sostenible para minusválidos en la gran mayoría de estaciones de metro y esquinas, porque Barcelona, que creció a golpe de eventos, se ha propuesto estar en el mapamundi como un destino ineludible. De hecho lo es. Tal vez sea por esa inmensa cantidad de turistas –la población flotante que llega en agosto cuando los lugareños se marchan- , se me hace pesado transitar por el centro, más todavía por Passeig de Gràcia, que, aunque ancha, me sigue pareciendo una puesta en escena de una obra de teatro titulada Barcelona, la botiga mès gran del món*. El slogan del Ayuntamiento.
Esto que me sucede, sin dudas, forma parte de un prejuicio, de los tantos que solemos tener. O tal vez forma parte de mi sistema sensorial, más cercano a las pequeñas escalas. De manera que Silvia se perdió los detalles de la gran avenida, porque por ahí transitamos solamente una vez, a prisa y de camino a la exclusiva tienda de Nespresso, el nuevo club de los barceloneses donde confluyen los ricos y los obreros en total armonía, todo dependiendo de que queramos o no invertir nuestro dinero en un café aromático envasado en cápsulas. Eso sí, con una crema bien espesa.

(Continuará…)

Foto del autor
Vista a pie de calle de la Casa Amatller, una de las construcciones de la denominada Manzana de la Discordia, donde trabajaron importantes arquitectos, incluido Gaudí. Esta curiosa casa, cuyo interior permanece cerrado al público por ser de propiedad privada, se le encargó al artista catalán Josep Puig i Cadafalch, quien se exilió en París a comienzos de la Guerra Civil. Ubicada en la parte baja de Passeig de Gràcia, su portón marca el kilómetro cero de la ruta por el Modernismo europeo. En la planta baja de Casa Amatller está instalada una de las más famosas joyerías regionales.

*Barcelona, la tienda más grande del mundo, un lema al estilo absoluto del realismo socialista; para atraer turistas o vender la ciudad, no se sabe bien.

3 comentarios:

maria dijo...

Me encantó, mi amor. Sin duda alguna me quedo con Rambla Catalunya. Es una pena que no se pudiese pasear más tranquilamente por Passeig de Gràcia, ya que Silvia lo hubiese disfrutado muchísimo. Seguro que en el próximo viaje tendrá tiempo de esos detalles y de los análisis de slogans de la ciudad.

Jorge Ignacio dijo...

Guapa: la culpa fue mía. Había tiempo al principio, pero prioricé mis calles, ya que hay muchas ciudades dentro de una ciudad. Silvia fue muy disciplinada y no ripostó mi camino. Me sabe mal, ahora pensando, no haber dedicado una jornada entera a Passeig de Gràcia. Sin dudas se la merece. será para la próxima. te quiero.

Silvita dijo...

Mis queridos: ambos son terriblemente culpables de ese día hermoso que hoy Jorge me recuerda. Yo sé lo que vi, y lo que ví llenó mi corazón de amor por esa ciudad. A primera vista, claro, pero amor. Como soy tan romántica, no creo mucho en los otros amores. Lo que no ví, dios quiera que lo vea, porque también me enamora :)
Les mando un castiguito de besos y abrazos, por tenerme embobada pensando en Barcelona.
Ps. Sigo énfermita. Cómo los extraño!
Ps 2: ya vi las chufas en wikipedia :)