viernes, 9 de septiembre de 2011

"Suite Habana" o la poética del desamparo



La primera vez que vi Suite Habana (año 2003, 80 minutos) fue en un cine de arte y ensayo de Barcelona, en una sala de medianas dimensiones donde había alrededor de siete personas. A mi lado, mi amiga Ania Liste, que me invitó a la función, aguantaba todo lo posible para que yo no la sintiera llorar. Mis lágrimas saltaron silenciosas cuando apretó el nudo que había en mi garganta.
A la salida del cine, recuerdo, casi no podíamos comentar nada.
La segunda vez, estaban pasando el docudrama –nunca mejor dicho- en la televisión española. Busqué una cinta corriendo y lo grabé. Fue hace años. No tenía grabador de CD.
La tercera fue anoche. Otra vez, el canal 2 de TVE ofreció ese panorama desolador de La Habana captado por la dramaturgia de Fernando Pérez, toda una tristeza entrelazada en unos personajes que no son de ficción. La valentía del director de Clandestinos aprovecha el tono del documental, por un lado, y el siempre seguro recurso del metalenguaje para decir lo que todo el mundo habla: Cuba es una miseria, y no precisamente humana. Aunque la obligatoriedad de vivir en dólares, de un tiempo a esta parte, se ha llevado por delante mucha hospitalidad, franqueza, incondicionalidad, como un tren de alta velocidad.
Fernando Pérez es un poeta de la imagen. Supongo que Suite Habana no haya gustado mucho al castrismo, pero el “sistema” la dejó pasar (concursando en festivales, etc.) porque en la mente perversa del totalitarismo cabe la posibilidad de echarle la culpa a “los americanos”. Decir la verdad, desde dentro, es muy difícil, incluso para los corresponsales extranjeros. Es posible que, de ponerle un micrófono delante a Fernando Pérez, no denuncie abiertamente a la dictadura. Tampoco le haría falta hacerlo porque se repetiría a partir de su excelente metraje.
Ayer, precisamente, conversaba con otra amiga de quien me reservo su nombre. Ella acaba de llegar de La Habana y me dijo lo siguiente:
-El Hospital Clínico Quirúrgico, el de la Avenida 26, anda tan mal que debería figurar en una lista negra internacional de los derechos humanos.
Supongo que se refería al desastre material y también a la corrupción.
No me atreví a indagar más porque estuve en hospitales allí hace un año, cuando fui a despedirme de mi madre que moría de cáncer. Parece ser que esquivé el tema por la tarde y, por la noche, la vida quiso refrescármelo con el filme de Fernando Pérez.
Nunca se me borrará de la mente esa viejecita vendedora de maní.

Foto tomada de la televisión
El filme se puede ver aquí. Es muy triste pero, a la vez, una joya artística de fotografía y montaje.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Solo he visto los 30 minutos finales de esta pelicula hace como dos años y confieso que llore.Un saludo:ROBERTO