Alegre nota de prensa leída en el exilio –alegre para los que amamos el mundo del teatro- vino
a sustituir el mar de quejas y denuncias que habitualmente lanzan los
periodistas independientes desde la isla: Vuelven los hermanos Camejo y traen
con ellos a Pepe Carril.
¿Quiénes son los que
regresan?
Nada más y nada menos
que los fundadores del Teatro Guiñol de Cuba, vejados, perseguidos e
incendiados por el régimen en los albores de eso que dieron en llamar
Revolución. Cuando decimos incendiados no es exageración.
Los comisarios políticos de la época ordenaron dar fuego a sus muñecos. Todo un crimen, cometido además con ensañamiento y no sabemos bien si con nocturnidad.
Todo porque los títeres de los Camejo (Carucha, Bertica, Perucho y José), que diseñaba Pepe Carril, aunque habían viajado el mundo, no encajaban con la estética y mucho menos con los arquetipos que necesitaba aquella gesta traidora, en aquella época bárbara.
El ultraje fue a más. Se extendió al teatro dramático. Directores, escenógrafos, actores fueron parametrados. ¡Qué barbaridad! Inventaron un verbo para purgar a la gente, para cazar a los artistas en base a su orientación sexual.
Algunos artistas optaron por el camino del exilio.
La escena nacional necesariamente tuvo que reinventarse y comenzar a colocar personajes heroicos, sovietizados, para poder funcionar. Se necesitaban obreros, militares, estudiantes, campesinos en escena. Todo lo demás estaba fuera de lugar.
Y así se reinventó el teatro, incluyendo el de guiñol.
Los Camejo y su diseñador de cabecera desaparecieron con profundo dolor.
Muchos años después –digamos que unos cuarenta- no fue tan necesario cargar con prototipos impuestos.
Pero vuelven en un libro. Las bases de los Camejo sirvieron para que creadores y críticos del teatro para niños investigaran y homenajearan a los agraviados.
Rubén Darío Salazar, en Matanzas, y Norge Espinosa, en La Habana, recopilaron suficiente información y acaban de presentar el volumen Mito, verdad y retablo: El Guiñol de los hermanos Camejo y Pepe Carril, por Ediciones Unión. Este texto anteriormente había obtenido el Premio Nacional de Investigación Rine Leal 2009 .
Curiosamente, la publicación surge al amparo (Unión) de instituciones culturales gubernamentales, las mismas, o parecidas, que en su día cometieron el ultraje.
Por supuesto que los autores de este importantísimo libro quedan eximidos de lo sucedido. Me consta su indignación por lo que pasó. Pero las instituciones, el mecanismo diabólico, no.
Será que ya es hora de pedir perdón, de cierta forma. Como mismo hicieron con Virgilio Piñera, también ultrajado, el más grande dramaturgo que tuvo la isla.
No es hora de olvidar, eso está claro.
Foto: Carucha Camejo (www.titeresante.es)
No hay comentarios:
Publicar un comentario