domingo, 8 de septiembre de 2013

Si te hubiera querido...



Cachita, no te enfades

Se me hace un nudo en las manos si tengo que escribir de Barcelona. Se lo contaba a una amiga el otro día por chat. Le dije que no es tarea fácil arrancármela, como Toña la Negra se arrancaba la vida cuando cantaba. Aunque la dejé escrita de algún modo muy personal –a Barcelona, quiero decir-, se hace complicado evocarla. Algún nudo que no merezco debe haberse tejido en mi ausencia, o mejor dicho, sin mi autorización.
Las mujeres despechadas – con una sola  basta, decía mi padre, que en paz descanse- se habrán puesto de acuerdo para que Barcelona me dejara el sabor amargo que tengo. Quien me conoce sabe por qué lo digo. Y no es regodeo, por si acaso. Es que allí comenzó todo a madurar, pero de una manera que atormentaba mucho. Llevaba de todo para protegerme, pero estuve tan obnubilado que no atiné a la magia de mi cultura original para guarecerme en ella. Me desboqué con la novedad y, por supuesto, enfermé de desconfianza. Eso no es nada, lo sé; hay quien ha enfermado peor.
Pero vamos al caso: Hasta la llegada de María a mi vida no salió del fondo de una maleta una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que llevaba de Cuba. Incluso, es imperdonable que no sacara a tomar aire a “Cachita” habiéndome regalado la estampilla alguien que es como mi madre; me atrevería a decir que mi propia madre que no me parió. Belén, de quien he hablado en este blog, es una negra de Santiago de Cuba que me cuidó lo suficiente desde niño y ojalá que la vida me permita traerla de visita a Miami.
Belén me dio a “Cachita” como quien no quiere las cosas, sabiendo que mi formación materialista de la vida (marxista-leninista por inducción directa de la dictadura) no me permitía ver más allá de lo que está a la vista. Por eso decía que la novedad hizo de las suyas, mostrándome Barcelona tal cual.  Y yo, de todo eso, faltaría más, compré la noche.
Hasta que un día supe que podía llevar con los ojos cerrados a cualquiera por los bares más increíbles y dejarme la vida entera en esa jornada. Otra manera de arrancarla de uno mismo o de que te la arranquen.
Hasta ese día no emergió la estampita de Belén, que es de plástico y está rajada. Tal vez esto signifique algo. María supo darle la importancia que merece al colocarla en una esquinita de cada una de las habitaciones que tuvimos, porque, hasta que nos casamos, nos mudamos de piso varias veces.
Las cosas comenzaron a mejorar pero yo estaba convencido de que era por María. No fue hasta que aterrizamos aquí en Miami que comencé a atar cabos y caí en la cuenta de que “Cachita” estaba transferida por Belén para hacer marchar las cosas de una manera no tan atormentada o, siendo más exacto, de una manera no tan atormentadora. Al llegar, alguien dijo que habíamos aterrizado en la víspera de “Cachita”, un 7 de septiembre, que a su vez era el día de la Virgen de Regla, patrona de los mares, también una diosa del panteón afrocubano.
¿Y por qué la víspera y no el mismo día?
Es curioso: el vuelo se retrasó un día por razones técnicas, según dijeron los del aeropuerto del Prat. (Nos enviaron a un hotel de Barcelona donde descansamos un poco con los niños antes de tomar un avión trasatlántico). Yo pensé que era para que me tocara el mejor oficial de Miami. Pero parece ser que no era por eso (aunque el agente fue amable).
Era para cerrar un círculo porque al año y un día –o sea, la fecha de “Cachita” pero del año siguiente- aplicábamos para la residencia aquí. Los cubanos saben cómo.
Debo decir, aunque tal vez sea obvio, que “Cachita” está colocadita en un rincón de la máster room, rajada y amarilla como llegó a mis manos a través de Belén. Aunque no estoy del todo seguro si se había rajado dentro de la maleta donde estuvo antes.


Foto del autor, retrato de familia

1 comentario:

Chantal Plata dijo...

Hola, no tenía idea que habías dejado Bcn, me tocará leer más acá para ponerme al día, saludos, de momento los posts que voy leyendo siguen teniendo la frescura y la gracia de siempre.