miércoles, 4 de mayo de 2016

Zapatos de dos tonos





¡Qué fino el desfile de Chanel este martes en La Habana! La pena es que a cien metros las calles estén llenas de socavones y de charcos de orine; la gente ande remendada y camine con agujeros en los zapatos, con sombrilla rota y la amargura de no saber qué comer.

El propio Paseo del Prado –que siempre recordé, a pesar de todo, caminando por las Ramblas de Barcelona- tuvo que ser pulido para el desfile, porque la mugre sobre ese mármol tenía una larga historia.

¡De los leones ni hablar! Sucios y pestilentes, soportando el paso del tiempo a como se tercie: soportando escaramuzas de todo tipo, alcohólicos no precisamente anónimos, vendedores de maní, revendedores de casas -¡muchos ilegales!-; el hollín que dejan los carros viejos, esos mismos que pusieron detrás como decoración al desfile de Chanel, pero con motores trucados, motores de petróleo, de queroseno, de turbinas para regar el campo.

Ah, pero Coco, inefable estandarte, quería caminar por ese pretil bien construido y abandonado a su suerte; quería pasear su alta costura, sus zapatos de dos tonos y su finísima combinación del aire francés colonizador. ¡Coco transcultural!

¿Adónde ha ido a parar esta marca con toda su elegancia? ¿No sabe que se está sumando a una carroza de humo que no conduce a nada sino a la risa, a la desvergüenza?

Cuba sigue siendo un dominio y no un país libre. Ahí estaban hijos y nietos de los dictadores y una turba de militares para que nadie se acercara al desfile. No importa que, como dijo en La Habana Geraldine Chaplin, ni ella misma pueda comprarse esa ropa. Lo importante es que ese país, esa ciudad, ni siquiera tiene boutiques de marcas elegantes.

Es un despropósito de punta a cabo ese desfile, y no porque la miseria ronde el escenario. Podría haberse hecho en cualquier país pobre donde exista libertad de expresión y quedaría mejor.

Las Ramblas de Barcelona –lo más parecido que he visto a ese Paseo del Prado- están limpias siempre, coloridas, llenas de ambiente, de carteristas, de vendedores de flores, de estantes de periódicos que abren con la edición nueva a las cuatro de la madrugada; llenas de estatuas humanas que son verdaderas obras de arte; llenas de vida, en fin. Y poco más arriba una tienda de Chanel.

Eso es dar vida y conservar una ciudad. No como esto que es pura escenografía, cortina de humo, finísimo paripé.

Señor diseñador: Totalitarismo y glamour no juegan en la pasarela. La Habana tiene un aire “retro” porque los mismos dictadores que ahora lo invitan la destruyeron. La dejaron podrir.

Los cubanos no necesitan más humillación. Déjenlos tranquilos.




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