martes, 29 de abril de 2008

Fíjate en las cabinas



Quiero adelantar una observación que, a la vuelta del tiempo, se convertirá en un tema ferroso, oxidado. Hoy por hoy, sin embargo, tiene hierro el asunto de cómo se trasfigura la sociedad española a partir de la inmigración multitudinaria y multiétnica. La noticia no la trae el cable –así hablaba la prensa cubana aludiendo a los despachos cablegráficos antiguos-, sino este servidor. Se trata del avistamiento de un conductor del metro de Barcelona que no tuviera nada de singular si no fuera negro. Lo vi ayer entrenándose en la línea 5. Siempre me fijo en detalles fugaces, agazapados.
Desde que descubrí que una de mis clientas de la tienda donde trabajo es conductora del suburbano, la busco afanosamente en el cuartucho oscuro de todos los convoyes de esta ciudad. Entonces mi asombro tuvo lugar al ver a un negro allí.
Desde que viajé a París y encontré taxistas negros –algo que sería asombroso en la España de hoy-, le dije a mi mujer que este país taurino desde donde escribo cambiaría de verdad el día en que la gente “de color” ocupara puestos normales de trabajo. Esto comienza ahora. Y no creo que sea una voluntad política la que impulse la integración de todos los que llegamos con una maletica ortopédica para “hacer las Españas”, sino con el transcurso natural de las cosas de la vida. Ese hombre oscuro como la noche estaba allí en la cabina de un ferrocarril subterráneo porque se demanda fuerza de trabajo.
No me creo para nada los slogans publicitarios de TV3 en los que se dice que Cataluña está abierta a los cuatro vientos. Una cosa es la praxis y otra muy diferente la propaganda.
Me ha alegrado sobremanera hallar a un sujeto de “piel extraña” manejando un tren aunque sea en las cavernas sinuosas del subsuelo catalán. Ya llegará el día en que lo encontremos con unas gafas de sol sentado al volante de un autobús regular. De momento es un paso de avance. Lo están entrenando en estos días. Fíjense los usuarios de la línea azul. También debió resultar extraordinario, en su día, ver a una mujer llevando esas máquinas.
Las luces del metro donde yo viajaba se apagaron de golpe en plena marcha. Pensé que el pupilo debió tocar un botón inadecuado de los tantos que tendrá la pizarra de mandos. Enseguida me vino a la mente un chiste cubano muy simpático y racista, pero, más que racista, políticamente incorrecto.
Se dice que Arnaldo Tamayo, el negro que Cuba envió al cosmos hará unos veinte años, regresó a Tierra con las manos hinchadas. Las traía inflamadas porque su compañero y jefe de vuelo, el ruso Romanenko, no lo dejaba tocar nada por miedo a que apretara un botón incorrecto.
-¡Suélta eso, coño!-, le repetía el soviético al pobre caribeño con una palmada enérgica.
Mañana vuelvo a viajar, pero no tomo el metro. Mi mujer y yo nos vamos a hacer un “puenting” a Lisboa, una ciudad alojada en mi imaginario desde hace muchos años. Desde allí contaré algo acerca de la integración de África en el mundo lusitano. Supongo que sea más notable que en el resto de la península ibérica. Dicen las malas lenguas que el mundo comenzó por debajo del Sahara. Hoy me acuesto más feliz, lleno de ilusiones y de expectativas.
Cierro transmisiones desde este puerto de mar. Me espera el delta del río Tajo.

5 comentarios:

Queseto dijo...

Jorge, dices "Desde que viajé a París y encontré taxistas negros –algo que sería asombroso en la España de hoy...". Pues deja de mirar en los huecos (jeje, quiero decir, en el metro), y mira más por la superficie, ahí, en tu ciudad, porque cualquier día te encuentras con este taxista en particular:

(sacado del comentario de un forista cubano en una página cubana):

"...y yo muerto de la risa y bebiendo cerveza estrella, pasado un rato pasa un taxi conducido por un negro y llevando a una vieja de pasajera, el tipo se detuvo justo al lado de nosotros y saludo que dime asereeee, por lo que me di cuenta que era otro cubano, sin detener el motor ni bajarse del auto se puso a hablar con los otros entre grandes risas y el cabreo de los otros conductores, finalmente se fue y seguimos con los cuentos y las risotadas, mas o menos una hora despues, vuelve el taxi con el negron cubano y se repitio la escena, esta vez la pasajera era una joven que se partia de risa tambien, mientras los claxones de los otros autos armaban una bulla infernal...".

Pásalo bien en Lisboa y cuenta a la vuelta. Yo pego un saltito chiquitico a la isla de al lado, me voy a Ibiza...

Anónimo dijo...

El cuento sobre el cosmonauta cubano negro, es una muestra del racismo que llevamos dentro.
Recuerdo ese rumor, y sobretodo cuando el otro cosmonauta cubano que aspiraba a volar, era un joven blanco, muy bien parecido.
¿Qué será de la vida del cosmonauto cubano Arnaldo Tamayo?
Lo vi hace muchos años comiendo en la pizería de 23 y 12 , en el Vedado,con su esposa soviética, que seguramente ya no lo será.
Justo Juan

Anónimo dijo...

Jorge , ¿ya dejaste de trabajar en la tienda de venta de electrodomésticos?
En Lisboa, vas a ver una ciudad con una presencia muy alta de mozambicanos, angolanos, etc.
Es una ciudad sin estrés - lo verás.
Y , por suerte, el precio de las cosas es más barato.
Estoy seguro que te enamorarás de Lisboa y querrás vivir allí.
¡Que tengan un feliz viaje!
Perucho

Jorge Ignacio dijo...

gracias a todos por la visita. estoy en Lisboa disfrutando de la tranquilidad del paso del tiempo. y reporto desde aqui. un abrazo a todos rapidito desde un ciber..obrigado.

Jorge Ignacio dijo...

Perucho:
todo lo que dices de Lisboa es cierto. Poco estrés, más presencia de negros y mestizos. Es otro rollo, como se diría en España. Me encantó Lisboa, me enamoré de ella. No sé cómo llegaste a este blog, en cualquier caso, bienvenido seas. Un abrazo para ti y otro para Justo Juan.Ya desde Barcelona.