miércoles, 4 de junio de 2008

Pagarse el último billete



Un sobre de correo tradicional llegó a mi buzón para recordarme que algún día moriré. La misiva, con el membrete de “la Caixa”, mi banco, se atrevía a ofrecerme una póliza de seguro de repatriación post mortem, por el módico precio de seis euros mensuales. “Asegúrese el regreso a su tierra, junto a los suyos”, se titula el folleto promocional, adjunto a una carta estándar firmada por el director de la oficina bancaria, que está ubicada en la propia manzana donde resido.
Desde que dejé de cuidar ancianos a domicilio, hace cerca de un año, ya no pienso en la muerte. Y creo que es lo más normal, o al menos lo más aconsejable. Antes sí, porque trabajaba cotidianamente en la zona de declive de las personas. Varias veces me encontré en la necesidad de escribir sobre el deceso o el pre-deceso de alguien; me poseía la impotencia de no poder hacer nada y de tener que trabajar en algo que no elegí por vocación, sino por necesidad. La senectud fue mi compañera durante mucho tiempo, y por ella supe, de primera mano, hacia dónde vamos y cómo sembrar mejor en el transcurso de los años mozos.
Pasado un período “geriátrico” no sé si necesario aunque sí fortalecedor, cambié de camino en cuanto pude. Reorganicé las energías y descubrí todo un mundo de cosas por hacer y unas fuerzas increíbles en las piernas. Ya no miro atrás, salvo contadas ocasiones. Ahora busco un estudio que me permita optimizar el tiempo para intentar ponerme al día; quiero decir: aprovechar mis potencialidades ocultas para encontrar mi lugar más allá de la emigración, de los gobiernos planetarios y de mi propia base familiar. Uno se puede encontrar dentro de sí mismo, más si cuenta con la buena circunstancia de gozar de ciertas libertades, y no me refiero al dinero.
Por supuesto, no responderé a la invitación de “la Caixa”. Gracias, banqueros, pero, en todo caso, preferiría regresar definitivamente a mi país vivo.
Según como están todavía las cosas, el futuro cercano en Cuba pinta negro y con pespuntes grises. Sé que los míos me entenderán si no retorno por el momento.


Nota: Es totalmente azaroso que ayer hablara de natalidad y hoy de todo lo contrario. Una de cal y otra de arena, diría el sabio refrán popular...

1 comentario:

Queseto dijo...

Mira que está quisquilloso el azar contigo... ¡juega a la lotería, chico!

A mí la muerte no me impone. Me asusta morir sufriendo. Claro que no he estado en "contacto directo" como tú... Qué cierto es que de todo se aprende, ¿eh, Jorge?

Abrazos con lluvia (que no cesa... parece que estamos en Macondo...).