domingo, 15 de junio de 2008

Perdidos


Cuando salí de La Habana (1) todavía pensaba que al llegar aquí, y establecerme, un día me iba a encontrar por la calle a Joan Manuel Serrat. Lo daba por hecho. Su álbum En tránsito, de 33 revoluciones, en vinilo, como se le denomina en España al acetato, acompañó a mi padre y a mí en interminables parrafadas en su balcón del Vedado, mirando al Caribe, al Malecón, que en realidad pertenece más al océano Atlántico que al mar tibio local. Nos bebíamos los surcos de aquel long play descifrando al poeta en cada interjección y en cada licencia del verbo. Llegamos a adorarlo.
Muchos años después, supe que esos autores son tan recogidos que apenas salen en televisión –inteligencia viva, porque ser mediático cuesta caro-, y que de rapsodas les queda poco, porque el tiempo y su obra los han convertido en hombres de negocios.
En una ciudad de más de dos millones de habitantes no te vas a encontrar a tus ídolos tan fácilmente, porque ellos están y no están; no suben al metro tan a menudo, o a los autobuses, espacios en los que te puedes crear un catálogo de rostros cotidianos. También hay que tener en cuenta que los poetas que rozan con la fama suelen ser tímidos y evitan las multitudes, así como los enlaces de estaciones en el transporte público. Ha pasado el tiempo y terminé por asumir la desaparición de Serrat junto con los discos negros. En su lugar me llega una serie de versiones de aquella Habana –que sigue igual de vieja- en tiempo de son, salsa, timba, guajira, bolero, fusión afro-hispana-antillana. Cuba le canta a Serrat (dos volúmenes) va conmigo en al aparatito individual que casi todos llevamos enganchados al oído, y del que nadie conoce su contenido.
También recuerdo al trovador en un concierto en el Teatro Nacional de Cuba, entrados los 90, bastante cabreado porque el aire acondicionado estaba demasiado frío, al punto de decir, literalmente, que le calaba hasta el culo.
Allá esa palabra suena muy mal.
En las dos Castillas, y hasta en el Mediterráneo catalán, es bastante normalita, pero nosotros no lo sabíamos.
Se me derrumbó el mito, entonces, y así comencé a perderlo de vista.


Notas: (1): “Cuando salí de La Habana, de nadie me despedí, solo de un perrito chino, que anda tras de mí…”, entona la canción.

3 comentarios:

Queseto dijo...

A mí también me gusta mucho ese doble CD. Aunque he encontrado algún que otro español que no le hacen mucha gracia las versiones...

Jorge Ignacio dijo...

A mí me parece un buen disco, un abanico de ritmos y maneras de hacer de la isla, con el pretexto de Serrat. Creo que el cantautor debe estar orgulloso, por la buena factura musical...Siempre las versiones son arriesgadas porque luchan contra un prejuicio y es el de haberlo escuchado antes de otra manera. No obstante, hay temas o versiones que definitivamente quitaría del doble CD. Me gustaría escribir algo sobre el particular. Hoy voy con el Cigala. Gracias,Queseto.Espero que estés bien. Un abrazo.

Ivis dijo...

A mí también se me derrumbó el mito cuando empecé a ver conciertos de él y otros aquí. Aquí nada sabe igual, no hay riesgo en la empresa, no hay exotismo alguno en pagar 50 euros por ir a verles cantar, por muy íntimo que quieran hacer el concierto. Pero es lo que hay.
Siempre nos quedan los discos y los recuerdos. Un beso guapo.