domingo, 20 de julio de 2008

Nota de la redacción



Aún con deudas reposando en el tintero –acabar, por ejemplo, la serie de relatos titulada Intramuros-, me encuentro de nuevo un poco a contrapelo (1) en el verano barcelonés. Sin vacaciones, as usual, como diría mi padre en buen cubano, esa lengua nacional que es mezcla de localismos simpáticos y anglicismos beisboleros.
Otra vez debo hacerle un guiño a la vida para que me espere en una esquina pacientemente. Voy detrás de ella, creo haberlo dicho o sugerido alguna vez. Y es que la vida acostumbra a desplazarse con velocidad desde que descubrimos sus encantos y la inmensidad de sus placeres. Pero, un mes de julio, precisamente, supe, sentado en un parque de esta ciudad, que se puede llegar a viejo con muchas de las metas cumplidas. El anciano que tenía entonces al lado –que en paz descanse- había participado en la guerra civil española y en innumerables batallas personales.. Hablaba poco, la verdad. Sin embargo, su silencio, como la música, terminó por acompañar mi circunstancia. ¡Ya ni me acuerdo de aquellas interminables tardes!
No tuve testigos porque no quedaba nadie conocido en los alrededores.
Ahora –hoy- es una tienda de electrodomésticos la que ocupa mi tiempo. Todos sabemos que, excepto en la hostelería, Barcelona y España, comercialmente, mueren en verano. Pero al dueño de mi empresa –que no es mía- le sale a cuenta pagarme un salario para que esté allí durante el verano vendiendo algo, lo que sea, por muy poco que se tercie. A estas alturas, a mitad de temporada, ya descubrí cuál es el producto estrella de esta época. Siempre sospeché que serían los ventiladores, porque los acondicionadores de aire frío todavía no están al alcance de la mayoría de la gente. Pero me equivoqué.
Los aparatitos más demandados son las depiladoras.
Ya he vendido las suficientes como para recolectar anécdotas. Creo, no obstante, que alguna muchacha rezagada vendrá a visitarme a la tienda en estos días de impasse.
Me propuse hacer un experimento. Aprovechar las dos horas de viaje que me toma ir a comer (2) a mi casa y emplearlas en el presente blog con Historias de verano (que bien podrían llamarse Historias de depiladoras). Llevaré cada día el tapper o cantina conmigo, y buscaré algún lugar cercano a la tienda para escribir y ponerme al día con los correos personales. De esa manera, ahorraré dinero en transporte, y energías físicas. Regresaré, supongo, más fresco a los brazos de mi mujer, quien, por solidaridad conmigo, no tomará un avión hacia alguna parte. El mes que viene, como tituló su diario Wendy Guerra, todos se van.
Lo expuesto arriba es solo una idea. Pudiera ir variando por el camino. Espero encontrar un sitio agradable y tranquilo y descubrir a contratiempo los oleajes de las personas.


Notas:
(1) Nunca mejor dicho.
(2) En algunos lugares de España,
comer significa almorzar.

6 comentarios:

Ivis dijo...

Hola Jorge. Tarde he visto el comentario del libro de Wendy. A mí también me gustó mucho, me sorprendió favorablemente puedo decir, porque Wendy siempre ha sido el prototipo de bohemia y yo pensé que me iba a encontrar el típico bodrio postmoderno y trivial. Por suerte no fue así. Hay que ver lo que uno se prejuicia.

Ivis dijo...

Suerte en tu nueva aventura. Ayer estuve con Charo y me dio vuestros saludos, un besazo para ustedes.

Queseto dijo...

¡Qué buena idea, Jorge! Seguro que encuentras un parquecito, que harás tuyo, y aparte de servirte de refugio y restaurante "bajo las estrellas" (o bajo el sol ardiente), seguro te servirá de insipiración.

Y vaticino unas buenas y peludas historias... ¡dale que tú puedes!

Saludos a Isabelita.

¡Ñó, Ivis, solavaya...te veo hasta en sueños! jajaja

Jorge Ignacio dijo...

ya descubrí el lugar.Es una biblioteca pública, con internet gratuito y préstamos de libros, obra y gracia del ayuntamiento de un barrio equis de Barcelona, que pertenece a la generalitat. Todo gratis, excepto el café, pero cuesta solo 75 céntimos. Una pasada. ¡Y luego dicen que los capitalistas andan con el cuchillo en la boca! Sí, lo llevan, pero saben vender sus instituciones y su imagen con regalitos como este lugar. Depende de cómo se mire...En esta biblioteca los fondos son recortados, más bien dirigidos hacia la historia local y mucha literatura, as usual, en catalán. Tiene, no obstante, internet abierto para sus usuarios. Cualquiera puede inscribirse, con su carné de identidad o tarjeta de residencia. Eso sí: hay que tener "papeles".
un abrazo, guapas. A ver qué sale de esta aventura. la biblio...cierra en agosto. Me han puesto el dulce en la punta de la lengua.

Anónimo dijo...

Jorge, te felicito por tu nueva serie literaria.
Solo una cosa quería aclararte, no es el "capitalismo puro y duro" el que propicia y esta a favor de las biblotecas a las cuales tú asistes y puedes disfrutar de sus servicios.
Son las asociaciones de vecinos, las ong y la gente de bien, quienes han reclamados instalaciones como esas, y los politicos (algunos) han escuchado esa petición, pues les da votos.
El "capitalismo puro y duro" siempre está con el cuchillo en la boca, y no le interesa fomentar la verdadera cultura. Sólo le interesa el consumo y vender, algo verdaderamente irracional, donde una gente tan sensible como tú, has tenido que, par sobrevivir,caer en esa maquinaria infernal. A esta altura de la vida, tú has pasado por muchas "aventuras" y muchas desgraciadas, para que ahora te apees con la defensa de ese capitalismo, ¡por favor!
Juan García

Jorge Ignacio dijo...

No es la defensa del capitalismo, Juan, no te equivoques. Solo quiero resaltar que, en el capitalismo, los pedidos de las asociaciones de vecinos son posibles y llegan a concretarse en hechos materiales como una biblioteca gratuita. En este caso, el fin, que es la biblioteca, es lo importante, como importante es la libertad de escoger los fondos bibliográficos y consultar internet. A eso me refiero. De nada sirve tener una inmensa biblioteca - en tanto edificio-menguada por la censura.En Cuba me enseñaron que en el capitalismo no era posible una biblioteca ni una sanidad púbicas. Y ya ves que eso no es cierto.
Por cierto, escribo esta nueva serie literaria en mi horario de almuerzo, luego de pasarme muchas horas detrás de un mostrador vendiendo objetos de consumo. Es un trabajo que me permite, como bien dices, vivir.
¡Qué pena me da cuando alguien confunde intencionalmente el lado bueno de las cosas! De todas maneras, Juan, gracias por la visita.