
Por una parte, dentro de Cuba, el gobierno parece dar señales de suavizar la tensión: Hace unos días, Raúl Castro se reunió con la cúpula eclesiástica de la isla al menos parar escuchar a los prelados. Éstos, sin que se dijera claramente en la prensa oficial, hacían de mediadores entre la disidencia para que liberen de una vez y por todas a los prisioneros de conciencia, y de esa manera terminaría la huelga de hambre que realiza el opositor, ahora en libertad, Guillermo Fariñas.
De otro lado, los diplomáticos acreditados en diversas latitudes comienzan una cacería de brujas documentada con fotografías tomadas a los manifestantes cubanos en el exilio. Esas imágenes, según se ha podido comprobar recientemente, ingresan en un banco de datos del Ministerio del Interior para tomar represalias con los que afuera se manifiestan abierta y pacíficamente.
La cónsul general en Oslo, Carmen Julia Guerra, cámara en mano, ha tenido la osadía de salir de los límites de la embajada para desempeñar el papel de policía en un país donde no le corresponde hacerlo. Todo devino en un espectáculo lamentable que le ha dado la vuelta al mundo. Atacó a una muchacha quien, desde la acera de enfrente, filmaba la manifestación. La cónsul intentó arrebatarle la filmadora y como la joven se resistió, no solo la insultó con palabrotas obscenas, sino también la mordió en una mano.
¡Un diplomático mordiendo a un ciudadano en plena calle!
Como si fuera una vikinga, una bárbara tal cual aquellos conquistadores escandinavos, depredadores que usaban la fuerza brutal para reducir a su adversario.
El video lo muestra claramente. La mujer cruza la calle como si estuviera al mando de la policía antidisturbios, y forcejea con Alexandra Joner, una conocida modelo y bailarina nacida en Noruega aunque hija de cubanos. La televisión ha tomado cartas en el asunto por la envergadura y rareza de los hechos. La mordida humana, según explican los médicos, es incluso más peligrosa que la de un animal doméstico, por lo que Alexandra está bajo tratamiento de antibióticos y fue vacunada al momento.
Mi amigo Ketil Falch, periodista noruego a quien conocí en La Habana hace unos quince años, me ha descrito en Facebook todos los detalles del suceso, que en estos días ocupa la atención de los medios de prensa locales. “Como bien sabes”, me explica, “los diplomáticos en el extranjero tienen inmunidad, y no es posible para las autoridades noruegas abrir un proceso contra la cónsul, casada con el embajador cubano. Pero el ministro de asuntos exteriores, Jonas Gahr Store, se ha empleado especialmente en este caso, aunque todavía no quiere concluir porque va a esperar el informe de la policía. El ministro está muy enfadado porque el embajador cubano, Rogerio Santana, describió como un “insecto” y político bananero a Jan Tore Sanner, un destacado miembro de la Asamblea Nacional de Noruega (Stortinget) que pertenece al partido conservador Høyre y quien ha dicho públicamente que en Noruega no se acepta que los diplomáticos ataquen a manifestantes tranquilos y que la cónsul, por tanto, es indeseada y debe ser enviada a su país”.
Ahora resulta que la embajada cubana envió este martes una carta a la Asamblea Nacional de Noruega con seis fotos en las que, según ellos, se ve a los manifestantes cómo atacan a la cónsul. Intentan darle la vuelta a la tortilla, cuenta mi amigo Ketil, pero la película tomada por Alexandra Joner muestra otra historia.
De otro lado, los diplomáticos acreditados en diversas latitudes comienzan una cacería de brujas documentada con fotografías tomadas a los manifestantes cubanos en el exilio. Esas imágenes, según se ha podido comprobar recientemente, ingresan en un banco de datos del Ministerio del Interior para tomar represalias con los que afuera se manifiestan abierta y pacíficamente.
La cónsul general en Oslo, Carmen Julia Guerra, cámara en mano, ha tenido la osadía de salir de los límites de la embajada para desempeñar el papel de policía en un país donde no le corresponde hacerlo. Todo devino en un espectáculo lamentable que le ha dado la vuelta al mundo. Atacó a una muchacha quien, desde la acera de enfrente, filmaba la manifestación. La cónsul intentó arrebatarle la filmadora y como la joven se resistió, no solo la insultó con palabrotas obscenas, sino también la mordió en una mano.
¡Un diplomático mordiendo a un ciudadano en plena calle!
Como si fuera una vikinga, una bárbara tal cual aquellos conquistadores escandinavos, depredadores que usaban la fuerza brutal para reducir a su adversario.
El video lo muestra claramente. La mujer cruza la calle como si estuviera al mando de la policía antidisturbios, y forcejea con Alexandra Joner, una conocida modelo y bailarina nacida en Noruega aunque hija de cubanos. La televisión ha tomado cartas en el asunto por la envergadura y rareza de los hechos. La mordida humana, según explican los médicos, es incluso más peligrosa que la de un animal doméstico, por lo que Alexandra está bajo tratamiento de antibióticos y fue vacunada al momento.
Mi amigo Ketil Falch, periodista noruego a quien conocí en La Habana hace unos quince años, me ha descrito en Facebook todos los detalles del suceso, que en estos días ocupa la atención de los medios de prensa locales. “Como bien sabes”, me explica, “los diplomáticos en el extranjero tienen inmunidad, y no es posible para las autoridades noruegas abrir un proceso contra la cónsul, casada con el embajador cubano. Pero el ministro de asuntos exteriores, Jonas Gahr Store, se ha empleado especialmente en este caso, aunque todavía no quiere concluir porque va a esperar el informe de la policía. El ministro está muy enfadado porque el embajador cubano, Rogerio Santana, describió como un “insecto” y político bananero a Jan Tore Sanner, un destacado miembro de la Asamblea Nacional de Noruega (Stortinget) que pertenece al partido conservador Høyre y quien ha dicho públicamente que en Noruega no se acepta que los diplomáticos ataquen a manifestantes tranquilos y que la cónsul, por tanto, es indeseada y debe ser enviada a su país”.
Ahora resulta que la embajada cubana envió este martes una carta a la Asamblea Nacional de Noruega con seis fotos en las que, según ellos, se ve a los manifestantes cómo atacan a la cónsul. Intentan darle la vuelta a la tortilla, cuenta mi amigo Ketil, pero la película tomada por Alexandra Joner muestra otra historia.
Veamos cómo termina este desagradable episodio y si las autoridades de la isla tienen algo que decir. Ha sido un capítulo más del hostigamiento al que somos sometidos los cubanos que decidimos marcharnos del país y nos manifestamos abiertamente a tenor de las represalias. Lo que sí queda claro es que la vieja dictadura militar no soporta la democracia.
En la imagen superior, la joven de 19 años Alexandra Joner.