martes, 11 de mayo de 2010

Exilio puro y duro



La última vez que viajé a Cuba, de regreso, en Barajas, el oficial de frontera se alegró por mí de que tuviera en mi pasaporte cubano el sello de habilitación, una estampilla que en principio nos permite entrar y salir a la isla libremente.
-No crea usted-aclaré-. Este permiso es relativo. Los cubanos somos cautivos del gobierno. El sello tiene validez siempre y cuando uno se mantenga alejado de la política, no haga declaraciones contrarias a la oficialidad cubana y no se manifieste públicamente en tal sentido.
El hombre de la garita de cristal se quedó mudo, observándome. No es usual que un funcionario de inmigración española entable una conversación con un viajero, de no ser que exista algún problema relacionado con su trabajo. Mi sonrisa apenada –una paradoja espontánea para solventar estos trámites- daba cuenta de la dificultad eterna que arrastramos los nacidos en la mayor de las Antillas. Porque, siempre que exista el castrismo, estaremos dependiendo de ese pasaporte azul, la libreta de control en todos los sentidos más cara (no por querida) del mundo.
Por tal motivo, algunos cubanos, una vez nacionalizados en otro país, optan por no pisar más su tierra natal; eligen la opción B que consiste en desprenderse de todo vínculo material con la isla, incluida la familia. Esta determinación, por supuesto, conlleva al desarraigo más profundo.
En mi blog me he autodefinido exiliado.
La palabra me ha traído no pocos reproches de algunos lectores. Dicen que no puedo ser exiliado si he vuelto alguna vez a Cuba, aunque sea de visita, sin tener en cuenta–o escamoteándolo- que al permanecer más de once meses en el exterior, y si uno no ha hecho algún pacto económico con el Estado caribeño, automáticamente se pierden nuestros bienes raíces; se pierde, además, el derecho a residir permanentemente donde uno nació. Y se usurpa el derecho de retorno temporal, como ya habíamos dicho, en el caso de manifestaciones públicas.
La exlusión de Urbano González lo ha confirmado en estos días. Él es un emigrado que vive en Tortosa, Catalunya, y ha preferido manifestarse abiertamente en contra del régimen en el umbral del consulado cubano en Barcelona. Quiero decir que lo ha hecho sin pasamontañas, y esto no es una metáfora, porque he presenciado asistentes con el rostro cubierto por temor a represalias. Parece ser que a Urbano lo han fotografiado en varios actos de la vía pública y no obtuvo el aprobado en el programa de detección de rostros de la frontera de la República de Cuba. Lo hicieron regresar al cabo de pocas horas en el mismo avión en que había llegado a la isla. Sin mediar explicaciones ni a él ni a sus ancianos padres que estaban esperando afuera.
Conozco a Urbano de las manifestaciones. Es un joven alto y alegre, trabajador y honesto. Hemos compartido algunas cervezas después de los actos, con total tranquilidad y siempre cobijando la esperanza de que termine de una vez y por todas la dictadura de más de cincuenta años que nos embarga el reencuentro definitivo con la familia que nos queda allá. Sé perfectamente que Urbano se manifiesta, como se dice en lenguaje popular, de corazón. Tenía su pasaporte habilitado, pagó las cuotas obligatorias para entrar al país y lo dejaron en el avión. Esto es claramente un suceso de ajuste político, de ajuste de cuentas. Es una señal de que las cosas no han cambiado nada y de que la dictadura lo ha elegido a él para recordar sus controles más férreos.
Urbano no ha actuado con violencia en las manifestaciones, ni siquiera contra los provocadores del partido comunista catalán que se citan allí y nos insultan y nos llaman “gusanos”. Ha sido coherente con su manera de pensar, con su expatriación y sus principios democráticos. Cualquiera que lea esto, desde Cuba, podrá pensar que Urbano se lo buscó. Esa es la cuota de autocensura que nos enseñan en la isla, pero desde aquí les podemos garantizar que en una democracia las personas se manifiestan abiertamente y se respetan entre sí. Al menos podemos garantizar que se respetan sus espacios jurídicos amparados en la constitución del Estado.
Ya en España nadie golpea a nadie por pensar diferente.
El golpe que ha recibido Urbano, su familia, sus ancianos padres, ha sido tan bajo que difícilmente el régimen militar pueda ofrecer un argumento razonable. El régimen hará silencio, como siempre, y se abstendrá de devolverle a este joven el dinero desembolsado en concepto de gastos consulares.
Si esto que acabo de contar no se llama exilio, ¿cómo podríamos nombrarlo?

Foto del autor
Esta imagen corresponde a una manifestación celebrada a finales del año pasado en la puerta del consulado cubano en Barcelona. Obsérvese la fuerte presencia policial para evitar altercados. Los contramanifestantes, mayormente relacionados con el partido comunista catalán, utilizan improperios idénticos a los usados en Cuba en los años 80( “Escoria, lumpen, gusano, traidor”), para insultar a las personas que se marchan del país. Obsérvese también cómo en partes contrincantes se empuña la misma bandera nacional.

9 comentarios:

Eduardo dijo...

Yoyi. Estamos en tierra de nadie, en Cuba traidores, en España emigrantes, a Cuba no nos dejan volver de España nos quieren echar... Una generación marcada, marcada y marcada... Saludos, Eduardo.

Adonis Liranza dijo...

Saludos Yoyi, a raiz de mi prohibicion de pisar el suelo que me vio nacer, he reflexionado mucho buscando terminos... queriendo nombrar las cosas como el Wichy Nogueras, te recuerdas?
Y encontré que lo que nos hacen es una especie de destierro surreal. Pero llegara nuestro dia...

Jorge Ignacio dijo...

Sí, Adonis, es un destierro pero real. Aunque las maneras de hacer del gobierno sean surrealistas a estas alturas. Me acordé de ti con el caso de Urbano, por supuesto, con la diferencia de que a ti, si no recuerdo mal, te lo informaron antes de volar.
Wichi Nogueras...,por supuesto, cabeza de zanahoria. un gran poeta que murió prematuramente. De alguna manera se libró de todo esto. un abrazo y gracias por tu comentario.

Tania dijo...

Yoyi, a veces te leo buscando respuestas para mis preguntas. Otras, compruebo que compartimos algunas incertidumbres....¿qué es el exilio? ¿Es una condición que te imponen los otros o que te impones a ti mismo? ¿Es exterior o interior? Y sobre todo, querido amigo..¿hasta cuándo dura? Porque hay días,tú lo sabrás bien, en que resulta muy duro de llevar.Un abrazo.

Jorge Ignacio dijo...

Querida Tania: tengo respuestas claras para tus preguntas. El exilio, según el diccionario de la RAE, es la separación de una persona de la tierra en que vive. Según mi experiencia, es una condición que me imponen otros, toda vez que me obligan a mantener determinado tipo de conducta para no perder el derecho a visitar mi país. Así que es exterior. No es lo mismo estar en España como cualquier argentino, por ejemplo, que puede regresar a su país cuando quiera, no es lo mismo que en el caso nuestro que tenemos regulada esa entrada y perdemos nuestras garantías constitucionales en Cuba. Es una aberración que te obliguen a entrar con pasaporte cubano -está claro para qué- y que pasados los días reglamentarios se echen de la isla. Para mí eso es un exilio provocado por el régimen cubano. Yo he elegido el camino de hablar abiertamente en manifestaciones y en este blog, sabiendo de antemano lo que pueda suceder, pero de la misma manera respeto a todo aquel que opte por el silencio aún viviendo en democracia, o sea, afuera de Cuba.
Sí que resulta muy duro de llevar, querida amiga; el daño psicológico es irreparable. En estos días,casualmente, mi madre está ingresada en un hospital con una dolencia muy delicada. No tengo ninguna garantía de que me dejen viajar a verla, después de lo que le sucedió a Urbano González quien tenía su pasaporte en regla.
¿Cómo procesar mentalmente este conclicto?
Pues pienso en miles de cubanos a los que se les prohibió ver a sus familiares más allegados a lo largo de cincuenta años de dictadura. Celia Cruz, por ejemplo, quien se llevó consigo esa amargura y no la pudo paliar ni el dinero ni la fama.
Esto, sencillamente, se llama abuso de poder y clara violación de los derechos humanos.
un abrazo fuerte y mis cariños siempre.

Tania dijo...

Ya. Es que pensaba, por ejemplo,en los que sin haber salido nunca de la isla viven en un permanente estado de "extrañamiento" con respecto a ella, o en los que, estando fuera y pudiendo volver, prefieren no hacerlo, se "autoimponen"-al menos, formalmente,ese distanciamiento. Era, si quieres, una metáfora, pero creo que no me expliqué mal. Deseo de todo corazón que tu madre mejore, y, por supuesto, que puedas ir a verla. Un abrazo.

Jorge Ignacio dijo...

tania: ese extrañamiento, que sufrí allá adentro, algunos lo han dado en llamar "insilio", un término inventado para denominar aquella maldita circunstancia del agua por todas partes que decía Virgilio Piñera. Creo que autoimponerse un exilio desde afuera es una consecuencia de un sistema de pensamiento que encuentra coherencia en la autoprivación del retorno. Conozco personas que no han siquiera intentado volver en 40 y 50 años, autodistanciándose como tú bien dices pero sólo en el plano físico, pues en el plano emocional continúan pensando en Cuba. Nos ha tocado nacer en una ínsula, y el hecho de ser insulares nos lleva a un sentido de pertenencia de ese pedazo de tierra mucho más grande que el que puede sentir cualquier otro con respecto a un territorio continental. Además, nuestro folclor, para bien y para mal, es fuerte, muy fuerte.
Ha sido muy cruel nuestra historia.
un abrazo

Miriela dijo...

Hola Jorge Ignacio, Urbano es mi hermano, yo estuve ese día de otro lado esperando junto a nuestros padres pues viajé a Cuba para reencontrarnos los 4. Lo que viví junto a ellos no tiene descripción. Te agradezco muchísimo tus palabras.
Miriela González

Jorge Ignacio dijo...

Cuánto lo siento, Miriela! Debe haber sido muy duro aceptar que tu hermano no podía entrar al país y quedarse esperándolo en el aeropuerto. No sabía que eras la hermana de él.ya la pagarán, no lo dudes. te envío un fuerte abrazo.