
Por si no bastara con la ardiente polémica en torno a la lengua catalana como única y vehicular en las escuelas de la comunidad autónoma, el asunto de los toros aquí también está dividido y crispado. Un ámbito que pareció inamovible –más que eso: intocable- durante toda la vida en España, ha dicho adiós oficialmente el pasado domingo en la histórica Monumental, el primer coliseo taurino en importancia en la capital catalana.
Con un cartel de lujo –según los entendidos- encabezado por el matador madrileño José Tomás, que se hizo famoso hace muchos años en esta misma plaza, la fiesta de clausura se encontró en la calle con el fuerte movimiento anti taurino que está dispuesto a eliminar las corridas en toda la geografía peninsular –en Canarias ya fueron barridas también por ley- y a borrar de los tópicos turísticos esta manifestación sin duda sangrienta, que está a mitad de camino entre el arte y la barbarie.
Por eso, algunos manifestantes, en contra, se presentaron allí con el rostro teñido de rojo, y gritaron ¡vivas! a un peregrinar que no terminó hasta el Parlamento Catalán, que el 28 de julio del año pasado, por mayoría de votos, dictó la prohibición de “los toros” en la región y la hizo cumplir.
Otros a favor, plantaron cara en la vía pública, al pie de la Monumental, propugnando una tradición que justificó la construcción de dos plazas grandes en la Ciudad Condal: La otra, Arenas de Barcelona, conserva solo su fachada y en su interior han inaugurado recientemente un gran centro comercial con todo tipo de tiendas y restaurantes.
De manera que los toreros locales se están yendo a lidiar al sur de Francia, en ruedos equidistantes -e incluso algunos más cercanos- con respecto a Madrid. Porque catalanes toreros, de haber, los hay.
Es curioso cómo un tema lógicamente espinoso a día de hoy (muy lejos nos quedan las lecturas sobre las pasiones taurinas de Ernest Hemingway), ha sido capaz de dividir a ciudadanos que por otra parte comparten identidad nacionalista, defensa de un territorio y defensa de la lengua autóctona. Las bofetadas, literalmente, que se vieron este domingo en la calle recordaron de cierta manera a la Guerra Civil Española, en la que incluso hermanos de sangre llegaron a enfrentarse.
Pero esto parece no quedar aquí. Habrá apelaciones para restituir las corridas.
Sin que me gusten “los toros” ni sea capaz de ir a verlos aunque me regalen la entrada, no estoy a favor de las prohibiciones. Con la Monumental abarrotada para el cierre, con un cartel del evento que pintó el artista plástico Miquel Barceló y que desapareció rápido de todas las vallas publicitarias de la ciudad –para futuras subastas, tal vez-, y con los manifestantes afuera enfrentados a sus adversarios con pasión, quedó demostrado que han arrancado un pedazo de la piel de esta ciudad, nos guste o no el espectáculo taurino.
El primer cartel de la Monumental de Barcelona, ruedo ubicado en la Gran Vía, se colgó en el año 1914. En el 39 debutó el famoso Manolete y ahora, en el 2011, acaba de lanzarse la última estocada, a cargo del temerario José Tomás. Queda por ver en qué cosa convertirán esta plaza.
De todas maneras, su nombre lo sigue llevando una de las paradas de metro de la línea 2.
Foto de Alberto Estévez (EFE), tomada de El País.
El diestro José Tomás, con su traje de luces y coreografía necesaria, mata a un astado de la ganadería El Pilar, este domingo, en el cierre de la Monumental. El cartel lo compartieron los toreros Juan Mora y Serafín Marín, este último, un catalán. Imágenes como éstas son bastante frecuentes en la televisión española, donde hay programas dedicados a la tauromaquia.