jueves, 14 de abril de 2011

Miami o la tierra prometida (I)



La primera imagen publicitaria que cruzó mis ojos en Miami iba impresa en un autobús, en la parte posterior de uno de los escasos vehículos de línea que circulan en la tórrida capital de la Florida. Allí estaba ella, una antigua compañera de la universidad a la que todos deseábamos y, según el anuncio, todos debíamos continuar deseando, al cabo de veinte años. La preciosa y sonriente muchacha –ahora tendrá unos cuarenta y tres abriles-había sido silueteada de cuerpo entero y plasmada al lado de un texto que prometía una “Liposucción sin cirugía”.
Pero dejar de verla tanto tiempo y volverla a encontrar de esa manera resultó un hecho no tan casual. En Miami coexisten cubanos de todas las generaciones, estilos de vida y tendencias políticas, habiendo aterrizado allí desde 1959 y hasta día de hoy. Para ellos –mis amigos y parientes afincados en la denominada Capital del Sol- es bastante normal que sus estrellas de radio y televisión continúen siendo las mismas de La Habana. Sus fiestas de piscina y barbacoa son las mismas de antaño, con las mismas caras e idénticos chistes políticos; escenas matizadas ahora por unas comodidades materiales que no logran resolver el grave conflicto que tenemos con la nostalgia.
Los norteamericanos, lógicamente, se dieron cuenta de que esa manera persistente de extrañar algo que no existe –ni siquiera existe en el lugar de origen- es un producto vendible y de larga durabilidad. Mientras permanezca esa melancolía intrínseca en un isleño con reminiscencias anglosajonas, el terreno está ganado para recaudar impuestos. Los distintos gobiernos estadounidenses han dado la posibilidad de disfrutar de automóviles y hasta yates caros, una casa con jardín y si se quiere un perro juguetón, a cambio de echar raíces en una península que hasta no hace mucho tiempo era puro pantano. Pero la felicidad, basada en la simpleza de tener un trabajo y una hipoteca aceptable de bienestar material, es un punto en común que buscamos todos.
En Miami, uno de los centros financieros más importantes del mundo, la mayoría de los restaurantes y comercios se anuncian en español. Hay policías cubanos –desde la frontera hasta las calles- cumpliendo y haciendo cumplir las leyes estadounidenses que, como bien se conoce, son bastante férreas, rayando con lo radical en algunos aspectos. Lo importante allí es trabajar y jamás mentir. En estos dos principios éticos se basa el funcionamiento jurídico de una sociedad a la que no le ha quedado más remedio que utilizar la hipocresía para los asuntos sexuales.
Por eso hay muchos cubanos que se estrellan al llegar allí. Deformados bajo el techo de la mal llamada Revolución de la isla, entran por el camino más corto tratando de subsistir como los timadores que fueron, hasta que aprenden –demasiado tarde a veces- que en los Estados Unidos si hay algo que no se debe hacer es evadir las cuentas fiscales. El sueño americano –la casita con jardín y el automóvil de gran cilindrada afuera esperando- es muy rápido y fácil de conseguir. Lo más complicado es mantenerse allí sin consumir cosas insulsas porque el mercado y la sociedad lo quieran.
Una gran amiga -al igual que la del autobús trabaja en el mundo de las comunicaciones- me recibió en un precioso apartamento de Bay Viscayne. Allí tomamos unas copas de tinto presuntamente chileno, recordando los tiempos en los que los dos estudiábamos Periodismo en la Universidad de La Habana. Nos alcanzó la medianoche mirando a un zepelín tripulado que, desde los cielos del Downtown, anunciaba un partido de béisbol. Yo que conozco su origen pueblerino, supuse que, desde allí, con aquellas vistas, mi buena amiga no podría pedir más. Lo cierto es que las cosas materiales terminan siendo aburridas, como ella misma sugirió en la puerta del condominio, al despedirnos en compañía de su preciosa hija.
-En lo único que no estoy de acuerdo contigo –dijo aludiendo a un pensamiento mío publicado en Facebook antes de volar a Miami- es que ésta no es la tierra prometida.
Prometida sí, lo que seguramente no será perfecta, pensé observando lo bien que se veían madre e hija, en el lobby enmoquetado de un edificio de vivienda que parecía un hotel de cuatro estrellas.

(Continuará…)

Foto del autor
Vistas callejeras de Miami Beach, el ambiente más glamuroso rodeado de edificios medianos estilo art decó.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Trabajar y no mentir............perece una muy razonable manera de triunfar en la emigracion(o exilio:llamese segun el caso)Alguien me ha dicho antes que esa es la "formula adecuada" para vivier en EEUU yp ienso en ello en estos dias en que tengo de nuevo "cita" cin la Agencia Tributaria Española.He trabajado mucho este año,creo que no he mentido y por eso:"Lo pagare muy caro".
UN SALUDO:ROBERTO.