lunes, 12 de septiembre de 2011

Cuatro menos



Una obra de teatro muy "dura” para los cánones oficiales

La mediana sala Tito Junco (Centro Cultural Bertolt Brecht), con capacidad para 288 espectadores, en el corazón de La Habana, completa el aforo rápido en estos días. Han tenido que extender la temporada de Cuatro menos, del dramaturgo Amado del Pino, hasta el 9 de octubre, por el creciente interés del público.
Es muy curioso cómo en un país que mal vive materialmente –con terribles opciones de transporte en una capital de radio tan amplio como Madrid- la gente sostiene el arte por su propio peso espiritual. Sucede con el cine (mucho más masivo), con la plástica y, más incomprensible todavía, con el teatro. A veces incluso no les importa pasar calor, hacer largas colas o saltar por una ventana.
La obra de Amado, llevada a las tablas por el grupo Vital Teatro, bajo la dirección del también actor Alejandro Palomino, entronca con una temática tan demandada allí: el realismo de la vida cotidiana. Dentro de la realidad, ni más ni menos, el autor se atreve a desmontar los procesos de afiliación al Partido Comunista de Cuba, partido único, como es ampliamente conocido. Cuatro menos, en clave docente, es una mala nota para cualquiera. Mala nota para un militante que ha dicho la verdad.
Escrita en 2006, el texto aborda, entre otros ángulos de la compleja posesión del Carné del Partido, la negación de este estandarte a los homosexuales, hasta hace muy poco tiempo, en una Cuba radical que todos, heteros y homos, padecimos de una u otra manera. El público, pues, cabe entender, quiere ver en escena uno de los temas tabú de la isla.
En conversación telefónica, el autor me confesó que no esperaba tanto apoyo promocional para el estreno, aunque, por otra parte, no hubiera escrito Cuatro menos de no tener la certeza de que pudiera estrenarse en la isla. “Ahí se dice que, al PCC, se entra por ausencia de defectos y no por virtudes, y esto es muy fuerte”, comentó.
La “carrera” prolífica de Amado del Pino como dramaturgo me sorprende, sobre todo porque, en el 2001, cuando emigré y fue precisamente él quien me sustituyó en el diario Granma, Amadito era un crítico teatral muy reconocido. Pocas veces se da en una persona la combinación de crítico/dramaturgo, algo que, a priori, parece imposible. Pero los años 2003 y 2004 lo situaron más en el escenario que en el patio de butacas.
Su título El zapato sucio, premio de la crítica literaria, donde aborda recuerdos de infancia en el campo cubano, subió a las tablas en enero de 2003 con Teatro D’Dos, del talentoso director Julio César Ramírez. Al año siguiente, llegaron a coexistir en programación Penumbra en el noveno cuarto (sobre las posadas –picaderos, en España-,tema sensible en la Cuba social), en la sala Llauradó, dirigida por Osvaldo Doimeadiós, y Triángulo (un texto prácticamente en versos, experimental, muy nacional, recién dejado el alcohol), a cargo de Vital Teatro, el mismo grupo que ahora lo sube a las carteleras.
El año pasado, Argos Teatro, de Carlos Celdrán, montó su Reino dividido, que, además de las funciones de Cuba, tuvo otras nueve en gira por España.
Amadito era aquel perfecto acompañante de juergas y borracheras. El que seguía a uno a todas partes donde hubiera una buena conversación y una botella de ron; el que no tenía reparos en manifestarse un mejor escritor de resaca. Hoy no esconde su pasado. Lástima que haya tenido que ser radical en su dejación de algunos vicios, porque en España se pierde –remedio necesario- los buenos vinos.
Llegó a la península para escribir, investigar, sobre el poeta Miguel Hernández. Está en Vallecas, Madrid, y se despierta por instinto a la hora en que rompen los aplausos en La Habana (seis horas menos, parece llevar por dentro). ¿Se puede vivir con el cuerpo en un lado y la mente en el otro? Parece una cosa difícil. Mientras se estrenan sus textos en Cuba, El Gordo, ahora abstemio, escribe también ensayos sobre facetas poco conocidas de Virgilio Piñera, el gran dramaturgo cubano reprimido por la Revolución en los primeros años. Tomándose su tiempo, Amado evita las malas obras, según me dijo.
“Tengo mucho miedo de perderme los temas de allá. Para escribir los de aquí, tendría que vivir hasta los 90 años”.
-¿Y la crítica teatral?-pregunto.
-Quiero dejarla, sencillamente.

Foto del autor
En el metro de Barcelona, de paseo, con unos amigos. A la derecha de la foto, Amado del Pino, el dramaturgo de moda ahora en La Habana.
Nota: Si usted tiene cuenta de Facebook, al autor entre sus amigos y quiere leer algunas escenas de Cuatro menos, pinche aquí.

5 comentarios:

Wichy García dijo...

Yoyi, recuerdo que ibas en la guagua con nosotros a un evento teatral en provincia, cuando (¿en Trinidad?) te bajaste para abrazar a Amadito que andaba por allá de luna de miel. Entonces aún no lo conocía personalmente. Eso fue ya para cuando nos acompañó al festival de Caracas, y en el aeropuerto, tomándose una cerveza (pues todavía no entraba en lo de andar abstemio) fue él quien me contó de tu paradero.

Años después, me honra tenerlos a ambos entre los amigos del Facebook.

Jorge Ignacio dijo...

Wichy: no recuerdo aquella escena, pero no lo dudo. En esa época, El Gordo se casó con Tania, importante pilar de un tiempo a esta parte. Con ella vive en Madrid. Abrazos y gracias por el recuerdo.

Silvita dijo...

Yoyi, es fuerte, sí lo de los defectos y las virtudes, pero lo peor es lo que se considera "virtud" y lo que se toma por "defecto", esos valores revalorados para que sirvan no al mejoramiento humano, precisamente.
Esa es la gran pena.

Jorge Ignacio dijo...

Sí, Silvia, a mí también me llamó la atención eso que dices. Sabemos de qué virtudes se trata. un abrazo.

Eduardo dijo...

ILustre, Tremenda sorpresa, Fue un viaje relampago a BCN del Gran Amadito...
Saludos, Edu.