martes, 6 de septiembre de 2011

Preludio



Otra vida nos comienza mañana

Habíamos paralizado todo roce social esperando la noticia de la llegada de Marc a nuestra casa, luego de más de quince días engordando al niño en una estación de neonatos. Fuimos hormigas trabajadoras, de esas que caminan mucho sin mirar atrás.
Aunque teníamos un adelanto de la nueva familia -¡esa Lucía, comilona, entregada condicionalmente a los brazos de alimentación y cariño!-, los días se hacían inciertos, hasta hoy que los pediatras nos dijeron que podíamos llevarnos al niño, dentro de 24 horas.
Había dos condiciones: Que Marc alcanzara los 2,200 kilos, y que aprendiera a succionar.
Ambas “cláusulas” están ya cumplidas sobre la mesa.
Hay que decir que, desde que nacieron, Marc supo alimentarse mejor que Lucía, tal vez por esa desventaja de desarrollo corporal que padeció durante los ocho meses de embarazo. También ha conocido primero el placer del agua, el rigor de los horarios, la lejanía filial.
Su circunstancia, creo, marcará un temperamento entre melancólico y sanguíneo. Será un niño saludable, tan querido como su hermana.
Todos estos días en los que tuvimos que recuperar a María de la cesárea, aprendimos sobre la marcha los cuidados de los recién nacidos, reformateamos la casa para cuatro personas, amaestramos el sueño; en fin, comenzamos de nuevo. Pero no tuvimos la suerte de escuchar a Marc quejarse de nada. Cada tarde que llegábamos a bañarlo y ofrecerle el pecho materno, el niño dormía plácidamente. Luego se iba desperezando sin emitir quejidos. Y, después de comer, volvía a dormir. Y cerrábamos la puertecilla de su incubadora como quien deja el corazón en una casa de empeños.
María lloraba todos los días. Yo también, pero ella no lo sabe.
Siempre me reconfortó saber que nuestros hijos habían nacido saludables gracias a un ingreso prematuro en ese hospital, donde alargaron la estancia dentro del vientre materno. Le he tomado cariño a los ginecólogos, a tal punto de querer pasar a verlos siempre que subo a Can Ruti. Pero esa etapa, por más que cueste exfoliarla, ha quedado atrás.
Mañana, al filo del mediodía, se conocerán Marc y Lucía. A partir de ese instante, trataremos de que se protejan entre sí, de protegerlos nosotros a ellos y viceversa.
Seremos, por fin, un cuarteto material; una familia más, nacida a orillas del Mediterráneo, aunque, por supuesto, seremos una troupe con reminiscencias del Caribe.

Foto del autor
Marc, una tarde en su casita de cristales traslúcidos. En Neonatología, las especialistas María José y Marcela, entre otras, alimentaron con paciencia al pequeño. Los biberones de refuerzo provienen de un banco de leche materna que atesora el hospital. ¡Todo un lujo!

Nota: En breve publicaremos la foto de familia.

6 comentarios:

Silvita dijo...

Cuanto me alegro!
Besitos a los cuatro!

Anónimo dijo...

Que bello Marc...me ha emocionado mirar fijamente sus ojitos tempraneros(?!)...enhorabuena, por la vispera del encuentro de todos!!
Ana

Jorge Ignacio dijo...

Gracias, Ana y Silvita. Está comprobado que todo llega. Lucía y Marc no se parecen mucho, físicamente. Tienen ojitos tempraneros muy diferentes. un abrazo y continuamos compartiendo.

Anónimo dijo...

¡Felicidades, ya era hora!
¿Y qué dicen tus suegros?
Es raro que no los menciones en nada...

Guillermo Bernal dijo...

¡Cuánto me alegra de que estén a punto de estar todos en casa! Marc es guapo y tendrá el honor de tener unos padres de lujo. Felicidades y por favor mantengan la información sobre esta hermosa familia de Facebook.
Un beso a María y a Lucía, un abrazo Yoyi. Os recuerdo mucho

Anónimo dijo...

Hola Yoyi
Veo en los ojitos de Marc la mirada del querido Bob!
La vida es increìble!
Un fuerte abrazo y besos a los cuatro!
Ricky