sábado, 29 de octubre de 2011

Panellets, castañas y boniatos



Son carísimos, pero tienen por qué serlo. La base de estos dulces rudimentarios del pasado, presente y tal vez del futuro catalán, es la almendra. Y su adorno principal, el más prohibitivo de los frutos secos: los piñones.
Los panellets se parecen al danzón Almendra, de Abelardito Valdés, acompasados, melosos, contundentes. Este fin de semana se venderán por docenas en las pastisserías de la región, porque si algo se cumple al pie de la letra en esta España nuestra –en todas las Españas- es el llamado de la tradición.
Las denominadas culturas locales tienen en los comerciantes a sus más fieles empleados, porque, claro, detrás de éstos, o delante, están los consumidores. Me cuestiono por qué no hacen los panellets en otras fechas del año, por qué los turrones desaparecen de los supermercados después de Reyes –más o menos- y por qué las cocas de San Juan, riquísimas, se esfuman en invierno.
He preguntado y todo el mundo me ha dicho que estas cosas se comen cuando toca.
Sin más.
En Catalunya la gastronomía a veces roza con lo más pedestre (recordemos esos calçots o cebolletas tiznados, muy corregidos por la salsa romesco). En estos días se comen, además de los panellets, castañas envasadas en cucuruchos y boniatos asados. Se montan kioskos por la calle para venderlos. Algo tan sencillo como un boniato –moniato, dicen en catalán- pasa a ser un fruto elegido entre tantos otros. Pero se come de postre, no como guarnición.
Los caribeños guarnecemos con platanito un arroz con pollo, o un bistec. Así que podríamos parecer raros a otros ojos. De manera que el boniato –esta noche horneado en casa como si fuera un pastel- adquiere una dimensión de tubérculo mayor, venerado en vísperas del día de Todos los Santos o de los Fieles Difuntos, como se quiera decir.
A su lado, el panellet no es un competidor sino forman alianza. Pero me sigue chocando la imagen del dulcecillo adornado con piñones, tostado con artesanía milenaria, junto a un boniato rústico, de la tierra, servido con su cáscara y todo. Eso sí: en las casas, todo puesto en vajilla elegante.
De todas maneras, el compendio es mucho más grande. Se unen las lluvias frías de este año y se une la calabaza de Halloween, el disfraz temerario y el aspecto lúgubre, negro, de una fiesta importada.
Todo junto a unos licores –muy variados, por cierto- para olvidar las penas.

Foto del autor:
María, mi mujer, una chica catalana degustadora de platos regionales.

4 comentarios:

Carlos S. Durán Migliardi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
entierrafirme dijo...

Qué bueno que se coma en esos días y solo en esos. En México, también lo hacen, quizá sea herencia española, y es difícil encontrar un chile en nogada que no sea en septiembre. delicioso este post, Jorge.

Mari-Carmen Marcos dijo...

Y el martes lo celebraremos en casa, no os olvideis!

Anónimo dijo...

Yo pagaria lo mismo por los dos, lo mismo por el de la derecha que por el de la izquuierda. De una cosas estamos seguros, estan muy ricos.