La calidad de vida de un “pueblo” que alberga categoría
de ciudad (más de 200 mil habitantes), es lo mejor que se pueda tener, pero,
claro, eso que llaman Calidad de Vida es algo relativo. Badalona conserva la fisonomía
pueblerina aunque tiene todos los servicios, ostenta playa y está a veinte
minutos del centro de Barcelona.
Nada, un abrir y cerrar de ojos en el metro o en el tren
de cercanías que, en esta parte, funciona prácticamente con la rapidez del
suburbano.
¡Y no hay tanto ruido!
La vecina es, sin temor a equivocaciones, una de las
ciudades del mundo más contaminadas acústicamente.
Para bien o al revés, Badalona, ese mítico territorio del
cancionero de Serrat, mantiene sus puertas entreabiertas, sus zaguanes visibles
pero el interior no tanto. Esto quiere
decir que los catalanes del centro –se habla mucho catalán en el casco antiguo-
son muy celosos con sus particulares maneras e historias locales; son cerrados,
o entornados, siguiendo la línea de las puertas.
Aquí el turismo, aunque parezca increíble, no ha llegado
todavía, al menos de manera masiva. Tal vez tenga mucho que ver que no se hayan
construido hoteles en primera línea de mar (se mantiene todavía el viejo y caro
Miramar) y que en sentido general exista un aire conservador.
Las casitas biplantas del centro, a dos pasos del
Mediterráneo, son sumamente austeras según el estilo original, apareadas, con
poca ventilación, húmedas, pero con el “maravilloso” privilegio de que cuestan
una fortuna. Quien cayó aquí por obra y
gracia del espíritu santo es difícil que se mude.
En fin, que la ciudad es un museo de fondos inamovibles por
donde se camina sin prisa.
Incluso aquí vivió la gran Margarida Xirgu, la actriz
fetiche de Lorca, cuyo nombre ha quedado en una calle.
Si bien -como sucedió con el viajero mencionado arriba-
alguien ignora lo cerca que estamos, la casualidad hace precisamente que
Badalona sea un hecho casual: Un tren que pudiera seguir de largo, una visita
esporádica para un aniversario, unos turistas que se dejan convencer por unos
anfitriones.
Ese tren, o esa línea, hablando con propiedad, es la más
antigua de España, el ferrocarril Barcelona-Mataró. ¡Y sigue ahí!, pasando de día
y de noche para que las nuevas generaciones –¡mis gemelos de un año!- le digan
adiós.
Fotos del autor
Arriba: Placa origina de la fábrica de pastas La Sopera,
bajo el sello José Martí. Se puede encontrar actualmente al lado del Teatro
Principal, afincada al suelo aunque fue un anuncio vertical de una de
las fachadas de la factoría, de principios del siglo XX. Se trata de un guiño
casual para los cubanos.
Debajo: Muy reciente homenaje a la fábrica badalonina Anís
del Mono, conocido licor en toda la península. La escultura es controversial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario