Lucía y Marc cumplen un año
Cuando escribimos la crónica avisando del nacimiento de
los mellizos –se redactó de noche, en el propio hospital, unas pocas horas
después del alumbramiento-, el futuro, como casi siempre, era totalmente
incierto. Para nada nos asustó la voix
populi que auguraba lo duro que es criar a dos juntos. Tiene que ser así
para poder avanzar paso a paso: Primero debían nacer, nacer bien, recuperarse
la madre en buenas condiciones (sobre todo al practicarse cesárea) y apaciguar
los nervios de este padre que, para colmo, se acababa de sacar el carné de
conducir y tenía entonces la misión de transportar a los bebés hasta casa,
bajando supuestamente con manos temblorosas esa montaña costera llamada Can
Ruti –como mismo identifican al hospital.
Pero todo pasó rápido.
El padre –el que escribe- no recuerda la bajada, las
curvas, la presión en el freno, las líneas continuas, el arcén, el despeñadero acabado, las luces
de cruce, los cinturones ajustando
capazos y éstos conteniendo cuerpos recién nacidos.
La madre sí llora todavía recordando la sala de
incubadoras, pero ha dicho que volvería a pasar por la “experiencia maravillosa
de la gestación” –palabras textuales-, lo que significa que es una mujer común.
La naturaleza las prepara para gestar, para sentir ese deseo, y cuando eso
sucede es que el dolor físico ha pasado.
Los vecinos de habitación en Can Ruti acaban de celebrar el primer año de
Júlia. Nos invitaron a comprobar cómo la vida les había concedido la
oportunidad de seguir adelante y continuar su sueño de padres. Derecho concedido por la vida, por los
medios que tenemos y por la eficiencia médica, todo hay que decirlo. Ella,
Cristina, estuvo muy grave cuando la operaron de urgencia y nació Júlia muy
prematura, dos días antes que nuestros mellizos. Antonio, tan grande, se
encargó de la bebé en la sala de Neonatología, suministrando, a través de sondas,
leche materna que atesoran allí en un banco de lactancia.
Todo pasó rápido.
Tiene que ser así para que esos padres hayan soportado el
dolor, la incertidumbre, la fatiga.
Hay veces que no sabemos qué hacer con el tiempo y otras
al revés, en las que el tiempo nos mira, nos evalúa desde arriba.
Y, claro, después nos premia con ese dulce sentimiento de
repetir la experiencia.
Incluso con el sentimiento basta, no haría falta volver a
pasar por el borde del despeñadero.
Hoy, como muchas veces, nos detenían en la calle para
mirar bien a los mellizos. Son entes
armónicos según parece ser; encandilan a toda una pléyade de abuelas –y abuelos-
que no terminan de asombrase de lo fácil que es tenerlos hoy en día, con toda la
Ciencia a nuestro favor.
Hoy no llevábamos el susto de la supervivencia
mientras buscábamos una simple dulcería, para comprar una simple ensaimada mallorquina
y ponerle una vela compartida. Hoy nuestro objetivo era esquivar el sol de este
tórrido verano.
Así es la vida de sencilla.
Pero, claro, hay que tener esperanzas.
Foto de María García
2 comentarios:
Que hermosos!! Feliz cumpleaños para Lucia y Marc!! Recuerdo tus crónicas desde el hospital... increíble que haya pasado un ano.
Jorge:cuanta ternura se desprende de tus palabras y es asi..........nos cambian la vida y nos recuerdan que la reproduccion en humanos tiene otra dimension,la que nos alimenta el alma.FELICIDADES!!.UN SALUDO:ROBERTO
Publicar un comentario