sábado, 3 de mayo de 2008

Billetería



LISBOA (Enviado Especial)
Sin dudas Portugal es un país de la Unión Europea que se mueve a un ritmo muy particular, arrastrado por la lentitud de los fados –música y sentimiento-, por la contemplación del día como si éste fuera un plato jugoso lleno de sorpresas, y, lo mejor de todo, se mueve por el cariño entre las personas, expresado en fuertes “achuchones” sin premeditación.
Ayer, camino a Sintra, una mujer casi se pasa de estación porque se encontró a una amiga segundos antes de bajar del tren. Besos, abrazos y la terminación constante iño iña del portugués que resulta tan dulce. Como si la vida se detuviera en ese momento…mientras yo sufría segundos de tensión pensando que el convoy arrancaría.
Una entrañable mujer cubana que vive en otra isla, en una de las baleares, María del Carmen, me llamó justo antes de tomar el avión. Casi embarcábamos mi mujer y yo. Antes de colgar le pregunté:

-¿Conoces a alguien en Lisboa por casualidad?
-¿Por qué?-respondió con una pregunta María del Carmen.
-Porque me gustaría tomarme un café con un lugareño. Es una manía que tengo-le dije.
-En Lisboa no te hará falta conocer a nadie. La gente se brinda sola.

Desde aquí corroboro la observación. Parece pequeña cosa, pero los que vivimos en otras partes de Europa sabemos que la gente por la calle suele ser correcta, y nada más.
Tenemos una cafetería pequeñita debajo de nuestro hostal. Ahí, cada día, desayunamos los dulces típicos portugueses (unos pasteles de crema para morirse saboreándolos). Cada mañana, trazamos nuestra ruta a partir de las sugerencias de los dueños del local. Ya nos conocen. Gracias a ellos descubrimos un bellísimo y tranquilo pueblo de mar, abandonado en la ribera opuesta de la ciudad, donde el Diablo dio sus tres voces, no halló respuesta y se marchó para no volver. En Trafaria han instalado una inmensa terminal de embarque de cereales a granel, que ocasiona un impacto visual asombroso. Suponemos que también en el ecosistema. Y del ruido ni hablar. Aunque ha dado puestos de trabajo a la gente, y eso también hay que mirarlo. Mi mujer y yo llegamos el primero de mayo, día muerto en el ambiente fabril. Se imponía, pues, el plato fuerte, el peixo fresco de intenso sabor a sal.
Sin quererlo, despistados, compramos dos tarjetas en el muelle del trasbordador y las recargamos para diez viajes cada una, suponiendo que valían para todos los trasportes de la ciudad. Y no es así. Ahora tenemos dos opciones: regalarlas a alguien que viaje continuamente a Trafaria, o plantearnos comer allí cada día mientras dure este destino nuestro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Entre el Amanecer y el Atardecer, entre una copa de Oporto y otra de Casacha, entre el encanto de Portugal y de los Portugeses, entre tu talento y tu sencibilidad era de esperar que te salieran estas buenas cronicas.
Aprobecho este espacio y con Tu permiso, para dedicarle una Felicitacion a todas tus lectoras.
"Hoy el Sol saldra con todo su Brillo, Ternura y Amor. Para darte las Gracias por tu dedicacion diaria de ser MADRE!!! Muchas Felicidades!!!
Saludos, Eduardo.

Jorge Ignacio dijo...

siempre apuntalas mis crónicas con ese toque detallista que se me escapa. gracias amigo Eduardo, un abrazo todavía desde Lisboa.