jueves, 1 de octubre de 2009

El lado más visceral



"Dry", literatura en la coctelera

La lectura de un libro que me regalaron por mi cumpleaños me ha dejado pensando hasta dónde podemos llegar, hasta qué punto es válido contar nuestra vida guiado por el instinto de que la narración sea útil a la gente y la historia hasta sirva de escarmiento.
Este es un libro escrito en primera persona por un alcohólico, internado por voluntad propia en un centro de rehabilitación al darse cuenta de que había tocado fondo y estaba a punto de perder su magnífico trabajo. Pero hay más: el narrador es gay, contracultural, solitario, abandonado por su familia.
Y es un publicista de Nueva York que gana mucho dinero.
No sé si verdaderamente todos estos ingredientes pudieran coexistir dentro de una misma persona. Quizá sí. Pero lo primero que me vino a la cabeza en el primer tercio del libro fue que estaba viendo una película norteamericana con un guión extraordinario, de esos filmes a los que se les perdonan el ensamblaje tan bien pensado porque al final logran hacer de nosotros un objetivo, más que un espectador. El hecho de que la novela esté contada en primera persona y el nombre del protagonista sea el mismo del autor nos hace sospechar que algo raro pasa con este libro.
Generalmente, las almas que tienen una historia tremenda detrás no están bien dotadas para escribir; quiero decir, para escribir con tanta excelencia, oficio y “garras” como lo hace este hombre. Y entonces, o se van de este mundo con su historia contada en petit comité, o se la entregan a un biógrafo para que haga con ella lo que pueda, lo que quiera o lo que el “dueño” le deje hacer.
A pesar de lo duro del tema, de la manera descubierta con que ha sido tratado, leí el volumen de un tirón y con ansiedad. Y, de vez en cuando, miraba la foto del autor para comprobar si coincidían sus declaraciones con la expresión de su mirada. Decidí entonces, pasando páginas a toda prisa, que me dejaría llevar sin ánimos investigativos. Fue una buena decisión porque el estilo narrativo ágil –lo que no quiere decir descuidado-, directo, irónico y muchas veces divertido aderezan una historia tan desagradable que de otra manera hubiera sido imposible dedicarle tiempo. A mí no me gusta regodearme en el descalabro; sólo asegurarme de que existe y de que hay que tratar de evitarlo.
El éxito de este libro está precisamente en que no se aproxima siquiera al melodrama. Siendo tan descarnado, consigue compasión sin que sea gratuita. Hay que tener presente que cualquiera de los mortales puede caer en desgracia, por muy bien que se sepan hacer las cosas. No obstante, y aunque esto es una realidad, también el personaje de marras es un caso extremo.
Confieso que al terminar la lectura busqué información sobre el autor porque no podía quedarme con su propia descripción. Sería un milagro que alguien que cayó tan bajo, y cuando digo bajo me refiero al nivel de lo humanamente insuperable por regla general, pudiera haber escrito un libro tan bien hecho técnicamente.
Google me informó que, aunque se identifica así por la vida, se trata de un nombre artístico, y que su obra entra en la nueva corriente de lo que se ha dado en llamar Memoir; o sea, algo que forma parte de la semblanza de una persona pero no es exactamente una biografía. El autor ha tenido un resultado comercial de talla extra.
Entonces me tranquilicé. Todo estaba en orden. El mundo seguía siendo tan desgraciado como hasta ahora para la gente que no logra salir del alcoholismo, esos pobres diablos que deambulan por las calles y duermen a la intemperie o, como mucho, en un cajero automático de una sucursal bancaria.
Sin embargo, el texto sirve de aviso, por un lado, y de disfrute literario por otro.
Lo recomiendo sin lugar a dudas.


Título de la edición española: En el dique seco (Anagrama)
Título original:
Dry
Nombre del autor: Augusten Burroughs
Nombre original del autor: Christopher Robinson
Antecedente fundamental: La primera parte de su biografía también tuvo mucho éxito de ventas y ocasionó desmentidos por parte de los personajes reales. Se tituló
Recortes de mi vida y, cómo no, fue llevada al cine en el 2006.

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