lunes, 3 de enero de 2011

De la Naturaleza a la canción política (y viceversa)


Sin quererlo -porque fue así-, reeditamos más o menos el mismo viaje un año después, por la autopista AP7 de Barcelona hacia Francia tomando el desvío de la C31, que nos llevó hasta los pueblos costeros del Baix Empurdá, en la provincia de Girona.
También, como mismo sucedió el año pasado, llovía pertinazmente.
Esta vez, salimos el día 31 de diciembre por la tarde con el propósito de llegar a Calella de Palafrugell antes de que cayera la noche. Puro romanticismo, ya que en esta época comienza a oscurecer a las cinco. Como nos conocíamos el camino, hicimos solo una parada para comer un bocadillo en una de las estaciones de servicios que, por supuesto, estaba vacía. A esa hora la mayoría de los seres humanos debían estar situados en las inmediaciones o en los lugares exactos donde pasarían la Noche Vieja, junto a sus amigos, familiares o animales domésticos.
En la cafetería, que tenía una linda terraza acristalada, recordé las estaciones homólogas de las autopistas cubanas, tan desvalijadas, sucias y mal abastecidas. Otro fin de año fuera de mi país –el 31 es el día más importante para nosotros- me hacía tensar las emociones paradójicamente: Este año a punto de acabar había muerto mi madre sin que se hubiera dado la oportunidad de traerla por aquí.
Estaríamos los tres –mi mujer, ella y yo- merendando en la estación de servicios con absoluto silencio, mirando por los cristales empañados los bosques verdes que había detrás, la vegetación catalana de la campiña, disfrutando el silencio alrededor y el poder que ofrece un automóvil perfectamente acondicionado esperando afuera. Yo hablaría como un loco durante el trayecto –mezclando pifias y sentimientos-, y llevaríamos puesta alguna canción de Serrat.
Al caer la noche llegaríamos a un pequeño pueblo costero, antiguamente abastecido por pescadores y ahora por el turismo masivo, pero, al ser invierno, nos lo encontraríamos medio vacío, esperándonos con sus fachadas blancas alumbradas y sus calles limpias. Un par de amigos lugareños –emigrantes igual que nosotros- estarían apostados en la rotonda de la entrada y un poquito más adentro, en los hornos, un lomo de cerdo crujiría asándose solo.
Conoceríamos Port Bo, las calas únicas y, en fin, el mar, al día siguiente, con la luz de día, cuando ya fuera otro año. Caminaríamos hasta cansarnos por las rondas del litoral y pensaríamos –al menos yo- qué sería de esa pedanía tiempos atrás, cuando tuvo que enviar a sus hijos hacia Cuba y luego regresaron con los deberes hechos. O sea, con dinero y canciones. Habaneras, las clásicas habaneras que hoy conocemos salieron de allí. Volvieron allí.
Quedan rastros, faltaría más. Algunas pocas casas de indianos y un festival de verano donde se cantan esas habaneras a la orilla del mar.
Y queda esa nostalgia en el aire, algunas veces inexplicable y otras aprendidas a conciencia. Contaríamos las barcas una por una para entretenernos, ya que nos sobraría el tiempo por primera vez.
Deambularíamos entre alcornoques; quiero decir, entre encinas, árboles de corcho que, en su día, fueron la materia prima principal para el desarrollo de la comarca, hasta que llegó el turismo y eliminó el humo de las máquinas para traer el humo de las cocinas.
Recordaríamos esa canción, Mediterráneo, que llevábamos puesta en el automóvil. Fue escrita allí mismo, en Calella de Palafrugell, en la habitación de un hotel que ya no existe. Serrat debió experimentar, como nosotros, un manojo de preguntas insolubles que se mezclaban con el paisaje inocente de un pueblo de pescadores, un pueblito blanco bañado por aguas claras y frescas.
Volveríamos en verano, pero en ese momento hipotético fue imprescindible vivir un primero de enero con el privilegio de la duda; esa que, ante la belleza del paisaje, comienza sola con las tareas de hacer el luto.

Foto del autor
Serrat tendría esta estampa delante cuando compuso Mediterráneo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nostalgias y anoranzas del pais y de lo nuestro ,,esa tierra que le buscamos con cese y mismo frente a la Torre Eiffel,y muchos lugares mas de estos bellos paises ,,no habra nada mas bello que Cuba ,,increible pero cierto,, Le gorrion mata a los seres humanos nostalgicos !!
Saludos y me gusta tu blog !!
brisy

Anónimo dijo...

Disfrute, amigo cubano al que leo con sumo placer a menudo, con el temperamento impresionante de su compadre:
http://www.youtube.com/watch?v=csM_M-j3UNE
Feliz año

Jorge Ignacio dijo...

Gracias, amigo invisible, por este video de Alfredito Rodríguez (el otro), en Crossing The Border. Magnífico y alegre, sí señor!
Gracias, Brisy, por la visita.
Feliz año.