jueves, 30 de diciembre de 2010

Exilio S.A.



Miro esta fotografía y me pregunto qué habría sido de mi vida si mis padres, a principios de la dictadura, me hubieran llevado con ellos a Estados Unidos en una embarcación, como pudo suceder, zarpando del pequeñísimo puerto que está en Boca de Camarioca, al este de La Habana. O si hubieran marchado antes, cada uno por su lado, y se encontraran por primera vez en el exilio.
Esa sería otra historia, como la de algunas familias que en realidad optaron por ese camino, atravesando sin mirar atrás las aguas profundas del Golfo de México. Gente que, o lo vio todo claro por sus facultades sobrenaturales, o simplemente fue dañada ipso facto por una banda de requisa que andaba haciendo expolio por la ciudad, llevándose pinacotecas enteras y obras de artes decorativas. Porque no hay que olvidar que aquellos barbudos insurgentes no declararon su carácter socialista –o sea, comunista- hasta dos años después de tener las riendas del país bien controladas, por lo que engañaron al pueblo y luego le tendieron una trampa mortal: No había marcha atrás. Con la Revolución todo y sin la Revolución nada.
Mis padres apostaron por esa Revolución y dejaron que zarpara vacía la embarcación que los había ido a buscar.
Lo que sucedió después es lo que llega hasta hoy, un gobierno militar que se ha apropiado del destino de once millones de personas, de los bienes raíces, de la potestad de hacer con los niños lo que ellos entienden. Y lo que ellos entienden es no dejarlos salir del país, a no ser en un viaje definitivo.
¡Pero quién iba a saber entonces que los insurrectos se habían inspirado en Stalin, en las costumbres totalitarias de aquel dictador trasnochado capaz de construir un imperio sobre otro! ¡Quién iba a pensar que, por decreto, nos cambiarían las tradiciones y nos empotrarían en una doctrina fidelista, en la que, un día como hoy, según se nos enseñó, debía celebrarse el triunfo de la Revolución y no el final de un año y el advenimiento de otro!
Después del pacto con los soviéticos, la mayor empresa construida por la Revolución es su propio exilio, del que vive económicamente de un tiempo a esta parte. Es ese exilio –apaleado y abucheado en el momento de partir- el que se encarga de enviar remesas a los descendientes o ancianos que les quedan en la isla. De ellos viven los guerrilleros barbudos y han vivido siempre de ellos, de una u otra manera. De mi padre vivieron, de mi madre también, y a mis padres los dejaron desvalijados, sin sus inmuebles, sin sus sonrisas naturales, sin esperanzas.
No queda nada de nosotros, dispersos ahora por el mundo. Mi madre murió este verano mirando la miseria en la que se había convertido su país, viendo y escuchando cómo su hijo que vive en el exterior –este que escribe- sobornaba a un chófer de ambulancia para que nos llevara al hospital. Porque allí todo funciona así: A golpe de dinero extranjero.
Tuve que ir desde lejos –con mucho temor, créanme- para decirle adiós y perdonarle todo, incluso aquella decisión de no haberse marchado al principio, cuando era posible olvidar y perdonar.
Ahora no. Ahora el daño es demasiado grande y solo nos queda, a los de afuera, brindar esta noche con la esperanza de que la presente crónica no vuelva a tener lugar.

En la imagen, mis padres el día de su boda, en 1963, al salir de una parroquia del Vedado, en La Habana. Llovía a cántaros. La cartulina lleva un sello impreso detrás:
Alfonso Bragado
Fotógrafo

TLEF. 30-6285

Mis abuelos maternos eran libreros y distribuidores de revistas; mi abuelo paterno era inspector de aduanas.

5 comentarios:

Silvita dijo...

Jorge, las vueltas que da la vida son saltos mortales. Sin colchón.
Te recomiendo que veas una serie de tv que se llama Vientos de Agua. Te gustará. Además, cada capítulo parece una película por su factura, qué fotografía. Mírala acurrucadito en el sofá con María, si no, no.
Yo también me he puesto a veces a ver las fotos de boda de mis padres, las fotos de graduación, de quince, de todo, y llueven las prenguntas sin respuesta, también a cántaros.

Jorge Ignacio dijo...

Querida Silvita: te respondo rápido. La serie que indicas casualmente la estamos viendo en días alternos, porque la tenemos en DVD. Es magnífica, pero aquí en España no gustó. La gente no está pa eso.
Y ante esta foto tenía dos opciones: tragarme el sentimiento o compartirlo. Un abrazo fuerte el último día de este año que también tuvo momentos buenos, como verte por aquí.

Silvita dijo...

Compartir... eso es la amistad!

Rodrigo Kuang dijo...

Levante esa cabeza, muchachote. Que los recuerdos bellos sean la gasolina para el motor del futuro. A vivir feliz se ha dicho, que es lo que hubiesen querido esos ancestros para nosotros. ¡Feliz año nuevo y más felices los demás, para ti y para todos los cubanos regados por el mundo!

Anónimo dijo...

Aquí un lector tuyo, errático pero ya antiguo. Desde las lejanas y exóticas tierras del Vallés Occidental apuro las últimas horas del día y del año para desearte un 2011 creativo, potente y saludable. Abrazo!