jueves, 1 de septiembre de 2011

Carta abierta a Pablo Milanés



¿Por qué no te retractas?

En vano he jurado apartar de mi vida los asuntos cubanos. Quiero decir: los asuntos políticos.
Una y otra vez vuelvo a caer, incluso con la posibilidad de centrar todas mis energías en unos preciosos mellizos que acaban de nacernos, hembra y varón.
La reciente actuación en Miami del cantautor Pablo Milanés ha desembocado en una diatriba literaria que, a la vez, la red de redes se ha encargado de distribuir. A estas alturas, no es que uno busque algo particular en un ordenador, sino que las noticias, las peleas, aparecen en nuestro teléfono móvil, justo a la hora de dormir, o de intentar dormir.
En Cuba se avizora una transición y muchos personajes públicos quieren estar “en el ajo”. Con solo una década de exilio en España, me doy cuenta de que, los cubanos, tendremos que tragar en seco cuando ocurra el cambio hacia la democracia (ya sé: eso que llaman democracia pero que es mucho más potable que lo que hay en la isla, más viable). Desde aquí, veo que fue necesario dejar en escena a un Fraga y a un Carrillo para que las dos partes españolas se sintieran representadas en la transición, primero, y luego en un Estado de Derecho civil. Ha sido necesario, incluso, mantener entre los “famosos” a una nieta de Franco, La Nietísima. Ha sido importante crear un ilusionismo: Los socialistas y los populares.
Pues bien, señor Pablo, los socialistas no son tales; son capitalistas como tú porque, primero, construyeron un capital, luego lo hicieron crecer y más tarde lo conservaron, o tratan de cuidarlo con uñas y dientes, amparados por la ley. Eso de socialistas (término con que identificas a tus colegas y coetáneos cantautores españoles) no es más que un eufemismo. Parece mentira que cites con cercanía a Camilo José Cela: Precisamente ese Nobel se caracterizó por señalar las cosas por su nombre, a tal punto de pasarse al nivel prosaico.
En este mundo actual, ni tú ni nadie es socialista en términos prácticos. Puede que alguien lo sea en la intimidad, no lo dudo. Otra cosa es ser de izquierda (otra metáfora) o ser una persona humanista. Pero no trates de confundir a los cubanos que aún quedan en la isla atados de pies y manos. Ser revolucionario es todo lo contrario a lo que eres tú: etimológicamente es querer cambiarlo todo sin concesiones al Poder, como, precisamente, hicieron tus colegas coetáneos contra Franco, aunque, después de descubrir el dinero –o sea, el capital-, en un Estado de Derecho, se pasearan por el mundo haciendo juego a otro dictador que nos toca muy de cerca a ti y a mí. Tus colegas parece que se retractaron con Castro. ¿Por qué no lo haces tú hablando claro?
No confundas, Pablo, el valor que tuvieron ellos con el que te faltó para romper con todo, cuando el totalitarismo cubano cerró tu Fundación. Parece que te faltó dignidad; o tal vez avizoraste, entonces, un filón económico con el nuevo plan de permisibilidades oficiales a ciertas y determinadas figuras públicas.
Nada, que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, citándote.
Te hablo de tú a tú.
Hemos vivido en el mismo barrio –hace muchos años- y hemos coincidido en un ascensor –en Barcelona, mucho tiempo después-. Pero eso no es lo más importante. Lo esencial es que todavía estamos a tiempo para ofrecer un soplo de cariño a nuestra nación, a camisa quitada.
Todos sabemos que en Cuba no se ha movido una hoja sin que lo aprobara Fidel Castro. Ahora que el patriarca está enfermo no es el momento de aprovecharse, sino de sincerarnos.
El ejemplo de España me parece válido como estrategia, pero no ha sido el más limpio. Además, nosotros no tenemos monarquía para engrasar fricciones. Debemos ser honestos, reconocer nuestros errores de la A a la Z y realizar autos de fe.
No queda otra, Pablo.
Debes comenzar por ofrecer conciertos gratuitos a todos tus fans cubanos que han elegido el camino del exilio. Sería un acto precioso.
Por cierto, acabo de inscribir en un registro civil de Barcelona a mi hija. Entre otros motivos, me inspiré en el título de una canción de Serrat.
Se llama Lucía.

Foto del autor
Un mimo de la calle critica el poder del dinero, en el centro de Barcelona.

Nota: Este post es una respuesta a una respuesta de Pablo Milanés.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jorge:hago mias tambien tu palabras a Pablo Milanes.Basta ya de hipocresia y oportunismo historico.Un saludo.ROBERTO.