jueves, 23 de agosto de 2012

Las vueltas que da la vida (o el rosco de la ensaimada)



Lucía y Marc cumplen un año

Cuando escribimos la crónica avisando del nacimiento de los mellizos –se redactó de noche, en el propio hospital, unas pocas horas después del alumbramiento-, el futuro, como casi siempre, era totalmente incierto. Para nada nos asustó la voix populi que auguraba lo duro que es criar a dos juntos. Tiene que ser así para poder avanzar paso a paso: Primero debían nacer, nacer bien, recuperarse la madre en buenas condiciones (sobre todo al practicarse cesárea) y apaciguar los nervios de este padre que, para colmo, se acababa de sacar el carné de conducir y tenía entonces la misión de transportar a los bebés hasta casa, bajando supuestamente con manos temblorosas esa montaña costera llamada Can Ruti –como mismo identifican al hospital.
Pero todo pasó rápido.
El padre –el que escribe- no recuerda la bajada, las curvas, la presión en el freno, las líneas continuas,  el arcén, el despeñadero acabado, las luces de cruce, los cinturones ajustando  capazos y éstos conteniendo cuerpos recién nacidos.
La madre sí llora todavía recordando la sala de incubadoras, pero ha dicho que volvería a pasar por la “experiencia maravillosa de la gestación” –palabras textuales-, lo que significa que es una mujer común. La naturaleza las prepara para gestar, para sentir ese deseo, y cuando eso sucede es que el dolor físico ha pasado.
Los vecinos de habitación en  Can Ruti acaban de celebrar el primer año de Júlia. Nos invitaron a comprobar cómo la vida les había concedido la oportunidad de seguir adelante y continuar su sueño de padres. Derecho concedido por la vida, por los medios que tenemos y por la eficiencia médica, todo hay que decirlo. Ella, Cristina, estuvo muy grave cuando la operaron de urgencia y nació Júlia muy prematura, dos días antes que nuestros mellizos. Antonio, tan grande, se encargó de la bebé en la sala de Neonatología, suministrando, a través de sondas, leche materna que atesoran allí en un banco de lactancia.
Todo pasó rápido.
Tiene que ser así para que esos padres hayan soportado el dolor, la incertidumbre, la fatiga.
Hay veces que no sabemos qué hacer con el tiempo y otras al revés, en las que el tiempo nos mira, nos evalúa desde arriba.
Y, claro, después nos premia con ese dulce sentimiento de repetir la experiencia.
Incluso con el sentimiento basta, no haría falta volver a pasar por el borde del despeñadero.
Hoy, como muchas veces, nos detenían en la calle para mirar bien a los mellizos.  Son entes armónicos según parece ser; encandilan a toda una pléyade de abuelas –y abuelos- que no terminan de asombrase de lo fácil que es tenerlos hoy en día, con toda la Ciencia a nuestro favor.
Hoy no llevábamos  el susto de la supervivencia mientras buscábamos una simple dulcería, para comprar una simple ensaimada mallorquina y ponerle una vela compartida. Hoy nuestro objetivo era esquivar el sol de este tórrido verano.
Así es la vida de sencilla.
Pero, claro, hay que tener esperanzas.

Foto de María García

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que hermosos!! Feliz cumpleaños para Lucia y Marc!! Recuerdo tus crónicas desde el hospital... increíble que haya pasado un ano.

Anónimo dijo...

Jorge:cuanta ternura se desprende de tus palabras y es asi..........nos cambian la vida y nos recuerdan que la reproduccion en humanos tiene otra dimension,la que nos alimenta el alma.FELICIDADES!!.UN SALUDO:ROBERTO