El denominado Guerrillero Heroico ha sido desmitificado para mejor
comprensión de la Historia de varias generaciones de cubanos, con la
precisión de los hechos situando al Che en la jefatura de un pelotón de
fusilamiento en La Cabaña, en márgenes de la bahía de La Habana, donde
se ejecutaba al amanecer sin garantías procesales.
Por los mismos años –comienzos de eso que dieron en llamar Revolución
y que a la postre fue todo lo contrario-, un intelectual de izquierda
con el mismo apellido del Guerrillero Heroico se aliaba para siempre a
Fidel Castro, pero no desde un puesto militar , sino desde una
comisaría cultural. Alfredo Guevara, a quien se le adjudica la fundación
y fomento de la historia del cine nacional después de 1959, tendría en
sus manos, a partir de esa fecha, un ministerio sin ser ministro. Ni
falta que le hizo el cargo con todo el poder que manejó.
Fue una especie de protector de ovejas descarriadas que tenían
talento y, por alguna razón, quiso resguardarlas de la mano dura que sin
embargo era la que lo protegía a él. Todo un enredo para el que no
conozca el sentido mafioso de la llamada Revolución. Unos se
beneficiaron, se salvaron, y otros no.
En Cuba revolucionaria siempre fue imprescindible tener un padrino. Y Guevara, el dueño del cine nacional, fue uno de ellos.
Como comisario cultural dio alas, abrigó, sucesos tan importantes
como las ediciones del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, donde no
solo se veía y premiaba obras del patio, sino también importantísimas
piezas de Brasil, Argentina y Perú que hubieran pasado de largo en otros
lugares del mundo y en La Habana encontraron reconocimiento y público.
Pero por otro lado mantuvo una férrea dictadura dentro de la dictadura, como Alicia Alonso en el Ballet Nacional.
Alfredo Guevara fue una figura sagrada de cuya homosexualidad todo
cubano supo sin entender por qué él mismo no defendió a esta minoría de
la barbarie, marginación, holocausto ocurridos en los primeros años
“revolucionarios”, mediante campos de trabajos forzosos, privaciones de
beneficios, persecución, alienación de la militancia política,
separación de puestos de trabajos y estudios.
Como muchas cosas, personas, sucesos de Cuba, terminamos aceptando
que ese Guevara estaba ahí eternamente, tal figura mitológica, si
tenemos en cuenta que la llamada Revolución ha sido eso, una mitología
contemporánea.
El culto a la personalidad de ciertos nombres del Estado convirtió en
figuras estáticas a seres de carne y hueso que, como seres humanos,
estaban llenos de defectos, de resabios, a veces de bajas pasiones.
Pero, en fin, con este Guevara, hoy se acaba de marchar uno de ellos.
Este texto se publicó originalmente en www.cubanet.org
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